Capítulo 3

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Avril Lavigne - Falling Fast

Avril Lavigne - Falling Fast

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27 de septiembre 2014

Skyler

El calor de mi cuerpo ha disminuido, sus fuertes manos acarician delicadamente mis hebras doradas mientras apreciamos por la pequeña ventana de la habitación como el sol se abre paso entre la fría noche, calentándola, brindándonos luz en la oscuridad. Las personas deberían aprender del sol, aun cuando cae y la noche se apodera del cielo, él renace demostrándonos que a pesar de haber caído podemos levantarnos brillando con más intensidad.

Siento que algo se retuerce en mi alma al ser consciente de todos los días a su lado, de los hermosos momentos que hemos compartido en tan poco tiempo, duele pensar que podemos abandonar lo que tanto amamos aún sin quererlo. A pesar de anhelar permanecer a su lado, algo más fuerte tira de nosotros llevándonos hacia el inminente vacío.

―¿Qué piensas, preciosa? ―Sus labios se posan en mi sien y cierro los ojos, apenas soy consciente de que se acuesta a mi lado en la camilla, no protesto, adoro el calor que emana de su cuerpo al igual que su delicioso perfume. Pasa un brazo por mis hombros pegándome a él, dejo descansar mi cabeza en su pecho y de inmediato escucho los latidos de su corazón retumbar en mi cabeza... sus latidos me hacen sentir viva, como si su corazón estuviera conectado con el mío haciéndolo latir al mismo ritmo.

―Estoy muriendo, ¿no es así? ―Siento como su cuerpo se tensa bajo el mío y suelta una fuerte respiración, no necesito escuchar sus palabras, ya sé la respuesta... cierro mis ojos con fuerza deseando poder detener el tiempo, inconscientemente tomo su franela y la estrujo entre mis manos.

―Sí... ―Su voz es un susurro casi inexistente.

Tomo fuerzas y elevo mi mirada hacia la suya, algo punza en mi pecho al ver el dolor y la tristeza en sus ojos achocolatados, éstos comienzan a brillar por las lágrimas acumuladas y yo dejo caer mi frente en su pecho que se comienza a sacudir por leves sollozos. Levanto el rostro y beso sus mejillas para limpiar el rastro de sus lágrimas, es como si una daga se incrustara en mi pecho al sentir su sufrimiento. Al ver como su corazón se rompe y el saber que no puedo hacer nada, me llena de impotencia.

Me coloco a horcajadas sobre él y acaricio sus mejillas, me mantengo quieta un momento a causa de la falta de aire en mis pulmones, me acerco poco a poco y beso su frente para que jamás me olvide, beso sus labios para que siempre me sienta y su pecho para dejar un pedazo de mi corazón junto al suyo; uno nuestras frentes y permanecemos allí un tiempo sin hablar, sin movernos, solo sintiéndonos, dejando que nuestras almas se toquen y nuestros corazones se hablen.

―Siempre estaré contigo, ¿me escuchas?, nunca te dejaré, siempre me tendrás aquí... ―Llevo una de mis manos a su pecho donde se encuentra su corazón, beso sus labios con suma lentitud gozando de su dulce sabor, torturo su labio inferior entre mis dientes y siento como sus manos se posicionan en mis caderas, pero me detengo, pues mis pulmones piden a gritos el tan preciado oxígeno. Dejo pequeños besos a pesar de que quiero llegar más lejos, quiero sentirlo dentro de mí, quiero que me adore de esa manera tan única como solo él sabe hacerlo. Me acuesto de nuevo a su lado y cierro mis ojos rememorando aquel momento tan maravilloso, cuando me entregué por completo a él, cuando nos convertimos en una sola alma.

Rojo Carmesí © COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora