capítulo 23 ➵ timbre

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Después de estar tendida en el suelo por casi dos horas, finalmente reunió la fuerza para levantarse y limpiar el desorden que había dejado antes. Su estómago rugió apenas terminó de limpiar, recordándole que no había comido nada y que ni siquiera había podido disfrutar su café. Agarró su teléfono, ignorando la enorme cantidad de mensajes y llamadas perdidas, y solo hizo su pedido al local de comida.

Su comida iba a tardar 15 minutos en llegar, así que aprovechó de descansar un poco más el cuerpo y se recostó boca abajo sobre su cama. Entre el silencio de su habitación y el atardecer cayendo justo afuera de su ventana, nuevamente se encontró a sí misma pensando en ella. Inmediatamente se giró sobre la cama y puso una almohada sobre su rostro, ahogando el grito de frustración que soltó.

¿Por qué era tan difícil para su corazón entender que jamás habría algo más? Ya estaba harta. Estaba harta de sentirse exhausta, vacía y sola. Por mucho que le doliera ella tenía que avanzar... pero, ¿cómo? Ella no sabía bien cómo empezar.

El sonido del timbre interrumpió sus pensamientos, obligándola a quitarse la almohada del rostro y a agudizar su oído para saber si realmente había sonado o no. Luego de unos 20 segundos mirando hacia el pasillo, se sentó sobre la cama y frunció el ceño, ¿ahora estaba alucinando sonidos?

Se sobresaltó cuando oyó el timbre otra vez, por lo que gruñó por lo bajo antes de levantarse entre quejas, si la persona que estaba al otro lado de la puerta no era su conserje para avisarle que la comida había llegado, le iba a dar un puñetazo en el ojo sin dudarlo.

El timbre sonó otra vez.

      —Ugh, ¿por qué les cuesta tanto entender que quiero estar sola? —habló para sí misma, poniéndose sus pantuflas y deseando que no fuese algún idiota del trabajo—. Ya les dije lo que sabía, pero, ¿qué prefirieron hacer en vez de creerme? Acusarme de mentirosa y mandarme a buscarla. ¡Claro! ¡Como si yo fuera su maldita niñera! —continuó refunfuñando hasta que llegó a la puerta y la abrió.

Su rostro pasó del enojo a la absoluta sorpresa cuando vio quién era. ¿Qué carajos hacía ella allí?

      —Me costó un mundo encontrarte —habló primero, notando que Peyton solo se quedó viéndola sin decir nada—. Para ser tan famosa, no puedo creer que seas tan difícil de encontrar.

Peyton no supo qué decir, estaba atónita. 

Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que la vio y habló con ella. Años, para ser exacta, y nunca pensó que la volvería a ver otra vez; sin embargo, ahora ella estaba allí... o tal vez ya perdió la cabeza y está alucinando.

La persona en la que más confió, con la que compartió cosas que jamás creyó que compartiría, con la que creció en muchos aspectos... la persona de la que se enamoró por primera vez estaba allí. ¿Cómo era eso posible? Desde el día que tomaron caminos distintos, se aseguró de borrar y de enterrar todo lo que la uniera a ella; sin embargo, ella aún así la había encontrado.

Bailee, su mejor amiga, se mudó a Irlanda luego de haberse ganado una beca de estudio en la universidad de Trinity; sin embargo, tan pronto como Bailee aterrizó, Peyton perdió el contacto con ella y decidió mantenerlo así. 

De alguna manera, ella creyó que eso era lo correcto ya que, en ese momento, tener sentimientos por su mejor amiga era algo que no quería sentir e hizo lo imposible por mantenerlo escondido bajo tierra...

...hasta ahora.

Porque en el instante en el que abrió la puerta y la vio allí, se dio cuenta de lo inútil que había sido su decisión. Ahora, además de sentirse feliz por volverla a ver, se sentía culpable por lo que había hecho. Aunque también estaba confundida, ¿por qué la había buscado a pesar de lo que había hecho?

Peaches ©Where stories live. Discover now