EPÍLOGO

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Los funerales de Tisha y Sabana estuvieron colmados de emociones. Cánticos y una alfombra hecha de pétalos blancos por donde Rubert caminaba con dos cajas de cristal que contenían los restos de las reinas. Las aves revoloteaban en círculos por el bosque, mientras los seres marinos escapaban por un instante del lago para despedirse. Las hadas, todas vestidas de blanco portaban un listón verde en su mano, símbolo de respeto por su soberana mientras las libélulas se habían pintado de rojo sus alas y volaban sobre el Palacio de cristal dibujando sobre este una enorme rosa roja. Tal y como Tisha hubiera deseado. Las lágrimas escapaban de los ojos de cada una de las criaturas que habitan el mundo mágico. El amor, el respeto y la admiración que cada una inspiraba, era palpable y los empapaba de consuelo porque sabían que en el momento en que el aura de esos dos seres se apagó, dos estrellas más se sumaron al firmamento y se mantendrían pendientes de ellos por toda la eternidad. El sitio destinado para cada ser mágico.

Su última morada.

Con ayuda de todos, al paso del tiempo el reino ha ido recuperándose. Los bosques resurgieron de entre las cenizas, como un fénix, y las aguas del gran lago lucen tan limpias como el día en que lo vi por primera vez. Por las tardes puede verse a las sirenas, sentadas sobre las rocas, cepillando sus melenas mientras entonan una hermosa y temeraria melodía.

Morgan y la manada de coyotes han vuelto a su hogar, han llevado provisiones con ellos que han servido para reforestar y poblar sus bosques y así permitir que la cadena alimenticia se reactive.

Nunca más pasarán hambre ni sus derechos serán ignorados.

Sebastián aún permanece en sus aposentos, las heridas en su cuerpo lo mantienen en un obligado reposo. Su recuperación ha sido un proceso largo, lento y pesado para todos. Sobre todo, para él, pues tiene que asimilar la ausencia de su madre y tomar en sus manos el mando de su reino. No será sencillo, pero yo estaré con él en todo momento y tengo fe en que juntos lo lograremos.

—¿Cómo te sientes? —Lo cuestionó al entrar en su habitación.

No he podido visitarlo a diario como me habría gustado, mis obligaciones como princesa de Ciudad Celeste me mantienen ocupada la mayor parte del tiempo. Además, los preparativos para el evento de coronación están próximos. Aun así, he tratado de estar con él en cada oportunidad. Incluso a veces me escapo del Gran Salón, solo por un momento, entonces pegó mis labios a su frente mientras le susurro cuanto lo quiero.

—Mucho mejor, creo que es tiempo de salir y enfrentar la vida. Tengo obligaciones para con mi pueblo que no se deben postergar. Las hadas necesitan un líder que les ayude a superar la pérdida de su reina —responde tras un suspiro—. No sabes cuánto me hace falta —agrega cabizbajo.

La nostalgia envuelve sus palabras y estremecen mi interior. He sido testigo de lo que ha significado para él enfrentar a una pérdida tan repentina. La muerte de su madre lo ha tocado en lo más profundo de su ser. Si lo sabré yo que he pasado por eso varias veces.

Recuerdo aquella noche cuando apenas recobraba el conocimiento y preguntó por su madre. Yo no sabía que decir. ¿Cómo explicarle lo que había sucedido? ¿Cómo ser la portadora de una noticia tan desoladora?

Pospuse lo inevitable hasta donde pude y, cuando tuve que hacerlo, el caos se apoderó se su alma. Aún no olvido aquella expresión en su rostro cuando la vio. Prescot la sostenía a solo unos metros de él. Sabana parecía dormida, pero sus alas se habían desprendido de su cuerpo y su bello rostro estaba cubierto por una mezcla lodo y sangre. Sus ojos se habían cerrado para siempre. El grito que lanzó, a pesar de estar mal herido, fue desgarrador al tiempo que, a rastras, intentaba llegar hasta donde se encontraba el cuerpo de su madre. Entonces pidió al búho que se la entregara y llorando como un chiquillo se abrazó a ella con fuerza. Pasó el resto de la noche abrazado a su madre. Nadie se atrevía a pedirle que les permitiera llevarse su cuerpo para prepararlo para sus funerales. Además, Sebastián necesitaba atención cuanto antes, estaba herido.

El vuelo de la libélulaWhere stories live. Discover now