La presa y el cazador

137 14 2
                                    

  Tomé su brazo y recordé una vez que Alex se cortó y mi saliva cayó en su herida e hice que su herida sanara; eso fue gracias a que estaba llorando como una tonta. No sé con certeza si funcionará como aquella vez, fue un accidente. Pero aun así vale la pena intentarlo. Lamí su herida y comenzó a sanar. Suspiré aliviada y comencé a deshacer mi transformación. El crujido de mis huesos me encantaba. Mientras que mi piel de dragón comenzó a volverse humana. Desnuda, arrastre a la chica hacia la cueva. Ahí estaría a salvo. Cuando me dispuse a salir de mi escondite escuché un sonido. Había algo o más bien, alguien. Se aproximaba a una velocidad increíble. De primera intensión llené mis pulmones para exhalarle fuego a quien quiera que fuese.

  Contuve la respiración. El sonido estaba más cerca y las pisadas se sentían demasiado cerca. Tan pronto algo se asomó, exhale todo el fuego que había en mis pulmones sin percatarme de a quién o a qué le había dado.

-Vaya que eres caliente-dijo la voz conocida, era Jake.

-Jake-dije aproximándome a la entrada de la cueva mientras apoyaba una mano en las paredes de ésta.

-Y no solo eres caliente, sino que te gusta calentar a otros-dijo mientras me miraba de arriba a bajo inspeccionando todo mi cuerpo. Justo cuando pronunció esas palabras y me miró de tal forma, una brisa abrazó mi cuerpo y fue entonces que recordé que... estaba desnuda. Me tapé el cuerpo tan rápido como pude con mis delgadas manos. El calor creció en mis mejillas, era inevitable.

-¡Deja de mirarme! ¡Pervertido!-exclamé para que dejará de observarme detallada y detenidamente. Sus labios se curvaron en una media sonrisa. Sádico. Maldito. Pensé. Pero en lo mas profundo de mis pensamientos, sexy, estaba entre ellos. Iba a gritarle una vez más, pero fue muy tarde puesto que se quitó la chaqueta que traía puesta y me la lanzó para luego darse vuelta.

-Ponte eso por ahora-dijo serio. No había ni un pequeño tono burlón en su habla. Podía haber llevado una sonrisa de diablo hace medio segundo, pero su voz no reflejaba eso. Retrocedí dos pasos hacia los adentros de la cueva y me puse la chaqueta. Me quedaba grande y su olor estaba impregnado en ella. Era un olor delicioso, de esos que quieres estar oliendo todo el día, así de adictivo.

Me aproximé a la entrada de la cueva. Ahí estaba él. Observando cada detalle de lo que nos rodeaba. Se percató de mi presencia y volteó a verme. El azul de sus ojos brillaba intensamente, se podían ver destellos en sus ojos claros. Pero muy en el fondo se veía la preocupación. Aunque se demostraba sereno, yo sabía que no lo estaba. Su intranquilidad se notaba o al menos yo la noté.

-Hay que movernos-pronunció firme.

-¿Qué hacemos con la chica?-pregunte con un pequeño tono de preocupación en mi voz.

-Dejémosla. Intentaron matarla contigo, ¿no? Ella sabrá que hacer cuando esté consciente-dijo con desinterés, como si se tratara de un perro realengo.

-No la podemos dejar así nada más-dije exasperada. Éste solo me miró y suspiró. Volvió a observar el alrededor y fijó su mirada en mí.

-Entonces quédate a cuidarla mientras tanto.

-¿Qué?-pregunté atónita.

-Volveré al rato-dijo mientras corría hacia los arbustos.

Genial. Ahora estaré sola. Bueno, con la que se suponía me mataría. No entiendo como pasó todo esto de que me encargara de ella. Agh.

Me di la vuelta para volver a entrar a la cueva donde yacía la chica. No di ni tres pasos y... ¡Bam!

Algo impactó mi cuerpo. Caí al suelo y me sentí fría, por primera vez en mucho tiempo. Bajo mis costillas, en el lado izquierdo, ahí fue donde me impactaron. No vi opciones, pues solo en ese punto me podían dar, puesto que los disparos no continuaron. Comencé a arrastrarme por el suelo hasta poder llegar a la cueva. Error. Estiré el brazo y una bala atravesó mi mano. Grité tan fuerte que mi ubicación ya no era un secreto. Me enfureció el francotirador que andaba asechándome y jugando conmigo. En el mismo suelo me deshice de la chaqueta de Jake y comencé a transformarme. La hoguera en mi garganta era inminente.

Cuando terminé lancé un rugido al aire y batí mis alas. Iba a matar a ese desgraciado. Gracias a los dos disparos, su ubicación tampoco era un misterio. Volé hasta donde se suponía que estaba, pero el no tan astuto dejó huellas. Era mío. Me disparó una vez más en la cara y entonces lo vi. Mi odio reflejaba miedo en sus ojos. Pero ya era demasiado tarde. Rompió a correr el tembloroso chico y los seguí. Volé y aterricé encima de él. Su cuerpo barrio el suelo con el impacto. Estaba entre mis garras. Sacó un cuchillo pequeño e intentó apuñalarme. No funcionó. Habiamos invertido papeles. Abrí mi hocico y agarré su cabeza y aun consciente se la arranqué.

Los Siete Pecados CapitalesWhere stories live. Discover now