20. ¿Por qué?...

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Lejos del reino, la historia se escribía de un modo distinto al que yo hubiera deseado. La maldad y la oscuridad se mostraban implacables; no reconocían ideologías, naturaleza ni emociones.

La suerte de la reina Tisha y de la princesa Sarah había sido echada.

El rey Kron era corrompido por la ira y el poder convirtiéndolo en un blanco de influencia de su maléfico sirviente: Gumba.

Un ser tenebroso que no poseía pizca de compasión por nada ni nadie.

Antes de la aparición de la gran Luna Roja Kron ordenó una invasión a Ciudad Celeste y puso al mando de sus tropas a Gumba, quien —ávido de sangre y destrucción— planeaba un ataque fatal, pero antes debía idear la forma con la que iba a deshacerse de sus invitadas.

Las libélulas reales agonizaban en lo alto de la torre, víctimas de las tinieblas que poco a poco consumía sus vidas. Por supuesto que entre los planes de Gumba no estaba el contarle a su rey que mantenía cautivas en las mazmorras a las dos libélulas. ¿Para qué revelarlo?

Que tal que, al saberlo Kron, se ablandaba y cancelaba la invasión. Situación que el duende no estaba dispuesto a permitir bajo ninguna circunstancia.

La guerra había sido declarada, el objetivo que lo mantuvo tanto tiempo al servicio del sapo pronto se cumpliría y finalmente podría deshacerse de ese tonto e iluso rey.

Al fin y al cabo, ya no le serviría para nada más.

—¡Mis queridas majestades! —exclamó el duende—, lamento no haber venido antes a visitarlas. He estado un poco ocupado planeando una guerra, pero por lo que veo las han atendido de maravilla. ¡Lucen mejor a cuando llegaron! Definitivamente su estancia en esta celda les ha beneficiado.

Tisha levantó la cabeza con dificultad para enfrentarlo, no podía creer que dentro de un ser mágico existiera tanta crueldad.

El estado de las libélulas era deplorable. Apenas sobrevivían gracias a la gran voluntad de ambas. Hacía mucho no comían ni bebían agua, además, habían sido privadas del aire fresco de la naturaleza y del cobijo del sol. Energía vital para cualquier especie o criatura viviente. No conforme con eso, eran víctimas de los constantes ataques de magia negra de Gumba; quien se había encargado de recitar todo tipo de embrujos para mermar la vitalidad de sus prisioneras.

De continuar así, en poco tiempo, la vida de la reina y la princesa se apagaría por completo.

—Pareces divertido, duende inmundo, es una pena que el gusto no te durará mucho. Te sugiero aterrices tus estúpidos sueños.

La determinación con la que la reina habló modificaba el gesto del duende y de un instante a otro su efusividad fue sustituida por la cólera.

—Me gustaría saber de dónde sacas tanto valor, Tisha. Ya veo porqué tu otra hija es tan osada —comentó. La reina lo miraba implacable mientras su corazón se estrujaba—. Ni siquiera deberías atreverte a mirarme. ¿Acaso no te ha quedado claro quién soy?

—Por supuesto que lo sé. ¡Todo el reino mágico lo sabe! Eres un ser detestable que se cree invencible, inmune a cualquier otro. ¡Que fantasioso resultaste, Gumba! Lo único que me provocas es lástima. ¿Sabes por qué? Porque tu fin se acerca y justo en ese momento todo el Bosque Negro quedará liberado de las tinieblas que lo rodean y se reintegrara al mundo mágico. El lugar al que siempre ha pertenecido. Me equivoqué al culpar a Morpha de ser el responsable del secuestro de mi hija y de Sebastián, motivo por el cual este reino fue exiliado junto con miles de criaturas inocentes. Siempre fuiste tú. ¡Tú eres el único culpable!

El vuelo de la libélulaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora