Él meditó un momento.

—Está bien, entiendo. Pero no te creo.

Lo miré incrédula.

—¿Qué es lo que no me crees?

—Que no se trate del precio. Llevo años en los negocios y entiendo perfectamente cómo se maneja este tipo de situaciones. Así que pon tu precio y ya.

—Ahora eres tú el que me está haciendo perder el tiempo a mí —dicho esto me dirigí tras el mostrador y comencé a ordenar los papeles que estaban encima, buscando que se canse y se vaya.

Él se acercó como intentando elegir las palabras correctas.

—¿Sabes lo que dicen de mí, Jacqueline? Que no es fácil decirme que no.

Lo ignoré por completo.

—Está bien, por ahora te dejo en paz, para que pienses en mi propuesta. Piensa en un monto y me lo dices, llegaremos a un acuerdo. Volveré mañana.

Cuando estaba llegando a la puerta lo detuve.

—Ethan, no te molestes en volver ¿sí? Cuando digo que no voy a vender, estoy hablando en serio.

—Nos vemos, piénsalo —contestó y salió.

No podía creer su terquedad, así que en la hora del almuerzo le toqué el tema a Trisha.

—Seguro es un niño rico que no está acostumbrado a que se le diga que no —se encogió de hombros.

—Debe ser, pero si es cierto que los demás vecinos están vendiendo, no se detendrá.

—¿Y qué hay del viejo McKeen? No vendería su casa ese cascarrabias.

—Tienes razón, tal vez sólo dijo eso para intentar convencerme.

—Eso es casi seguro.

Me quedé más tranquila después de esa conversación.

Pero Ethan volvió al día siguiente, unos minutos antes del mediodía. Trisha y yo estábamos juntas en el salón, ya que ella había terminado sus pendientes del taller, cuando él cruzó la puerta de entrada.

—Buenas —saludó con una sonrisa.

—¡Vaya, y qué buenas! —me dijo por lo bajo Trisha, haciéndome reír.

—Es él —le susurré— Ethan Welles.

Ella me lanzó una mirada como diciendo "no me dijiste que era TAN lindo".

Ethan llegó hasta nosotras y se presentó ante Trisha.

—No nos vimos ayer. Ethan Welles —dijo y le extendió una mano.

—Trisha Borton —contestó ella devolviendo el suave apretón.

—¿Y bien? —inquirió dirigiéndose a mí—. ¿Cambiaste de opinión?

—Para nada.

—Eso pensé, así que vengo a invitarte a almorzar.

Lo miré sorprendida. —¿Acaso bromeas?

Él negó con convicción. —Una buena manera de cerrar negocios es almorzar con mis clientes. ¿Qué dices? —Preguntó esta vez a Trisha— ¿Puedes cubrir su puesto por unas horas?

—¡Claro! —contestó ella, ignorando la mirada asesina que le lancé.

—Perfecto, ¿me haces el honor? —inclinó las manos hacia la salida.

Estaba atónita.

¿En qué momento me metí en un lío como este?

—Espera, espera —me interrumpió cuando empezaba a moverme—. ¿No vas a cambiarte para salir?

—No, ¿qué tiene de malo mi ropa?

—Nada, absolutamente nada... para atender tu taller de carpintería, pero tú vas a salir a almorzar conmigo. Iremos a un restaurante y...

Estaba empezando a ofenderme por su comentario hasta que Trish comenzó a asentir.

—Sí, sí. Él tiene toda la razón. ¡Espera aquí Ethan! —Le dijo— Su casa está en el fondo, volvemos enseguida.

Y me estiró del brazo hasta llegar a casa.

—No puedo creer que me estés haciendo esto —me quejé, mientras ella revolvía mi ropero buscando algo ideal.

—¿De qué hablas? ¿Acaso no ves que es realmente guapo?

—¿Y qué hay con eso? ¿Acaso no ves que es un engreído?

—A mí me pareció muy agradable —se excusó al momento en que sacaba una pollera que no usaba desde hacía tiempo.

—No voy a llevar eso —me apuré en avisar.

Puso una cara de decepción y en su lugar me pasó un pantalón de vestir con una blusa delicada.

—Eso está mejor —me cambié en un segundo y mientras tanto ella me colocó unos pendientes y una pulsera. Soltó mi cabello y me pasó un peine mientras sacaba mi maquillaje del cajón. —
¿No es un poco exagerado? —protesté.

—Sólo te pondré un poco, seguro te llevará a comer al puerto. Todos los lugares ahí son elegantes y debes estar a la altura —explicó y me arregló rápido. —Ahora sí —sonrió satisfecha y volvimos a la tienda, pero Ethan ya estaba esperando afuera.

Se sorprendió un poco al verme, pero no hizo ningún comentario y sólo me abrió la puerta de su limusina.

Él subió a mi lado y el coche se puso en marcha. Por alguna razón me sentí nerviosa, por lo que me fui mirando por la ventanilla casi todo el camino.

—Te ves bien, Jackie —dijo después de un rato. —Supongo que puedo llamarte Jackie.

—Gracias, siempre que no me llames "Jasmine" —contesté entre risas, y él rió también.

—Lo siento por eso.

—No te preocupes.

—Tú me llamaste Ian.

—Bueno, te lo merecías.

—Entonces, ¿estamos en paz? —preguntó, extendiendo su mano.

—Estamos en paz —respondí su gesto. Su mano era cálida y su sonrisa también. Me obligué a desviar la mirada.

 Me obligué a desviar la mirada

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Casa NO en venta (completa✔)Where stories live. Discover now