Capitulo 17 ¿Dónde están todos?

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Abrí la puerta y me encontré con Melanie sentada en el sofá de la sala observando su teléfono, el cual se guardó al verme y se acercó a mí

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Abrí la puerta y me encontré con Melanie sentada en el sofá de la sala observando su teléfono, el cual se guardó al verme y se acercó a mí.
¿Qué haces aquí? -pregunté.
¿Dónde estabas? -cuestionó.
Te hice una pregunta -remarqué.
Aquí yo hago las preguntas -dijo fríamente y me miró. ¿Dónde estabas?
¿En la biblioteca? -respondí en forma de pregunta.
¡Mientes! -exclamó, haciéndome sobresaltar. Dime la verdad, ¿dónde estabas?
En casa de Ryan -respondí.
¿Qué hacías allí?
Te recuerdo que se supone que somos amigos.
Interesante -susurró y me indicó que me sentara en el sofá donde momentos antes ella estaba, y así lo hice.
¿Por qué has estado tan extraña? -preguntó, mirándome. ¿Dónde está Keysi? ¿Quién eres tú y qué le hiciste a mi amiga?
Nunca cambien y regresen a ser los mismos...
Te volviste loca -afirmé.
Te hice muchas preguntas y quiero que las respondas.
No responderé a ninguna de tus preguntas, porque soy Keysi -dije, cruzándome de brazos.
Eso es lo que diría una farsante -me apuntó con un palo largo y delgado, color café.
¿Ese palo no estaba en la cocina? -pregunté, observándolo, y ella sonrió.
Sí, estaba esperándote, así que comencé a charlar con Lupe; se distrajo y observé este palo; me gustó y lo tomé prestado. ¿No te molesta, cierto?
En lo absoluto.
¡Qué alivio! -suspiró y me volvió a apuntar. Ahora sí, responde mis preguntas.
Yo soy Keysi.
Claro -habló sarcásticamente; si fueras Keysi no serías fría -alzó una ceja; y, además, sabrías mi secreto -acercó el palo a su rostro y comenzó a acariciarlo suavemente con su mano derecha.
Técnicamente... ¿lo está masturbando? -Moví mi cabeza de un lado a otro, quitando ese asqueroso pensamiento.
Tienes muchos secretos, y entre ellos están: cuando eras pequeña, no jugabas a las barbies porque pensabas que los fabricantes eran racistas; tu amor platónico era el maestro Shawn; te escondías en el clóset y pensabas que te llevaría a otra dimensión -eso lo puede saber cualquiera, encogí los hombros; una vez, en clase de Español, te hiciste pipí porque no aprendiste ningún poema; sigues creyendo que el payaso de Eso, puede aparecer en cualquier momento, sobre todo en las duchas; no te gustan los baños públicos, porque una vez escuchaste gemir a una chica; odias la leche porque te saca espinillas; sueñas con formar una familia y tener un par de gemelos y un esposo trabajador, pero tienes miedo de no encontrarlo porque...
¡Keysi! -se abalanzó fuertemente sobre mí, haciendo que ambas cayéramos del sofá, impactando contra el suelo.
Quítate de encima -supliqué, al sentir todo su peso.
Oh, sí, perdón -se levantó, sonrió y me miró.
Ayúdame -estiró su brazo y cogió el mío, mientras me ayudaba a levantarme.
Me sacudí y la miré.
En el fondo, la quiero como no se imagina; es como la hermana que nunca tuve, pero que definitivamente me hubiese gustado tener.
Cuando nos caímos del sofá, Lupe escuchó el estruendo y llegó hasta nosotras. ¿No has visto el palo café que estaba en la mesa de la cocina? -preguntó; miré a Melanie, que mantenía total silencio. Regresé mi vista a Lupe y negué con la cabeza.
No, no lo he visto.
El día pasó de lo más normal, hasta que llegó el día siguiente.
Recorrí el pasillo -el cual se encontraba vacío, ya que solo estaba yo- hasta llegar a mi casillero. Lo abrí, saqué algunos cuadernos de la mochila para meterlos dentro, pero antes de hacerlo, me encontré en el casillero un trozo de papel en blanco; lo miré y lo dejé nuevamente allí, mientras metía los libros.
Lo cerré y me giré para comenzar a caminar hacia el salón de clases; se me hacía demasiado extraño que no hubiera ningún alumno en el pasillo; según yo, no había partido ni tampoco entrenamiento, por lo cual la situación era extraña.
Entré al salón de clases y estaba vacío, ni siquiera estaba el maestro y todo estaba en orden.
Esto ya es muy extraño, ¿dónde están todos?
Me acerqué hasta mi lugar y deposité la mochila sobre la banca. Miré hacia la puerta, pero no había movimiento alguno. Me senté y llevé la vista al pizarrón, en el cual se miraba una frase escrita en letras pequeñas.
Me levanté y me acerqué para leer lo que decía.
¿Hola? -me pregunté a mí misma, leyendo la frase.
Escuché un ruido, proveniente de afuera; me giré y salí del salón. Algunas cosas que caían llamaron mi atención; seguí caminando en dirección a donde escuché los ruidos, hasta llegar a la biblioteca.
La puerta se encontraba cerrada; suspiré y la abrí lentamente, haciendo que esta hiciera un pequeño chirrido; caminé despacio, intentando no hacer ninguna clase de ruido. Escuché con mayor fuerza cómo seguían cayendo algunas cosas, pero no miraba nada; caminé por los estantes llenos de libros hasta esconderme tras uno de ellos.
¡Oh, sí! -escuché decir a una chica.
Me asomé un poco y observé a un chico en boxers y una chica en ropa interior encima de la mesa de lectura.
Parpadeé y me giré rápidamente para irme, pero un libro cayó y ambos se sobresaltaron y me miraron.
¿Quién eres? -preguntó el chico, mientras se colocaba rápidamente su ropa. Me giré para verlos a ambos.
¿Qué haces aquí? -preguntó la chica, tapándose con unos libros.
Yo... -miré hacia todos lados- ¿Dónde están todos? -pregunté y ambos se miraron, para después verme a mí.
Se fueron al museo -respondió el chico.
Sí, ayer avisaron que el instituto saldría al museo de antropología, y el autobús se los llevó esta mañana.
¿Qué? -pregunté. ¿Es una broma, cierto?
No, todos se fueron, pero Dan y yo nos quedamos -habló la chica.
No puede ser verdad.
Me giré para irme, mientras se me ocurría alguna idea de lo que podía hacer.
Espera -dijo el chico y me giré nuevamente para verlo.
¿Qué? -pregunté después de unos segundos de silencio.
¿Le dirás a alguien lo que viste? -preguntó la chica, asustada.
No -respondí con simpleza y me di media vuelta para irme.
Caminé hacia el salón, cogí la mochila y salí; recorrí todo el pasillo hasta llegar a la salida; saqué el celular y decidí marcar a la única persona que podría ayudarme.
Gracias por traerme -hablé, saliendo del auto.
Con todo gusto Keysi, es mi trabajo -afirmó, llevando las manos al volante; pasaré por ti cuando estés lista, solo mándame un mensaje.
Claro, Luke -cerré la puerta y me coloqué la mochila sobre los hombros, despidiéndome con un movimiento de mano en el aire.
Ya había mencionado que Luke era mi amigo, bueno, en realidad, ya no era como antes; él era diez años mayor que yo, pero comenzó a trabajar con mi familia hace cinco años, después de que mi madre se fuera siempre a sus estúpidos eventos y mi padre no estuviera.
Él me contaba sobre cualquier historia que se inventaba, me sentaba a su lado mientras lavaba el auto; yo escuchaba detenidamente cada historia, mi imaginación era tan grande que todo estaba frente a mí, sobre todo recuerdo la historia que más me encantó:
"Ella lo amaba con locura y lo único que quería era protegerlo.
Aquel dulce sonido que escuchaba por las noches, afuera de su ventana, la emoción tan inmensa que sentían ambos al verse, aquellos ojos tan azules como el mar que aparecían en sus sueños.

