Capítulo 20 | Explicaciones |

8.2K 331 10
                                    



Los días pasaron y esa conversación con mi mejor amiga quedó ahí, atrapada entre esas paredes y sus miradas de desaprobación. Jenny empezó a ser cortante conmigo, pero la entendía. Me acosté con el mejor amigo de mi difunto novio, eso no era cualquiera cosa. Nos habíamos cruzado muchas veces en la facultad, pero nuestras charlas no pasaban de un simple saludo tanto de su parte como por la mía. Yo no estaba lista para enfrentarla, y creo que ella se estaba conteniendo para no hacerlo conmigo. Esto tampoco había salido como yo quería. Mi intención era que se sentara a escucharme, no que me evitara. Por otro lado, con Mateo sólo habíamos hablado un par de veces por mensajes. Por ahora no teníamos pensado volver a vernos, pero me tranquilizaba saber que las cosas estaban bien.

Fui la oficina porque había salido temprano de la facultad, aunque en realidad preferiría estar en mi clase de boxeo. Pero quería seguir ahorrando algo de dinero para poder costearme un viaje al caribe con Jenny en un futuro no muy lejano. Me puse los lentes de leer cuando mis ojos me empezaron a picar después de pasar tanto tiempo con la vista en la pantalla de la computadora. Continué acomodando las cifras con sus fechas correspondientes en el programa de la computadora, pero esta era la versión nueva y no la entendía, lo que hizo que mi trabajo fuese más lento y frustrante. Era chistoso porque muchos pasaban por mi oficina para hacerme preguntas sobre el programa, ya que soy la más joven, pero se iban con más dudas.

— Permiso.

Dijo Rodrigo tocando la puerta abierta de mi oficina. Aparté mis ojos de la compu por unos segundos para observarlo. Ese traje gris le quedaba muy bien. El rubio me sonrió de medio lado y entró a la oficina.

— ¿Cómo te va?

Preguntó amable.

— Más o menos.

Respondí regresando mi atención a lo que estaba haciendo. Rodrigo se puso a mi lado y apoyó su brazo en el escritorio cuando se inclinó para ver lo que hacía. El fuerte olor de su perfume me hizo recordar de aquella noche donde nos besamos luego de varios gin tonics. En unos minutos me ayudó a resolver el problema que tenía en la hoja de cálculo, y me enseñó una manera más sencilla de organizar la información. Estaba tan concentrada escuchando lo que mi compañero decía para poder recordar todo, que no escuché el momento en el que Mateo entró a mi oficina. Se aclaró la garganta y ambos lo miramos. Se veía muy prolijo vestido con saco y corbata, como siempre. Rodrigo se incorporó y se cruzó de brazos.

— Hola, ¿qué haces acá?

Pregunté realmente confundida ya que habíamos quedado hacer lo posible para no cruzarnos acá.

— Necesito algo  - respondió tranquilo.

Lo fulminé con la mirada.

Sí, estaba molesta. Tenía muchas cosas pasando por mi cabeza, y él lo sabía muy bien. Me sentía invadida y malhumorada.

— Pudiste haber llamado. ¿Qué necesitas?

Pregunté regresando mi atención a la pantalla para asegurarme de que había guardado las modificaciones que Rodrigo me ayudó a hacer.

— Eduardo necesita información sobre un cliente de ustedes, ¿me la podes pasar?

Rodrigo, que seguía de pie a mi lado, se movió incómodo. Yo en cambio quise reír al escuchar esa excusa tan poco creíble. Las compañías de papá y Eduardo siempre compartían información sobre sus clientes, pero no había necesidad de atravesar seis cuadras sólo para eso. Miré la hora en la pantalla y por suerte ya eran más de las cuatro y media.

AfterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora