Capítulo 11 | Desesperante |

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Me dejé caer en el suelo empapada de sudor y con la respiración a mil.

— Listo, eso fue todo. Nos vemos el jueves.

Dijo mi entrenador extendiéndome una botella de agua.

— ¿No nos podemos quedar otro rato más? - supliqué desde el suelo.

Rió.

— Tengo otra clase, Mariana. Hoy estuviste muy distraída, ¿está todo bien?

No, está todo mal.

Asentí.

Me ayudó a levantarme y luego amarré mi pelo en una cola alta. Agarré una de esas pequeñas toallas blancas para secarme el sudor y luego terminé de beberme la botella de agua. Me estiré un poco y salí del gimnasio para ir directo a casa.

Al llegar me bañé y me vestí con unos shorts junto con un sweater que literal me queda como un vestido. La casa estaba sola y bajé a la cocina para hacer mi auto-sesión de terapia favorita: cocinar.

Comencé con una torta de chocolate y dulce de leche. La solía hacer todo el tiempo con Abril, nos encantaba. Luego preparé una tres leches, y por último hice galletas. Prácticamente el resto del día se me fue en eso. Claramente ya era de noche para cuando terminé de limpiar y recoger. Cuando mis papás llegaron probaron de todo un poco. Nos quedamos charlando un buen rato en la cocina hasta que papá subió, dejándonos solas a mi mamá y a mí. Ella pasó su mano por mi pelo y luego lo acomodó detrás de mi oreja.

— ¿Qué pasa, Mari? - preguntó.

A veces odio que me conozca tanto.

— ¿Qué pasa de qué?

— Estuviste todo el día cocinando, algo pasa.

— No pasa nada, mamá. Me provocó y ya.

— Mmm - gruñó no muy convencida - Bueno. ¿Cómo te fue la otra noche?¿La pasaste bien?

Me llevé una galleta a la boca y le di una mordida.

— Normal - respondí con la boca llena.

— Está bien, veo que no tenes muchas ganas de hablar. Me iré a dormir.

Se inclinó para darme un beso en la frente y se levantó de la silla.

— Que descanses, ma. Te amo.

— Yo también, hija.

Cuando salió de la cocina apoyé mis codos en la mesa y mi cubrí el rostro con las manos.

Lloré.

Es demasiado. Eso no debió pasar. Seguía sin saber por qué carajos nos dejamos llevar, no entendía nada. Y me sentía terrible. Mantener distancia entre nosotros me parecía lo más razonable. Que él siga con su vida y yo con la mía, como si nada hubiese pasado.

Agustin no se merecía eso.

Necesitaba hablar con alguien. Urgente. Pero no sabía con quién porque es un tema muy serio y jodido.

...

Cuando pasé enfrente de una tienda de lencería no dudé en entrar. Miré y probé ropa interior de varios tipos de tela, colores y precios. Algunos venían en conjunto y otros por separado. Toda la tienda tenía un 30 % de descuento y eso era algo en lo que estaba dispuesta gastar mi tiempo y energía.

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