14.- Capitulo catorce

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El doctor Schneider había salido desde muy temprano con rumbo al hogar de un oficial, su mujer daría a luz a gemelos y era urgente su presencia. Él como buen anfitrión le había dado todo lo esencial a Alina, le prestó varios libros para entretenerse, pero ese día ni el poder que tenían los libros sobre ella logró ocupar su atención, la preocupación la llenaba completamente.

Se enteró gracias al doctor que Viktor había tenido una cena en casa de Gibbs, le molestaba un poco el saber que había tenido que interesarse a través de alguien más y no de el propio Viktor. También se encontraba preocupada, todas las mañanas recibía una llamada de su novio y ese día ya eran las dos de la tarde y no tenía ni una noticia de él.

Cuando la preocupación pudo más, tomó la decisión de salir de su escondite y caminó hasta el teléfono, el doctor tenía una lista a un lado de su teléfono para emergencias, visualizó el teléfono de casa de Viktor y tras un suspiro lo marcó, esperó, y cuando pensó que nadie le contestaría y estaba lista para colgar, levantaron el teléfono.

—¿Hola? —contestó la señora Ebba.

—Hola, buenas tardes, ¿se encontrará el Standartenführer Schultz?

—No se encuentra, ¿gusta dejar algún recado?

—No muchas gracias.

Hubo un momento de silencio en el que pensó que la señora Schultz había colgado, pero después de un segundo la señora volvió a hablar y ahora con un tono muy diferente en la voz.

|—¿Alina, eres tú? — La pobre joven no supo si soltó un grito o si fue capaz de frenarlo a tiempo, pero el teléfono resbaló de sus manos.

El cerebro de Alina comenzó a trabajar a mil por hora, sabía perfectamente que no podía admitir la verdad, a pesar de estar hablando con la madre de la persona que le estaba salvando la vida, tenía por ciencia cierta que su suegra no compartía los ideales de su hijo y que si ella supiera la verdad no dudaría ni un segundo en llevarla hasta la Gestapo.

—¿Perdón?

—Te contesté muchas veces el teléfono niña, sé que eres tú- susurró.

—Se está equivocando de persona, señora.

—Te advierto que si vuelves a buscar a mi hijo yo misma te llevare hasta la cámara de gas, ¿me entendiste? —colgó sin esperar respuesta.

Se quedó helada con el teléfono pegado a la oreja unos minutos, el impacto de las palabras que esa mujer le había dicho fue descomunal ¿Cuándo, la señora que tantas veces le había ofrecido galletas y que le había dicho que sería la mejor esposa para su hijo, había empezado a odiarla tanto como para llevarla ella misma a la muerte?

Llevó su mano hasta la boca para amortiguar el sonido de sus sollozos. En ese momento otro miedo se instaló en el interior de la joven, si algún día lograba salir de este infierno, y si en el mejor de los casos los padres de él se retractaran ¿tendría el valor suficiente para perdonarlos?

El sonido de un coche en la entrada llamó su atención, corrió hasta el escondite, cerró la portezuela cuando la puerta de la entrada se abrió y un gemido de dolor se escuchó. No pudo adivinar quien era, pero se escuchaba muy mal herido y buscaba al doctor, cuando el desconocido se dio cuenta que no se encontraba en casa fue y se echó sobre el sofá, la respiración de Alina se volvió agitada, tener a alguien en la casa le daba mucho miedo, ¿y si era un soldado? No estaba segura y no planeaba averiguarlo.

Las horas pasaron y los gemidos de dolor de la persona que estuviera ahí cesaron, pero la joven sabía que aún se encontraba dentro de la casa. El doctor llegó, pudo escuchar sus pisadas desde que entró a la casa, escuchó su voz al revisar al paciente, y había tenido razón al no asomarse, resulóo que si era un oficial.

En el corazón de un AlemánOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz