Mucho más de lo que yo creía

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—Volviendo a lo del trabajo, hablo en serio. Sólo tienes que pedirlo y tendrás una oficina tan linda como esta —agregó.

—Eso depende, ¿tendré que llamarte Sr. Welles, hablar con una dulce vocecita y ser extremadamente desagradable con tus invitadas?

—Si haces todo eso tendrás beneficios extra —bromeó.

—¿Acostarme con el jefe? No, gracias.

Se puso de pie. —Estás equivocada, yo no mezclo negocios con placer. Aunque tal vez pueda hacer una excepción contigo.

Me pregunté si acaso me estaba coqueteando o simplemente era así con todas. Por suerte para mí en ese momento entró su secretaria, así que no tuve que seguirle la corriente. La mujer depositó la bandeja en una mesa de apoyo y se retiró de nuevo.

Ethan se acercó y llenó dos tazas. Me ofreció una y acepté, cargándole luego un poco de azúcar.

Sacó un grupo de carpetas de un estante y las colocó sobre una mesa de reuniones que había en un espacio al costado. Corrió una silla y me invitó a sentarme a su lado.

—Aquí están los contratos firmados hasta ahora, puedes revisarlos uno por uno cuantas veces quieras. Todas las firmas están certificadas por los escribanos así que no debería haber razón para que dudes de su autenticidad —por lo visto aún seguía un poco molesto porque lo traté de mentiroso.

—Gracias —tomé los folios y comencé a revisarlos. Él volvió a ocupar el asiento detrás de su escritorio y continuó con lo que estaba haciendo antes de que yo llegara.

Llegada la hora del almuerzo aún me faltaba revisar unas once carpetas. Eran como cincuenta en total. El espacio que estaban adquiriendo iba a ser mucho más amplio de lo que yo había esperado. Todos los vecinos que pensé que no venderían figuraban allí. Con todos se había llegado a una especie de acuerdo económico. Por eso Ethan se mostraba tan insistente conmigo. Si yo no vendía, ¿tendría que suspender el proyecto?

Se acercó a mí, un poco pasada la una de la tarde. Estaba cerrando la última carpeta cuando él se sentó a mi lado.

—¿Qué piensas? —preguntó al ver mi expresión de preocupación.

—Esto es mayor de lo que creía... —tuve que admitir.

—Lo sé, por eso te pedí que vinieras. Sé que crees que sólo es el capricho de un chico rico que está aburrido y quiere fastidiarte. Pero, la verdad, es que hay todo un proyecto aquí. —Giró mi silla hasta ponerme de frente a él—. Jackie, llevo al menos dos años estudiando la zona, hice varios estudios de mercado, de economía y crecimiento poblacional para asegurar la viabilidad del proyecto.

No sabía qué decir así que desvié el rostro hacia un costado. Él tomó con delicadeza mi mentón y lo giró de nuevo al frente, se acercó lo suficiente para que no pueda volver a desviar la mirada.

—Necesito que entiendas, —continuó— que hay mucha gente detrás de esto. Pasé meses reuniendo inversores, convenciéndolos de que en realidad este centro comercial pasará a liderar el mercado, yo mismo llevo invirtiendo demasiado tiempo y dinero para que esto salga como debe. Y no es sólo eso, se dará trabajo a 5.000 personas sólo para la construcción y a otras 15.000 una vez que se haya habilitado.

Sentí que mis ojos iban a llenarse de lágrimas. No quería vender, no quería hacerlo por nada del mundo. Él pareció percatarse porque de repente tomó mis manos y las entrelazó con las suyas.

—Lo entiendo, —dijo— entiendo perfectamente que no quieras despegarte de tu casa. Y no quiero sonar insensible, pero, Jackie tienes que entender que esto es más grande y hará un enorme bien a la comunidad. Estoy en contacto constante con varias ONG para lograr que se priorice la contratación de personas en desventaja social. Se organizarán cursos de capacitación para quienes no hayan terminado la secundaria y se buscará la reinserción laboral de ex presidiarios y personas con discapacidad. Ey —dijo cuando vio una lágrima caer por mi mejilla—. No quiero hacerte sentir así, sólo espero que lo entiendas y vuelvas a pensar en mi propuesta. Sé que pude sonar arrogante las veces que dije que estaba seguro de que venderías, pero la verdad es que estoy tan abocado a este proyecto desde hace tanto tiempo que pensé que podría hacer que los demás lo vean con los mismos ojos con que lo veo yo.

Asentí.

—Volveré a pensar en tu propuesta —fue todo lo que se me ocurrió decir.

Él me mostró una sonrisa tranquilizadora y nos pusimos de pie. Me limpié el rastro de lágrima que me quedó en la piel y me despedí de Ethan, quien me invitó a almorzar antes de retirarme, pero lo rechacé educadamente. Tenía muchas cosas en qué pensar, así que me fui lo antes posible.

 Tenía muchas cosas en qué pensar, así que me fui lo antes posible

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