Ella estaba en su vida, en todo de él".
Sonreí al recordar la forma en la que me lo contaba. Luego de que Melanie se fuera, no tenía a nadie con quien hablar, pero Luke estuvo allí, hablándome de cada cosa; se convirtió en el amigo que necesitaba, en esa persona que, si bien estaba haciendo su trabajo, se daba pequeños momentos para hablar conmigo, pero mi madre, siendo una loca desquiciada, al enterarse de esto, me prohibió volver a cruzar palabra con él, además de amenazarlo con despedirlo si volvía a entablar una conversación conmigo. Ella me odia tanto, que quiere que mi vida sea peor que la de ella.
Suspiré observando al auto mientras se alejaba; me giré y entré al museo. Caminé sigilosamente, buscando a alguien del instituto, busqué por todos lados y me rendí, decidiendo salir. De pronto vi a la multitud saliendo del otro lado -estampé mi mano contra mi rostro.
Claro, ¿cómo no se me ocurrió preguntar?
Me acerqué a ellos y un tipo que medía aproximadamente dos metros, se posicionó frente a mí, evitándome el paso.
Hola -se me ocurrió decir, y me arrebató bruscamente la mochila, tirándola al piso. ¡Oiga! ¿Por qué hizo eso? -pregunté, observando cómo la pisoteaba.
Adiós a mis libros, cuadernos y todo lo que llevaba ahí -por lo menos saqué mi celular.
¿Venías a robar? -cuestionó, mirándome de una manera amenazante. Pues no lo lograste, ahora llamaré a la policía para que te arresten, vagabunda.
¿Qué? -pregunté, confundida y luego me alteré. ¡No! No, no... yo no vine a robar, usted tiró mi mochila al suelo sin ninguna razón.
Ahí tenías la escena del crimen, ¿Eh? Ahora verás lo que les pasa a las ladronas como tú.
Se está confundiendo -me sujetó fuertemente del brazo, mientras sacaba su teléfono. Yo no vine a robar, solo vine al museo -intenté zafarme de su agarre, pero no lo logré.
¿Keysi? -preguntó una voz muy familiar.
Señorita Géiser -articulé con una sonrisa.
¿Qué está pasando aquí? -preguntó, mientras la multitud de alumnos esperaban detrás, siendo guiados por un hombre.
¡Tiró mi mochila al suelo y la aplastó! -expliqué.
Quería robar -dijo él.
¡Eso no es verdad! -dije indignada por semejante mentira.
Señor -habló, ganándose su atención; ella es mi alumna, y jamás haría algo como eso.
Pero es una vagabunda.
¡Vagabunda su abuela! -respondí, defendiéndome inmediatamente.
Con mi abuelita no te metas -dijo, mientras me soltaba haciéndome caer al piso.
¿Pasa algo? -preguntó un hombre, acercándose. Vestía elegantemente, por lo que supuse que era el encargado.
La maestra Géiser alejó al encargado, junto con el hombre que anteriormente me había insultado y comenzaron a hablar a unos metros.
La basura está donde siempre debió estar, en el piso -dijo entre risas Lindsay, y todos comenzaron a reír.
Y las perras deberían estar en la perrera; sin embargo, sigues aquí -dijo Melanie, pasando por su lado para acercarse a mí y extender su mano para levantarme.
Lindsay y sus amigas abrieron la boca indignadas y comenzaron a hacer berrinches.
Gracias -me puse de pie y comencé a sacudirme; observé mi pobre y destrozada mochila en el suelo.
¿Dónde estabas? -preguntó Melanie.
Digamos que olvidé esto y no sabía nada, ¿de acuerdo?
Bien -aceptó no muy convencida.
Ryan cogió la mochila y se acercó a mí para entregármela; la observé y la abrí, todos los libros estaban maltratados y algunas hojas se habían roto.
Supongo que otra vez tendré que comprar nuevos libros -susurré.
La señorita Géiser regresó hasta nosotros con una sonrisa y comenzó a aplaudir para llamar nuestra atención. Muy bien -me miró; el encargado dice que lo siente.
Quiero que pongan atención al guía y hagan apuntes sobre cada cosa interesante que vean -miró a la multitud; deben ha-

