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Lunes por la mañana.

Me alisté para el nuevo curso. Me vestí como cualquier chica, con unos jeans, una chamarra que cubriera del frío y mis botas. Es mejor usar botas que tenis o zapatillas ya que la humedad es constante. 

Al menos por la noche dejó de nevar, pero el frío se volvió más insoportable.

Bajé las escaleras tratando de no hacer ruido ya que Patrick seguía dormido. Me coloqué los guantes y mi gorro en la entrada y me colgué la mochila en cuanto estuve fuera.

Tomé mi vieja bicicleta azul pastel -un regalo de mi padre-, y comencé a pedalear colina abajo. Extrañaba los paseos en bicicleta, la rapidez del viento chocando contra mi cuerpo conforme me adentraba al pueblo, el sonido de la corriente del río y las hojas crujiendo bajo las llantas.

Cerca del parque, más allá del centro estaba la preparatoria. Me estaba acercando, unas calles más y llegaría.

Pedaleé más deprisa hasta que entré al estacionamiento. Normalmente los alumnos venían caminando o en bicicleta. Me estacioné en el área de bicicletas y saqué el candado de mi mochila para asegurarla, me dio un poco de vergüenza ver aquellos candados de colores mientras el mío estaba oxidado.

La mayoría de los alumnos se encontraban sentados o parados en las escaleras charlando animadamente, pero en cuanto subí las escaleras de entrada para entrar al colegio fue inevitable que uno me mirara y murmurara haciendo que rápidamente todos me observaran. Me había cubierto los golpes con un poco de corrector y polvo facial, de hecho a excepción de mi labio reventado, mi cara se veía normal. Entonces, ¿por qué me observaban como si llevara monos en ella?

-¿Es Erin Wood? -escuché que preguntó una chica a mis espaldas.

Erin Wood esta de regreso, le contesté en mis pensamientos mientras entraba al edificio. Me fui en secundaria, nunca había puesto un pie dentro de el edificio de preparatoria, parecía por fuera un casona antigua con los árboles de pirul en la entrada como grandes arcos de infinitas hojas. Pero por dentro, era mas o menos normal. A la entrada estaba el recibidor de alumnos con los maestros entregando horarios al azar, cada uno en un modulo primer año, segundo año y tercer año. Aquí no los dividían por semestres, por eso tuve que esperar dos en casa de la abuela antes de regresar. Detrás de ellos se imponían las enormes escaleras que conducían al segundo y tercer piso hechas de madera y mármol. También había a la Izquierda un gran ventanal de cristal  que empezaba en el primer piso y terminaba en el tercero dejando a la vista el campo verde y una cancha de usos múltiples y un letrero que decía: casilleros 1-30. Era como un sueño que estaba próximo a convertirse en pesadilla.

Deje de mirara meticulosamente el edificio y me dirigí al modulo de segundo año para tomar un horario. Sólo eran cinco materias y una optativa: artes o deportes. 

-¿Disculpa? -llamé a la mujer de cabello corto y marrón que me había entregado el horario.

-¿Te puedo ayudar en algo? -respondió sonriente.

-¿Cuántos libros son para el curso? 

-Cinco -respondió.

Yo recordaba haber recibido seis.

-¿Artes necesita libro? -insistí.

-No, tal vez sólo algunos de consulta que se te proporcionaran en el taller -respondió aún sonriendo.

-Bien, gracias -dije y me di la vuelta para analizar el horario a solas.

Tomé la hoja y comencé a subir las escaleras antes de que todos entraran. 

Casillero: 666, estaba escrito con plumón negro. Vaya, debe ser augurio de buena suerte. ¡Yupi!

¿Enserio hay más de 600 alumnos aquí?

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