Capitulo 6 Tal vez debería darles una lección

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Respiré profundamente y volví a abrir la puerta esperando a que entrara, pero se quedó parado en la entrada.
¿No vas a entrar?
¿No piensas volver a cerrarme la puerta en la cara?
Cogí la puerta para cerrarla nuevamente, pero él la detuvo y entró; tomó asiento en el sofá, en la mesa pequeña que estaba enfrente tenía los libros que había dejado antes cuando hacía la tarea, los cuales quité; subí a mi habitación y los dejé en la cama. Cogí el material de Artes y Matemáticas y bajé a la sala, pero estaba vacía.
¿A dónde se fue?
Dejé los libros en la mesita, entré al comedor pensando que podría estar allí, pero no. Salí al patio y tampoco estaba; volví a entrar a la sala y allí se encontraba sentado como minutos antes; pero, ¿cómo? No estaba ahí hace un momento.
¿Dónde estabas?
¡Vaya! No puedo desaparecer ni un segundo, porque ya me extrañas.
Dios… no puede ser más egocéntrico.
No te extrañaba —cogí el libro de Artes y comencé a buscar las últimas páginas con las que habíamos trabajado. Solo quiero terminar con esto lo más pronto posible para que te vayas.
Sí, sí —dijo, restándole importancia. ¿Dónde está el baño?
No tenemos baño, puedes usar el jardín —no vi su expresión, pero seguro estaba enojado. Está al fondo a la izquierda.
Se fue y comencé a buscar los temas de mayor importancia, tomé asiento. Cuando regresó, comencé a explicarle algunos temas que yo consideré de utilidad; después, le pedí que me diera una explicación de lo que había entendido y al parecer no entendió nada.
¿Cómo es que no puedes entender nada? —pregunté con fastidio; son tan sencillos, fáciles y simples. Hasta un niño de diez años que ponga atención podría entenderlos —comenzó a reír. No es gracioso —dije.
Las horas pasaron y ¡Sorpresa! ¡No entendía nada! Por más explicación que le daba, si no fuera porque me encanta repasar los temas de las materias, ya me habría desesperado —excepto Educación Física.
¿Coseno de 67? —ya me estaba acostumbrando a que no entendiera nada y diera una respuesta errónea.
¿48? —eso era una pregunta, no una afirmación.
Mi paciencia aun aguanta; no quiero ni imaginarme qué pasaría si fuera a clases particulares… ya le habrían aventado todos los libros posibles.
Negué con la cabeza y comencé a hacerle más preguntas —que no respondió bien. Finalmente, al hacerle una última pregunta, respondió correctamente.
¡Al fin! ¡Después de tantas horas, un avance! Algo es algo, aunque no sé si esto lo está haciendo a propósito o realmente no entiende nada.
Mis padres llegaron con papeles, como siempre, y respondiendo llamadas, pero al notar la presencia de ese individuo, dejaron eso de lado y se presentaron, lo miraban de una manera un tanto… ¿rara? Sí, podría decir que era rara.
Para mi sorpresa, ¡incluso lo invitaron a que se quedara a cenar! ¿Por qué no solo pueden dejar que se vaya y ya?
Entonces, ¿qué dices? ¿te quedas a cenar? —mi madre, obviamente, esperaba que la respuesta de él fuera un sí, aunque afortunadamente negó a quedarse y se fue al fin, después de quitarme toda mi tarde.
Subí a mi habitación a guardar todo y meter los libros que llevaría al siguiente día al instituto. Al terminar, bajé nuevamente para cenar y escuché a mis padres hablando sobre Ryan.
…ese chico se me hace conocido, pero no recuerdo de dónde —dijo mi madre, y me miró. Keysi, ¿cuál es su apellido?
Macleane —respondí sin importancia, mientras tomaba asiento a su lado.
Ella se quedó callada por unos segundos y después gritó haciéndome sobresaltar: ¡Es el hijo de los Macleane!
¿Los de la empresa? —preguntó mi padre.
Sí, ¿recuerdas a Ray…? —pensó por algunos segundos, ¿Raymundo?
Se llama Ryan —dije mientras daba un mordisco a mi hamburguesa.
Bueno, él. Me alegra tanto que tengas ese tipo de amistades… ¿O es tu novio?
Casi me atraganto con la hamburguesa, ¿cómo se le ocurre? Tomé jugo para pasar el bocado, intenté tranquilizarme y respiré profundamente.
¿Cómo se te ocurre decir eso? Él no es mi amigo, y mucho menos mi novio; sólo estaba ayudándole porque los maestros me forzaron a ser su tutora.
Me levanté y subí indignada hasta mi habitación. Hasta el hambre se me había quitado con esos comentarios. Terminé de ver la película que dejé inconclusa en la tarde. Me acosté, proseguí leyendo, pero no terminé, lo dejé a un lado, me quité mis gafas y esperé a que el sueño se apoderara de mí.
***
La luz del sol comenzó a entrar por mi ventana, abrí mis ojos, me levanté, tomé un baño, me vestí, me hice la misma coleta —que ya me empezaba a gustar, y bajé a desayunar.
Buenos días —saludé; ambos desayunaban tranquilamente, pero al instante, mi padre se levantó para atender una llamada.
¿No puedes ponerte algo más bonito? —aquí vamos de nuevo… Puede ser una blusa, por lo menos.
Mamá —tomé asiento; esto es lo que me gusta.
¿Sabes qué? No puedo con esto —tomó un sorbo de su café y se puso de pie.
Iremos al centro comercial esta tarde, no vas a seguir vistiéndote así —abrí la boca para protestar. Pero nada, ¿entendido?
Comeré algo en la cafetería —murmuré, me levanté y subí a mi habitación; cogí mi mochila, dejé el celular a un lado y cogí mis gafas, bajé y salí hacia donde estaba el chofer.
Al llegar al instituto, me senté en el césped y al fin terminé de leer el libro de anoche; en realidad, llevaba días leyéndolo a un paso lento. El timbré sonó y corrí hacia el salón, entré y vi a Melanie abrazando a Erick, y al percatarse de mi presencia, se separaron, yo hice como si nada.
Me senté en mi lugar y unos segundos después, comenzaron a llegar todos, incluyendo al maestro.
¡Muy buenos días, alumnos!
Buenos días —dijimos algunos al unísono.
El maestro comenzó la clase; algunos seguían hablando, otros le poníamos atención y el resto no hacían nada, sí, eso era lo que hacían: nada.
El maestro salió del salón sin decir nada; la mayoría comenzó a gritar, incluso los que estaban prestando atención.
¿Cómo te fue ayer con las clases que le diste a Ryan? —preguntó Melanie. Ya no estaba molesta con ella.
Mal —negué con mi cabeza. ¡No entiende nada! Le expliqué
por muchas horas y solo terminé entendiendo una cosa.
¿Cuál?
¡Que Leonardo Da Vinci era pinto! Claro, lo entendió luego de confundirlo con Frida Khalo, Diego Rivera, Benito Juárez y la India María —Melanie comenzó a reír como si fuera lo más gracioso que había escuchado, y yo la miré mal. No es gracioso, ¡es la verdad!
¿Y cómo lo comprendió?
Porque la respuesta estaba en el libro —comenzó a reír más fuerte; no es nada gracioso —al fin, después de tanto reír, se calló y no dijo nada más.
¿Debería preguntarle si tiene alguna clase de relación con Erick?
El maestro regresó con mucho labial en su boca y el timbre sonó. La mayoría salieron corriendo, incluso Melanie.
Guardé mis cosas y me acerqué al maestro.
¿Acaso nadie se había percatado de ese detalle? ¿Tan despistados son? ¿O acaso yo soy demasiado observadora?
¿Se encuentra bien? —pregunté; él me miró algo nervioso.
Sí, estoy bien, ¿por qué lo preguntas?
Porque tiene labial en toda la boca.
Comenzó a limpiarse asustado. Salí del salón y escuché que el maestro gritó: ¡no le comentes a nadie!
Su sucio secreto está a salvo conmigo. Aunque no era no

vedad, todos sabemos que el maestro de Ciencias se ve todas las mañanas en la Consejería con la maestra de Artes del Primer grado; por supuesto, no se ven para debatir sobre una mejor manera de enseñar a los alumnos.
Llegó el receso. Melanie y yo fuimos a la cafetería; creo que, si Melanie no estuviera aquí, yo seguiría en el baño todo el receso, como siempre lo había hecho. Melanie fue a comprar, o más bien a hacer no sé qué cosa con Erick, ella había salido segundos después de que él también lo hizo, ¿qué coincidencia, no?
Comencé a repasar los apuntes de Historia; los más populares reían demasiado, volteé y me di cuenta de que yo era el motivo de la burla. Guardé mi cuaderno, cogí mi mochila y me levanté. Comencé a caminar y antes de llegar a la puerta, alguien me empujó, haciendo que yo cayera al suelo. Todos estallaron en risas.
¡Ay! ¡Pobre piso! —dijo Lindsay. No se le vayan a pegar las pulgas.
Las risas se hicieron presentes, me levanté y todos reían más fuerte.
¿Vas a llorar, nerd? Sofía hizo un falso puchero.
Todos reían, siempre era lo mismo. Pero esa vez, absolutamente todos lo hacían sin parar. Se burlaban de mí; salí de la cafetería y aún podía escuchar sus risas. Corrí hacia el baño; afortunadamente no había nadie. Me encerré en un cubículo y comencé a llorar en silencio.
¿Por qué a mí? Yo no les hago nada. ¿Acaso me hacen esto
solo porque soy seria, leo libros, soy aplicada, uso gafas y me visto con ropa holgada? Ellas se visten con escotes y minifaldas, se maquilla como payasos, y nadie les dice nada. Realmente, no me acostumbro a esto.
Me senté en el piso y cerré los ojos. Desearía que aprendieran una lección, no quiero ni deseo ser como ellos, me gusta ser yo; lo único que quiero es que me acepten tal y como soy, pero es imposible.
Solo quiero que aprendan una lección. Y tal vez una nerd es quien debería dárselas. Tal vez debería darles una lección
—seguía reflexionando.


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You Are My Nerd [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora