16.- Capitulo dieciseis

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Ebba tenía miedo. Miedo a que sus sospechas fueran ciertas. ¿Qué haría si fueran se hicieran verdad? Su marido insistía en volver a Cottbus; Nuestra visita se ha alargado demasiado, Viktor necesita su propio espacio. Repetía constantemente Herman. Pero Ebba no podía irse, no hasta averiguar si sus pesquisas eras ciertas al pensar que Alina era la madre de su nieto.

Cuando Ebba le había contestado la llamada, pensaba que ella era quien lo buscaba, jamás pasó por su cabeza el imaginar que Viktor pusiera en riesgo su puesto y vida al tener una relación con ella, y mucho menos en tener un hijo con alguien con quien estaba prohibido.

¿Dónde la tendría escondida? ¿Podría tener el valor en preguntarle directamente por ella? ¿Quién más sabría de esto?

Dos días después de enterarse que su hijo serio padre, aun persistía en sus vanos intentos por sacarle información a Viktor sobre su pareja, pero sin resultados favorables.

Ebba se encontraba en un momento de desesperación. No se engañaría más, por más que lo negara, sabía que Alina era la madre de ese niño. Ella había sido testigo del amor que se profesaban esos dos jóvenes y conocía lo suficiente a su hijo para saber que su amor no era pasajero. Tomó la decisión de sacarle de la cabeza a Alina a como diera lugar, no le importaba que medidas usar, fue hasta su habitación y tomó un pedazo de papel y una pluma; comenzó a escribir.

Dejó la pluma y leyó de nuevo la carta que había escrito, era indispensable que diera resultado, no podría soportar una perdida así de nuevo. Fue ella misma a dejar la carta a la oficina de correos, al regresar comprobó que su marido no estuviera en casa y que su hijo aun no llegara de trabajar, fue hasta hasta su cuarto y sacó una pequeña caja del fondo de su maleta: La abrió y tomó entre sus manos la pequeña prenda que dentro había.

—Pronto te recuperare * (amor mío) —Dijo Ebba, mientras abrazaba con fuerza la pequeña prenda.

Viktor llegaba a su casa después de ir a visitar a Alina, llevaba una semana desde que su madre había descubierto lo del bebé, los primeros días seguía tratando de averiguar quién era la madre de su nieto, pero afortunadamente había cesado en sus intentos que habían sido en vano.

Subió hasta su habitación: se desnudó y tumbó en la solitaria cama. Extrañaba tanto dormir junto a Alina, necesitaba sentir su calor, necesitaba tocarla sin la vigilante mirada de Otto cerca, necesita hacerle el amor. Pero eso sería imposible si sus padres no terminaban por irse. Se durmió al poco rato.

Despertó con el sonido de un golpe seco, se levantó, tomó su arma y salió del cuarto a hurtadillas. Su madre Había dejado caer accidentalmente su valija por las escaleras.

—¿Qué pasa? —preguntó Viktor bajando su arma.

—Lamento el escándalo, tesoro, he intentado bajar mi maleta yo sola, pero se me ha caído —respondió Ebba sonriendo dulcemente.

—¿Por qué has bajado tu valija? —volvió a preguntar Viktor. Dejó que la esperanza floreciera en su interior.

—Nos iremos hoy después de desayunar.

¡Si! Pensó Viktor entusiasmado. Como buen hijo ayudó a su madre a cargar las maletas y dejarlas junto a la puerta, después subió y ayudo a su padre a bajar las suyas.

Desayunaron felizmente, Viktor dejó que su padre hablara de los ideales de Hitler sin molestarse, para su propia impresión estuvo de acuerdo con él en todo. Qué más da pensaba Viktor, se irán y pasarán meses si no es que años para que los vea de nuevo.

Cuando por fin llegó la hora de su partida, se despidieron en el umbral de la puerta. Viktor tenía que ir al campo, había telefoneado más temprano, excusando su tardanza.

—Cuídate mucho, cariño —le dijo su madre abrazándolo con fuerza.

—Sigue como hasta ahora, enorgulleciéndonos enormemente. —le dijo su padre, dándole unas palmadas en el hombro.

Jamás seré como ellos se dijo Viktor cuando vio partir el coche que llevaba a sus padres regreso a casa.

Llegó al campo imaginando que no habría nada que opacara su feliz día; sus padres por fin se habían marchado y podría llevar a Alina de vuelta a casa.

No podría haber estado más equivocado al pensar que siendo un Standartenführer de la SS, pudiera haber tenido un día feliz.

Era día de selección, no había nada que detestara más que el maldito día de selección. ¿Cómo podía escoger entre gente inocente, quien moriría?

Todas las mujeres de las barracas 3 y 5 hicieron fila delante de él: comenzó a caminar entre ellas, tratando de controlar las expresiones de su rostro, no podía demostrar lo mucho que le afectaba ese maldito trabajo. Inhaló profundamente cuando vio a una anciana: su escaso cabello era completamente blanco, apenas y se podía mantener en pie: dos muchachas la ayudaban a sostenerse, a pesar que en estos lugares no existía la edad, Viktor podría asegurar que esa anciana ya pasaba los ochenta años. La estoy liberando de este calvario, le daré paz a su alma, la ayudare a calmar su sufrimiento: se dijo Viktor al escogerla. Las mujeres que las sostenían lloraron amargamente. La anciana por su parte rozó el brazo de Viktor con su frágil mano y en un susurro le dijo:

Danke schön* (muchas gracias)

Viktor siguió con la selección, con cada elegida, él se repetía el mismo Mantra "las estoy liberando". Media hora después había terminado su dolorosa labor, fue a su escritorio: revisó entre los registros que tenía en la mano el nombre de la anciana: Atara Trinker. Pesé a su buen autocontrol Viktor dejó caer algunas lágrimas mientras tachaba su nombre. Fue y se paró fuera de su oficina, mantuvo la mirada fija en el humo que llenaba el campo.

Cerró los ojos y le pidió perdón a todas y cada una de las mujeres que había mandado a matar. Suspiró y volvió dentro.



Alina se encontraba muy cansada, Otto le había comentado que era muy normal que durante el embarazo que cansara constantemente. El doctor había salido: Era uno de los poco médicos arios de la región, así que tenía demasiado trabajo.

Viktor la había llamado hacía unos veinte minutos, diciéndole que estuviera lista, que pasaría por ella para llevarla por fin a casa. Ella ya se encontraba lista y cansada esperando a Viktor.

Escribió una breve nota para el doctor: Le explicaba que partía con Viktor a su casa y expresando todo el agradecimiento que sentía hacia él, diciéndole que le debía la vida y que esperaba verlo pronto. Mientras doblaba la hoja, escuchó el motor de un auto, corrió a la ventana de la habitación y por un pequeño hueco se asomó. Era Viktor.

Alina se olvidó del peligro al que se exponía al asomarse por las ventanas, pero al ver a su amado se olvidó de todo, fijó su vista en el cuerpo del hombre que amaba, ansiando su toque. Entró a la casa mientras Alina suspiraba, con la cabeza pegada en el vidrio de la ventana.

Alzó la vista justo a tiempo para ver un coche pasar lentamente por enfrente de la casa: se detuvo unos momentos a lado del coche de Viktor.

—Hola, Püppchen —saludó Viktor abrazándola por la cintura.

—Hola, Püppchen —saludó Viktor abrazándola por la cintura

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En el corazón de un AlemánWhere stories live. Discover now