Capítulo V

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Capítulo V

Al día siguiente, luego de terminado un desayuno en el que reinaba el silencio y la preocupación, Lady Loughty se subió al carruaje seguida de su sobrina, de Elise y por ultimo del hijo menor de Lady Orwell.

Joshua y ella hablaban suavemente para evitar precisamente que sus voces alteraran a la pequeña Lady Ravencroft.
Elise se pasó gran parte del viaje preocupada por Georgiana, de su palidez poco sana, de que pareciera que en cualquier momento desfallecería frente a todos. Luego de un tiempo en el que se percató que las manos de ella no paraban de moverse, las tomó entre las suyas y Lady Ravencroft se aferró a ella y no la volvió a soltar hasta que no lograron vislumbrar en la oscura lejanía las tierras de Joseph Orwell.

La propiedad era basta y se notaba a leguas que la tierra era rica ya que los rosales que adornaban la entrada hacia la casa se notaban muy fuertes, capaces de soportar la más cruda helada.

Hundiéndose en su abrigo Elise bajó después de Georgiana, se paró a un costado y realizó una inclinación de cabeza al hombre que tenía frente a ella, este le correspondió, luego el mayordomo extendió una mano y con una venía exclamó:

—Sean bienvenidos a la residencia de Lord Orwell.

Joshua con su porte algo descuidado se adelanto y estrechó la mano con el mayordomo con una sonrisa.

—Muchas gracias, Lawrence, ¿Cómo se encuentra mi hermano?

—No se preocupe Señor Orwell, su hermano se encuentra en perfecta condiciones más allá de un par de rasguños. Y Lord Ravencroft en estos momentos descansa en la habitación principal.

Terminado ese intercambio de palabras, recorrieron un camino de piedra adornado a los costados con margaritas. El calor de la casa los envolvió derrepente y Elise soltó un pequeño escalofrío por el gran cambio de temperatura.

Lawrence los guió hasta la sala de visitas. Elise se acomodó en sillón junto a Georgiana, que tomándola del brazo, se aferró a ella como un ancla.
Joshua se excusó para ir a hablar con la ama de llaves para prepararles las respectivas habitaciones a las tres mujeres y por un segundo se quedaron ellas en silencio.

El mayordomo ingresó en la habitación, las tres se pusieron de pie y haciendo una reverencia saludaron al hombre que ingresó después.

—Lord Orwell, que gusto volver a verlo —La marquesa se acercó a él con una mirada maternal. Lord Orwell, con una pequeña sonrisa en sus facciones algo toscas, beso el dorso de la mano de la mujer frente suyo—, tanto tiempo sin vernos, ¡mira hasta estas más moreno!

Este sonrió.

—Mi padre había dejado descuidada está propiedad. Había mucho que hacer en esta vieja casucha abandona.

—¿Abandonada?

Elise balbuceó con el sueño fruncido, totalmente indignada. Tantos años viviendo en ese pequeño cuarto al lado del horno de hacer pan, sufriendo quemaduras, frío y hasta la lluvia que se colaba por las maderas del techo; para escuchar después de unos años que tanta majestuosidad fuera abandonada de una manera tan egoísta. Simplemente aquello no lo comprendía.

Lord Orwell dirigió su mirada a ella de un modo algo brusco.

—¿Disculpe?

Ella elevó sus ojos oscuros a él aterrorizada al ver que él, efectivamente, la había escuchado.

—Joseph —intervino Georgiana, esté dirigió sus ojos oscuros como dos témpanos hacia la hermana de su mejor amigo, Elise vio como este cambiaba su semblante a uno de ternura y se acercaba a su amiga para tenderle una mano. Esta le esquivó el gesto y se arrojó a sus brazos como hacía tiempo que no hacía—, te he extrañado tanto, te imploro que no vuelvas a abandonarme de esta forma.

Cánteme, EliseWhere stories live. Discover now