18.- Capitulo dieciocho

4.8K 438 62
                                    

El corazón le latía deprisa, le costaba respirar y los pies comenzaban a acalambrársele. Alina corría lo más deprisa que podía, su barriga, aunque pequeña, ya pesaba lo bastante como para que le incomodara correr.

En ningún momento volvió la mirada para cerciorarse de que nadie la estuviera siguiendo, no escuchaba pisadas detrás, ni gritos, ni nada y eso para ella ya era salvación.

Se detuvo un momento para recuperar el aliento, cuando por fin su respiración se hizo regular, pudo darse cuenta del silencio que reinaba. Miró a su alrededor, se había internado demasiado en el bosque y la oscuridad de la noche no le ayudaba en nada a distinguir su entorno.

Aún no podía creer todo lo que pasaba, un día antes pensaba que podría salir de esto con vida, que podría vivir con Viktor y su bebé relativamente feliz, pero pronto todo cambió. No sabía nada de Viktor y ya no sabía cómo sobreviviría un día más.

El cansancio venció a su cuerpo: se recostó sobre un tronco, no sin antes cubrir su cuerpo con ramas y hierbas sueltas: esperaba que con eso y la oscuridad nadie diera con ella. Se durmió a los pocos segundos.

Caminaba de un lado a otro, preocupada por Viktor, orando para que regresara con bien. Había subido a la planta alta a recoger un poco la habitación, esperando que manteniéndome distraída dejaría de pensar tantos finales desastrosos.

El sonido de un camión llamó mi atención, fui hasta la ventana, abrí solo un poco la cortina, pude ver un camión repleto de soldados, con temor cerré la cortina y corrí escaleras abajo. Al llegar a la cocina, el camión frenó: Mi instinto me decía que tenía que correr, no era ninguna casualidad que soldados nazis vinieran a la casa, más cuando Viktor estaba en interrogatorio. Pensé en correr al escondite, pero no me daba tiempo, corrí a la puerta trasera y salí a toda velocidad.

Brinqué con miedo la valla del vecino. ¿Y si lastimaba a mi bebé? Pero no había tiempo de pensar en eso, si me recluían de nuevo en un campo, mi bebé no tendría futuro, tenía que salvarme para poder pensar en mi hijo.

Mi instinto no me falló, al esconderme en el patio del vecino, pude ver a soldados revisando la casa, algunos salieron al patio trasero, fue cuando tuve que arrastrarme. Me arrastré hasta un montón de juguetes regados y rogué a dios para que nadie se diera cuenta de mi presencia.

Mi escondite se encontraba debajo de una ventana, desde ahí pude escuchar como llamaban a la puerta, eran más soldados, por lo que pude entender que registrarían todas las casas vecinas.

Todo mi cuerpo tembló, era el fin, me atraparían y tendrían pruebas para matar a Viktor. ¡No! No podía permitir eso, no sin antes luchar.

Obligué a mis piernas a obedecerme, me puse de pie, oré porque nada dañara a mi bebé y volví a saltar las vallas de los vecinos, salté unas diez vallas antes de llegar a un sendero que daba hacia el bosque, no lo dude dos veces, evité el sendero para darme paso por los frondosos árboles.

Vi a alguien saltar escuché a lo lejos.

*****

Dos días y Alina seguía en el bosque, el hambre la había debilitado, estuvo tentada a volver, pero no sabía si los soldados estarían aún cerca. En un segundo de debilidad dio vuelta atrás para volver, pero si dio cuenta que no sabía para dónde ir: Estaba perdida.

Había optado por volver a dormir cuando el ruido de una rama romperse llamó su atención, asustada se encogió y enterró más en la tierra esperando que fuera suficiente para esconderse. Tenía ganas de llorar, pero las lágrimas ya no mojaban sus mejillas.

En el corazón de un AlemánWhere stories live. Discover now