—Emm, no puedo... Verás, no tengo ropa.

—Compartiré mi ropa contigo —le informé—. Ya luego podrías pedirle algo de dinero a mi papá. Él te dirá que sí puesto que está bajo el efecto de tu magia.

—Buena idea. Oye, Anthony, muchas gracias por compartir tu ropa conmigo.

Theo se levantó de la cama, para después acercarse a mí, y sin decir nada, me abrazó.

«Chico irritante, pero agradecido» —pensé, sintiéndome cómodo.

Mientras Theo se duchaba, yo decidí colocar algo de ropa sobre la cama. Camisas de distintos colores y estilos, todos al contraste con la sábana blanca. Además, quise agregar tres pantalones.

—¡Cielos, Anthony! —exclamó Theo—. Tienes mucha ropa.

—Bromeas, solamente tengo lo necesario.

Theo titiritaba de frío. Algunas gotas de agua descendían por su cabello. Una toalla cubría su desnudez, pero me fue imposible no mirar su abdomen marcado, y esa piel casi tan blanca como la toalla que lo cubría.

«Theo, sí que estás sexy» —pensé en decirle eso, pero no me atreví.

—¿Camisa sin rayas o a rayas? —le pregunté, quizá ruborizado.

—Sin rayas —respondió sin más.

—¿Blanca o negra?

—Me quedaré con la camisa blanca.

—Ok, Theo. Ahora debes elegir un pantalón.

—Quiero ese. —Señaló la prenda de color negro.

—Listo —comuniqué—. Ahora te prestaré un par de zapatos, y ropa interior.

—Anthony. —Theo dijo mi nombre con evidente ternura—. Te lo agradezco mucho.

Su atuendo estaba bien, pero sentí que algo le faltaba, entonces le obsequié una gorra de manchas camufladas.

Supe que había completado la difícil tarea de vestir al chico de mis sueños.

Antes de ir con Marisa, quise pasar a la tienda del centro, pues consideré necesario llevar algunas cosas para el desayuno.

Dentro la tienda, Theo caminaba a mi lado. Él sin dejar de sonreír escondía sus manos en los bolsillos. Además, pude notar que esa gorra que le di le quedaba bien.

Dentro de una canasta, había varios productos que elegí minuciosamente. Una botella de jugo —cuya marca nunca había probado—, unos panecillos de especias, y una pequeña bolsa de café.

Mientras recorría el pasillo —revisando que no faltase nada—, pude notar a Theo algo preocupado.

—Theo, ¿estás bien?

—Sí —musitó, cabizbajo.

—No parece, luces preocupado.

—La verdad, mi mayor preocupación en este momento es que no veo Blossom Sparks por ningún lado.

—¿Y por eso te pones así? —Lo miré de reojo—. Eres patético, mi querido Theo.

—Vaya. —Se sorprendió—. Entonces ya soy querido. Eso es un avance, mi queridísimo Anthony.

—Cállate —bufé—. Mejor dime, ¿qué se te antoja para comer? Y espero que no sea ese cereal al que eres adicto.

—Quiero chocolates rellenos de mora, también soy adicto a ellos.

—Pero apenas probaste tu primera caja en la madrugada —cuestioné a propósito—. ¿Cómo puedes ser adicto?

—No lo sé, pero quiero chocolates.

Volverá la primaveraOnde histórias criam vida. Descubra agora