5.-MI DEBER

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La charla con mi hermana me ayudó a comprender muchas cosas. Fue obligada por las circunstancias a revelarme asuntos secretos, algo que seguramente no sería del agrado de nuestra madre. Sin embargo, era necesario. No podía imaginar qué habría pasado si hubiera sido absorbida por ese oscuro agujero. El portal que conduce al Bosque Negro.

Desde mi llegada, se habían completado varios ciclos lunares. Con cada Lunación transcurría un mes en el mundo de los humanos, mientras que en Ciudad Celeste apenas se completaba una semana. Así que si llevaba poco más de tres semanas en el reino mágico significaba que hacía tres meses había abandonado Londres.

Hubo momentos en que sentí curiosidad por saber si Úrsula y Diego se preguntarían dónde me encontraba o si se acordarían de mí. Después entendí que no tenían por qué hacerlo; la verdad era que yo nunca les importé, así que decidí eliminarlos de mi memoria.

Con el paso del tiempo fui recuperando mis dones y hasta era capaz de bloquear los poderes de otras criaturas. Nadie podía leer mis pensamientos, ni siquiera podía sentir mi energía. El único ser inmune a mis poderes era mi madre.

También fui perfeccionado mi don de aparición, podía hacerme invisible, movía los objetos con la mente y, lo más importante de todo, ¡mis alas habían aparecido!

Un par de lunaciones antes, al despertar, sentí cierto malestar en mi espalda, por debajo de mis hombros. Así que me levanté y me miré en el espejo para buscar el origen de la molestia. Entonces las vi, ahí estaban, pequeñas y transparentes, creciendo desde mi interior.

El grito de emoción que lancé fue escuchado por medio reino y provocó que Séneca irrumpiera en mi habitación con gesto desencajado para preguntar qué había pasado. Esa mañana reconocí que para ser mi guardián se requería poseer una mente clara y la razón intacta, solo así, evitarían enloquecer. Por un instante sentí pena por Séneca, lo que menos deseaba era desquiciarla, pero después comprendí que si el hada deseaba continuar ocupando aquel puesto sería porque era consciente de sus capacidades.

Mi hermana aseguraba que solo había recuperado un porcentaje de mis poderes, según ella yo era capaz de muchas otras cosas y yo no dudaba de su palabra, pero advertí que sus expectativas para conmigo eran demasiado elevadas.

Nuestra madre y Sabana no habían vuelto al reino, según Prescot, el asunto que debían tratar había llevado más tiempo de lo planeado, pero a mí me pareció que había algo oculto en aquel viaje repentino y comenzaba a preocuparme.

A pesar de su ausencia, con la ayuda de mi hermana, de mi guardián y de Prescot, todo marchaba bien en Ciudad Celeste. Sin olvidar la valiosa colaboración de Molpe, la líder de las sirenas, y demás criaturas marinas.

Además de bella, Molpe era amable y poderosa. Tenía los ojos grises, el cabello verde, largo hasta la cintura y las escamas de su cuerpo tenían el aspecto de pequeños cristales. En su pecho colgaba un collar de caracoles que se agitaba y sonaba con cada uno de sus movimientos.

Ambas nos hicimos buenas amigas. La admiraba por ser portadora de una singular sabiduría y gentileza; otorgada seguramente por el tiempo. Parecía joven, pero era por todos conocido el paso de miles de ciclos lunares que fueron testigo de su nacimiento. La sirena no tenía empacho en responder a mis preguntas y eso me tenía embelesada.

—Entonces, ¿si me guío por las corrientes marinas, nunca me perderé?

—Así es, Kalie —respondió.

Había tanta confianza entre nosotras que le había pedido que dejara atrás las formalidades y me llamara por mi nombre.

—Ahora sabes que, si algún día no encuentras el camino de vuelta, solo tienes que dejarte guiar por la corriente del agua.

El vuelo de la libélulaOnde histórias criam vida. Descubra agora