5.-Capitulo cinco

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El sol ya no iluminaba esa parte del mundo cuando por fin bajaron del tren, Alina bajó automáticamente, ya sabía lo que tenía que hacer, no miró a nadie a los ojos, no se interponía entre las decisiones que tomaban y simplemente obedecía solo si le hablaban directamente.

Al levantar la mirada, Alina vio un campo parecido al que había dejado atrás, pero había una diferencia, no veía a ningún hombre alrededor, excepto los soldados alemanes, había solo mujeres.

Le asignaron su barraca, ninguna de sus antiguas compañeras la acompañó. Todas estarían separadas, aquello no le gustaba, sería como empezar otra vez con este infierno y sin conocer a nadie.

Caminó a su barraca correspondiente, al llegar todas las mujeres estaban ya en sus camas, algunas dormidas y otras giraron a ver a la nueva.

Localizó una cama libre en la parte de arriba de la segunda litera en la que revisó, subió sin mirar a nadie y cerró los ojos.

Su mente ya no trabajaba como antes, ya no tenía sueños ni esperanzas así que sus pensamientos solo se limitaban a imaginar su muerte, ¿Cómo moriría? Podría tropezar y caer sobre la malla electrificada, o podría toparse con algún soldado sádico, había escuchado mucho de ellos, aunque no había llegado a conocer a ninguno, Gibbs aunque era el peor hombre que Alina había conocido hasta ahora, no se comparaba con los relatos que algunos de sus ex compañeros le había contado, hombres y mujeres que se divertían torturando a los prisioneros, había oído de torturas muy dolorosas, y llegó a conocer por unos segundos a uno de esos "sobrevivientes" de torturas; logró ver como él mismo corría a las mallas para suicidarse.

También podría ser elegida en las selecciones y poder caminar hacia las cámaras de gas; en estos lugares las opciones para morir eran infinitas, y algunas escalofriantes, pero, aunque Alina anhelaba la muerte, era bastante cobarde para intentarlo ella misma, su instinto de supervivencia aún estaba alerta, al parecer era lo único que se mantenía vivo dentro de ella.

La luna, se escondía cuando una mujer irrumpió en la barraca.

-¡Arriba! ¡Es hora de trabajar holgazanas, tienes tres segundos, las que no estén fuera de sus camas serán comida para mis perros! - Todas se apresuraron en levantarse, Alina tocó el suelo cuando la mujer llego al tres.

La mujer que tenía cara de ángel, sonrió mostrando una dentadura perfectamente blanca, vio como tres mujeres no habían alcanzado a levantarse a tiempo, una de ellas era una mujer mayor, apenas y podía mantenerse en pie, la mujer las puso aparte del resto.

Alina con sus demás compañeras caminaron a desempeñar su trabajo correspondiente del día, no caminó tan rápido, logró escuchar los alaridos de dolor, llegó un momento en donde solo se escucharon los ladridos de los perros.

Alina se estremeció, en verdad había varias formas de morir.

Caminó hasta las barracas del fondo del campo, ahí su trabajo seria levantar un muro de rocas; Rocas del tamaño de un pequeño niño y tan pesadas como que hasta los guardias tenían que hacer un esfuerzo para cargarlas.

El trabajo era muy pesado y ante la debilidad no solo de Alina, si no de todas las mujeres, era un trabajo muy difícil, varias cayeron al suelo desmayadas, algunas caían agotadas sin poder moverse, la mujer que las había despertado llegó hasta donde se encontraban las jóvenes que habían caído agotadas, se levantaron rápidamente al verla aproximarse, las desmayadas sufrieron un castigo, Alina no las volvió a ver por las barracas ni por ningún lado ese día, ni ningún otro.

Los días pasaban y los trabajos eran cada vez más duros, su cuerpo ya no reaccionaba, Alina podía ver sus costillas pegarse a la piel de su abdomen, ya no tenía grasa en varias partes de su cuerpo, el dolor de cabeza ya era tan constante que aprendió a vivir con el.

En el corazón de un AlemánМесто, где живут истории. Откройте их для себя