24.- Capítulo veinticuatro

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Dos meses habían pasado desde que Viktor había traído a la pequeña Alina a casa. La niña era un total misterios, no había querido contar nada acerca de su familia o de cómo había llegado a Ravensbrück, a pesar de ello, la pequeña; a la que todos nombraban Ali, era una niña muy dulce, servicial y una muy buena compañía.

El bebé de Alina y Viktor había sobrevivido a la enfermedad de su madre. Alina tenía que guardar reposo hasta que diera a luz, así que Ali era la que todas las tardes estaba con ella, haciéndole compañía. Alina le había tomado mucho cariño a Ali; el encontrase solas todas las tardes, esperando la llegada de Viktor, había hecho aun más fuertes los sentimientos de Alina por la niña.

Frederick y Sylvia se habían marchado de la casa un día después de la llegada de Ali. Frederick no estaba nada de acuerdo con la estadía de la niña en esa casa. Temía mucho por la vida de su mejor amigo y de Alina. Aun cuando los amigos se reconciliaron, Frederick se reusó a volver a vivir con Viktor.

Sylvia, después de partir con su novio, visito todos los días a Alina, hasta que estuvo recuperada. Ahora solo iba una vez a la semana para revisar que el embarazo de Alina estuviera bien.

Al llegar a casa Viktor siempre corría a saludar a su mujer y a Ali, antes de bajar y preparar la cena para los tres, luego juntos cenaban en la habitación. Al principio Ali, dormía en su propia habitación, pero por las noches se adentraba en la habitación de la pareja, llorando y diciendo que tenía horribles pesadillas. Desde entonces dormían los tres juntos.

Alina había dormido mal esa noche, así que a las doce de la tarde, aún se encontraba dormida. Era un día lluvioso de agosto, una luz gris entraba por las ventanas, relámpagos y truenos llenaban el silencio de la casa. Un gran trueno y una patada del bebé hicieron que Alina despertara. Se sentía muy cansada, los ojos le pesaban, volvió a recostar la cabeza en la almohada. Un ruido en la parte baja de la casa llamo su atención y la mantuvo despierta un momento más. ¿Dónde estaba Ali?

— Ali — Gritó Alina.

Esperó un momento, pero la pequeña no respondía, volvió a gritar justo cuando un gran trueno se escuchó. Al ver que Ali no respondía decidió levantarse y acercarse un poco a las escaleras y volver a intentar llamarla.

Se levantó con mucho cuidado y lentamente caminó hasta la puerta. Alguien estaba abajo, y de eso estaba segura, estaba a punto de legar a las escaleras cuando escucho la voz de la pequeña Ali.

— Si, ella se encuentra bien, ahora está durmiendo.

¿Con quién hablaba? Alina esperó un momento, esperando escuchar alguna otra voz, pero nadie contestó.

—Yo le hablaré si hay algún cambio.

El sonido del teléfono colgándose, hizo entender a Alina el porqué no escucho a nadie más. ¿Por qué no había escuchado sonar el teléfono?

Ali salió del salón.

— Ali, ¿Quién llamó? — preguntó Alina. Ali miró hacia arriba y la expresión de su cara cambió.

—Pero que haces parada, el señor Viktor dijo que no podía ponerse de pie. — Ali corrió escaleras arriba y ayudo a Alina a llegar a su cama. — El señor dejó el desayuno hecho, ¿quieres que te lo suba?

—Si, muchas gracias. — Ali caminó hasta la puerta. — ¿Quién llamó, Ali? —volvió a preguntar Alina antes de que la niña saliera de la habitación.

—Fue el señor Viktor, preguntando como había amanecido.

La niña sonrió antes de salir del cuarto.

Viktor había tenido un día agotador, necesitaba con urgencia llegar a su casa y abrazar a Alina. Ese día había sido de los peores, había matado a seis personas y su conciencia pesaba sobremanera.

Tres de ellas habían sido delincuentes: una había matado a sus hijos, a su pareja no le gustaba el ruido que hacían, así que para tenerlo feliz, los asesino. Las dos ayudaban a prostituir mujeres con los soldados que las requerían.

Las otras tres mujeres solo tuvieron mala suerte, por más que Viktor intentara salvarlas, no podía protegerlas a todas. Frederick se encontraba peor que Viktor, a él le habían asignado la supervisión de la cámara de gas. Muchas veces le había tocado esa tarea, pero nunca con tantos niños.

Esa mañana había arribado un tren con nuevo cargamento, Frederick imaginó que en el vendrían todos los pequeños de tres orfanatos judíos. Entre bebés, niños y adolescentes, se llenó cinco veces la cámara.

Pasadas las tres de la tarde una carta de la madre de Viktor arribó al campo, él no tenía ganas de abrirla pero por más que no le gustara, era su madre.

Tu padre ha muerto de un ataque al corazón, espero puedas venir pronto.

Con amor, mamá

Viktor, volvió abrir el sobre esperando ver una carta más extensa dentro de el, pero no había nada. Su madre siempre había sido una mujer muy expresiva, y esa carta tan falta de sentimientos, y más aun avisando un hecho tan triste, le preocupo.

¿Su padre muerto? No lo podía creer, apenas unos meses atrás lo había visto y se veía saludable. Aun cuando su padre fuera el que lo hubiera enlistado a la SS, Viktor no le guardaba ningún rencor, él prefería quedarse con la imagen del hombre que le curaba las heridas de niño, o el que le ayudaba a estudiar algo que no entendía, ese que lo arropaba de noche y lo besaba antes de dormir.

Quería despedirse de él, pero como ir a Cottbus, sin dejar a Alina sola.


Quería despedirse de él, pero como ir a Cottbus, sin dejar a Alina sola

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En el corazón de un AlemánWhere stories live. Discover now