Prólogo

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Nadie diría o estaría de acuerdo sobre que los sucesos más emocionantes se viven en un pueblo rústico prácticamente alejado de la civilización, pues es claro que el centro de los acontecimientos más candentes suelen ocurrir en las ciudades; llenas de vida y movimiento.

Alejado de la ciudad más cercana se encontraba un pequeño pueblo que al tener pocos habitantes la mayoría eran cercanos, todos se saludaban cuando se cruzaban por las calles; era difícil pasar desapercibido y eso llegaba a ser un completo fastidio para algunas personas. O peor aún, demasiado aburrido. A pesar de las cálidas personalidades de los vecinos el que no ocurriera nada interesante incitaba a algunos jóvenes a provocar situaciones que ningún habitante deseaba presenciar o vivir. Pero era irremediable para los pocos chicos que habían, pues en un pueblo donde el 70% de habitantes son superior a la edad de 50 años, los obligaba a recurrir a ellos mismos para divertirse.


El lugar se respiraba un aire fresco y puro, nada comparado con las ciudades, aquí los pulmones se llenaban de oxígeno prácticamente limpio. Muchos adultos trabajaban en el campo y en el pueblo, otros, debían viajar a la ciudad más cercana.

Entre todos los vecinos, había siete chicos que se conocían entre sí, permanecieron juntos desde que eran unos simples críos y se podría decir que eran inseparables; a pesar de la diferencia de edad entre algunos de ellos.

Después de un plan ingeniado por todos, decidieron que estas vacaciones serían muy diferentes al resto, pero, ¿qué clase de plan haría cambiar eso? La noche anterior al último día de clases, Jin, el mayor de todos, golpeó la mesa con la palma de su mano dando por zanjado el tema, luego la elevó un poco y el resto de chicos colocaron sus manos sobre ésta. Todos gritaron al unísono algún tipo de frase inventada por ellos, como una especie de lema, y tras esto comenzaron a carcajearse emocionados para la noche acabara y al día siguiente pudieran llevar a cabo el tan estudiado plan. Bueno, todos excepto el más pequeño, que observaba a sus mayores en algún rincón de aquella casita de madera que había construido su padre adoptivo.

— ¡Si nos delatas te corto las orejas para que no vuelvas a escuchar más, ¿me oyes?! —el pequeño asintió varias veces en dirección a su hermano mayor mientras bebía su zumo de naranja.

— ¡Mañana nos vemos! —gritó uno de los chicos que comenzaba a salir de la pequeña casa y el resto lo seguía.

Aquella noche ninguno pudo pegar ojo, pues estaban a punto de cometer tal error que ni ellos mismos eran conscientes de la gravedad que podría conllevar.




Escape [BTS/BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora