Él es un narcotraficante.
A él lo vendieron en una subasta.
Ambos se unieron por el cosas del destino, pero en este mundo no puedes enamorarte.
"En este mundo, hijo, hay 3 reglas.
1-Cuida tu espalda
2-No confíes en nadie
3-No te enamore...
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-Hola Fer- Habló David cuando vio al hombre entrar por la puerta.
-Hola Nene- Lo saludó de vuelta.
Después de que ellos tuvieran el primer encuentro, Fernando había prometido que cuidaría más de David, le había dicho que vendría a verlo a diario, ya que sabía que ha Zeus no le importaba, porque él pagaba.
David había tomado confianza con él, se habían convertido en bueno amigos, David estaba muy agradecido con él, lo había estado salvando de muchas cosas, de muchos hombres, nunca lo olvidaría.
-Hoy te traje algo- Cerró la puerta a sus espaldas mientras mostraba una caja negra de regalo, caminó hasta la cama donde estaba David y se la entregó, David la tomó agradeciendo, quitó cuidadosamente el papel de la caja y la abrió revelando un hermoso IPhone rosa
-¿Un celular? - Dijo.
-Sí, es para que estés comunicado conmigo, necesito que lo cuides muy bien, nadie debe de verlo ¿Okey?, solo tienes mi número guardado, pero no necesitas más- Tomó las manos de David entre las suyas -Cualquier cosa, no importa que tan pequeña sea, cualquier cosa que te pase o que necesites, quiero que me llames ¿está bien? - Dijo mientras mantenía el contacto visual con el menor.
David sonrió y no dudo en lanzarse a Fernando en un abrazo, aferrándose a su cuello, Fernando tardó un poco en reaccionar, pero aun así pasó sus brazos por la pequeña cintura de David.
-Gracias- Susurró David y Fernando sonrió.
Tal vez él también se había enamorado...
-No es nada Nene-
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Zeus no daba más de sí mismo, estaba seguro que entraría en la locura si seguía así, su mente lo seguía atormentando, día y noche, tenía bolsas negras debajo de sus ojos, no dormía mucho gracias a las pesadillas que tenía diariamente.
Tan encerrado en su mundo que no notaba que los sollozos de David varias noches no sonaban, pero para él su conciencia los repetía una y otra vez, como una grabación rayada, clavando cada vez más la estaca en su corazón.
