―Tú eres muy fuerte, eres mi pequeña valiente... que no le teme a nada, no se deja vencer. ―Cubre mi mano con la suya y la desliza hasta sus labios para luego besarla mientras llora con desconsuelo, ahora más que nunca quisiera tomarla entre mis brazos y decirle que todo estará bien, que saldremos juntas de esto, sin embargo mi pilar no es tan fuerte para sostenernos a ambas―, tienes muchos retos por cumplir, mi amor, y tres personas que te estamos esperando. Lucha.

Escucharla hablar de mis retos me hace saber que no estoy bien, ella nunca ha estado del todo de acuerdo con ellos, asiento levemente y la bruma vuelve a apoderarse de mi mente, aunque no sólo la bruma, con ella viene un recuerdo tan nítido que casi puedo sentir el viento en mi rostro como si estuviera sucediendo en este mismo instante...



Nueve meses antes.

La adrenalina corría vertiginosamente por todo mi cuerpo, mis piernas temblaban por la excitación de haber estado a tan sólo segundos de saltar, el chico albino a mi lado ajustó el arnés a mis caderas, sentí que el preciado oxígeno se evaporaba en mis pulmones dejándome sin aire al ver las aguas calmadas debajo de mí, una euforia danzó en mi interior como si fuera una niña que acababa de aprender a andar en bicicleta, la sangre viajó por mis venas a toda velocidad mientras mi corazón quería gritar de emoción.

En ese momento estaba en lo alto del puente de Brooklyn a punto de hacer por primera vez salto en bunge, mis amigos del alma José y Cara me observaban a unos metros con las sonrisas más sinceras que alguien me había brindado, saludé a la cámara en manos de Cara mientras mi piel fue consciente de mis sentimientos al erizarse.

El chico albino que unos segundos antes ajustaba mi arnés, me guiñó un ojo y me dio una suave palmada en el hombro, dándome a entender que ya todo estaba listo.

¡No pueden dejar de hacer esto, chicos! grité mientras la emoción burbujeaba en mi pecho―, aquí vamos. Cerré mis ojos y abrí mis brazos como si fuera a volar dejando que mi cuerpo cayera por los aires y así sentir que volaba de verdad, la brisa chocó contra mi rostro haciendo revolotear mis cabellos, mi alma voló por los aires, libre y feliz, abrí mis ojos a unos metros del agua e inconscientemente solté un grito de júbilo.

Llevé una mano a mi nariz al estar a escasos segundos de hundirme en la helada y cristalina agua, me estremecí al sentirla fría, atravesó mi ropa, noté como el arnés se tensó en mis caderas tirando de mí hacia la superficie y devolviéndome a la realidad. Quedé suspendida algunos segundos en el aire y solo pensé en una cosa:

«Amo mis retos.»

Tomo la pequeña cámara en mi bolsillo y la enciendo...

Una de las mejores experiencias, ¡Woouuu! Aprecié que mis mejillas dolían por la inmensa sonrisa que abarcaba gran parte de mi rostro―, y ahora una zambullida dije al escuchar el motor de la lancha acercarse, solté el broche de mi arnés y me sumergí en la fría agua.

Salí a la superficie e instintivamente busqué con la mirada a Cara y a José, se encontraban en el puente aún, moví mis manos en el aire para que la cámara lograra captarme, quería que todos los chicos lo vieran en el portal de internet, nadé hasta la lancha y con ayuda de un hombre de hermosos ojos amatistas, subí.

Escurrí mi cabello un poco mientras miré al hombre que me ayudó unos minutos antes, siempre he encontrado a personas que para otros son raras, aun así la realidad es que lo que te hace diferente te hace único, como aquel chico albino, ningún hombre por más que quisiera lograría tener ese cabello blanco como la nieve, ni que se decolorara el cabello mil veces. Encendí de nuevo la pequeña cámara y grabé para despedirme.

Rojo Carmesí © COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora