Capítulo 16

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"16. Mi autoestima no puede con esto"

Dicen por ahí, que nosotros somos los que le damos a las personas el poder de lastimarnos. Pero, si esa persona te importa... ¿cómo haces para no darle ese poder? Depositas toda tu confianza y afecto en esa persona e, involuntariamente, le das el poder para que con tan sólo una simple acción derrumbe todo tu mundo.

Creías todas y cada una de las palabras que esa persona soltaba a través de sus labios. Tú no sabías si era cierto o no lo que esa persona estaba diciendo. No podías saberlo. Sin embargo, le creías. Y es en eso en lo que la confianza se basa: Creer en el otro. Al menos en mi opinión.

Pero es increíble el daño que una persona puede causarte en tan sólo unos segundos. De repente, tu cabeza comienza a dar miles de vueltas. Sientes como si tu corazón se rompiera y no sabes si odiarla o seguir queriéndola. Porque quizá la situación que tus ojos presencian es equívoca. Tal vez eso que acabas de escuchar sea una mentira, que no era precisamente para ti, pero lamentablemente estabas de pie allí, en el momento incorrecto.

Das media vuelta y te marchas. Sin explicación alguna. No quieres saber nada de nada, ni hablar con nadie. Sólo intentas que nadie note cómo tus ojos acumulan lágrimas que te nublan la vista y te preguntas: ¿Acaso me meo un elefante al nacer? Porque no puedes creer toda la mala suerte que estás teniendo últimamente.

Creyéndote una ilusa y jurando que nunca jamás nadie volverá a entrar en tu corazón, que no volverás a enamorarte. Sabiendo que eso es prácticamente imposible, levantas la barbilla y enfrentas al mundo, sintiéndote patética.

O al menos es lo usual en alguien como yo.

Ingreso a la cafetería y me ubico en la cola para pedir mi almuerzo. Conecto mis audífonos antes de que la última persona delante de mi avance y yo pueda tomar mi bandeja. Coloco dos rebanadas de pizza, qué otra cosa sino, unas uvas y un jugo de naranja en caja. Le pago a la señora, que no tiene una cara mejor que la mía, y salgo por la puerta de vidrio que da al sector verde. Me ubico en una de las mesas, ubicada bajo la sombra de un gigantesco árbol. Break Free empieza a sonar mientras le doy un mordisco a mi pizza con mucha muzzarella. La voz de Ariana Grande me hace compañía en mi solitario almuerzo y no me quejo de nada. Aunque si me pongo a pensar, la canción es demasiado alegre a comparación de mi humor...

Genial. Personas.

Zack se acerca a mi con su perfecta sonrisa que me provoca ganas de arrojarle algo para que deje de ser tan bonita. Se sienta a mi lado, justo a la derecha. Me quita un audífono y lo miro absolutamente mal.

- ¿A qué se debe tu atrevimiento de sacarme un auricular? -frunzo el ceño mientras termino de masticar.
- Mi atrevimiento se debe a tu cara de pocos amigos. ¿Qué te sucede, bonita? -ruedo los ojos ante su absurdo apodo. Ambos sabemos cuánto me irritan esa clase de sobrenombres. Creo que lo hace a propósito.
- Sabes cuánto detesto cuando me dices bonita.
- Lo sé. Pero sólo lo hago para ver cómo se frunce aún más tu cara de orangután. -ensancha su sonrisa cada vez más. Estúpido.
- ¿Qué desayunaste hoy? ¿Un payaso acaso?
- Nop. Cereales y una muy rica taza de té humeante.
- Hoy no estoy para bromas, Zack.-digo volviendo a escuchar mi música con ambos oídos.
- ¿Qué pasa, Micky? -vuelve a quitarlo de mi oreja derecha.
- Estoy perfectamente, ¿de acuerdo? Sólo no estoy de buen humor.
- ¿Será el simple hecho de haber visto al idiota de Axel besándose con Natalie lo que te pone de malas? -lo miro atónita hasta que él quita su sonrisa sarcástica - Sí, enana. Vi tu expresión, te vi correr, vi cómo devorabas sin piedad esa rebanada de pizza. Lo vi todo.

Me mantuve en silencio y él también. Respetó el hecho de que yo no quisiera hablar del tema.

Zack Collins. Alto, más de un metro sesenta y cinco es seguro, cabello castaño, ojos tan lindos que te quedas como boba viéndolos y tiene complejo de dios griego. La primera vez que me habló fue a través de su cuenta de Instagram. Al principio pensé que era un violador que había puesto la foto de un chico guapísimo, por lo tanto decidí bloquearlo. Pero, al día siguiente, en pleno pasillo del instituto, se le ocurrió la brillante idea de asustarme cuando yo estuviera distraída y preguntarme por qué demonios lo había bloqueado, siendo que quería entablar una linda amistad. Sus palabras.

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