19.- Llegó la hora

166 18 1
                                    


Apolo, Aarón y mi padre se apostaron a mi alrededor. El espacio entre nosotros se volvió tan escaso que la energía que emanaban electrificaba mi cuerpo. Habían cerrado sus ojos y mantenían sus manos sobre mi cabeza.

Los observaba alucinada mientras colocaba una mano sobre mi frente, a modo de visera, para atajar mis ojos de la luz que irradiaban; la misma que trataban de transmitirme y en cuestión de segundos se deslizaba en mi interior como las olas en el océano y se desbordaba por cada poro de mi piel.

De pronto una fuerza sobrenatural comenzaba a atraerme provocando que mi alma girara dentro de un embudo luminoso a gran velocidad. Me vi forzada a cerrar los ojos, la fuerza centrífuga estimulaba el mareo mientras mi cabello era presa del magnetismo que lo incitaba a desafiar la gravedad. Mi piel cosquilleaba y mi respiración se tornaba difícil, pero la sensación aumentó en cuanto fui abrazada por un calor intenso y mi cuerpo quedaba reducido a cenizas.

No fui consciente de cuánto tiempo había estado dentro de aquel remolino luminoso hasta que me volví energía pura. Mi alma deambulaba libre y aturdida mientras mis ojos apuntaban a las estrellas y mantenía los brazos en forma de cruz. Una brisa cálida lo envolvía todo y una luz de un azul nítido brotaba de mi interior a través de mi boca.

Después no supe de mí...

—Kalie, despierta.

Escuché que me llamaban con insistencia, pero la fuerza me había abandonado y resultaba una tarea titánica despegar los párpados.

Me sentía liviana como la hoja de un árbol cuando flota con ayuda del viento.

—¿Dónde estoy? —Quise saber.

No reconocí el lugar en donde me hallaba, nunca había estado ahí. Tiritaba y por un instante creí estar encima de una nube algodonada y radiante. Así de utópico lucía todo.

—Bienvenida a Rastaban, princesa —respondió el imponente ser.

Mis ojos se abrieron cuando me vi frente a un temerario Dragón.

¡Un Dragón de verdad!

—¿Quién eres? —musité.

Fui presa de un sortilegio y apenas lograba articular unas cuantas palabras.

—Mi nombre es Ramgón, guardián de esta estrella. Hogar de dragones.

—¿Por qué estoy aquí? —chillé.

Aquella criatura me atemorizaba y me hacía sentir como una pulga a su lado.

—Tus ancestros te han enviado —comentó al tiempo que se echaba en el piso, sobre sus patas superiores, para estar más cómodo. Sus ojos refulgían como cirios en la penumbra—. Tiempo atrás, una buena amiga me habló de ti. ¿No te agrada mi hogar?

Asentí, aunque mi cuerpo no trabajaba al mismo ritmo que mi cerebro. Mi asombro era inmenso, sentí que me encontraba ante la presencia de un dios.

—Tranquila, pequeña, solo estoy bromeando —exclamó entre risas mientras sobaba su enorme barriga. La estaba pasando de lo lindo gracias a mi turbación—. ¿Qué es lo que te tiene así de perpleja?, tengo entendido que tú misma pediste que te enviaran ante mí. ¿Es verdad que quieres renunciar a tu legado, a esa parte dragón que vive en ti?

Sus pupilas, similares a la de una serpiente, se dilataron y no se apartaron de mi en ningún momento. Entonces pensé que, si mis ancestros me habían enviado con él, no tenía por qué temer.

—Sí, pero no lo hago por renegar, o porque no me sienta especial o porque esté poco orgullosa de mi descendencia. Lo hago porque es la única opción que tengo para volver a la vida a mi hermana y así abrir el camino para salvar a mi familia.

El vuelo de la libélulaWhere stories live. Discover now