cer un buen resumen, ya que valdrá la mitad de su calificación del semestre.
Ahora vamos a continuar -dijo la maestra. Comenzamos a seguir al guía. Melanie me prestó un cuaderno y una pluma para escribir los apuntes. Anoté lo más importante e intercambié algunos apuntes con ella y con Austin. Durante el recorrido, Melanie desapareció y, extrañamente, a los pocos minutos, la vi cerca de Erick, quien iba adelante. Austin y yo caminábamos sin separarnos, tratando de obtener un buen resumen.
Ryan llegó hasta nosotros y siguió el recorrido a mi lado, incluso lo vi anotando algo, lo cual me pareció demasiado extraño. Por momentos, hacíamos breves pausas para hacer mejores anotaciones a partir de la explicación que daba el guía.
Keysi, mira -susurró Austin, llamando mi atención y apuntando a una máquina de dulces. ¿Recuerdas cuando comíamos los dulces ácidos y tirábamos las picantes?
Han pasado más de diez años -susurré, para que nadie me escuchara.
¿Vamos? -preguntó y asentí.
Nos alejamos de la multitud hasta llegar a la máquina; Austin metió un billete y sacó algunas gomitas; abrió la bolsa y comenzamos a comer mientras regresábamos con la multitud.
Los minutos pasaban, las pausas cada vez eran más cortas y el recorrido más apresurado. Por momentos, miraba a Ryan y me sorprendía verlo escribiendo y enfocándose en cada cosa. Se le miraba muy concentrado.
Austin -llamé su atención, al ver que miraban con molestia a Ryan.
¿Por qué está tan cerca de ti? -preguntó y lo miré confundida.
¿De qué hablas?
Ha estado muy pegado a ti últimamente. Sobre todo hoy... ¿qué le pasa a ese tipo?
No había hablado de eso con él, ni tampoco con Melanie. Tal vez lo mejor era decirles de una vez; de cualquier forma, tarde o temprano se enterarían. Además, su reacción no puede ser tan mala, se supone que son mis amigos y tal vez se alegren, o probablemente se sorprendan, igual que lo hice yo.
Suspiré e hice una mueca.
Hace unos días Ryan me dijo algo que me dejó sorprendida.
Al punto Keysi -habló el pelinegro, mostrando fastidio.
Ryan me confesó que le gusto.

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