Capitulo 11. Party Bitches. (1/2)

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Uno se habitúa a la soledad, pero basta interrumpirla un día para que haya que volver a empezar el proceso de acostumbramiento desde el principio. 

  — Richard Bach.  

¡Libre! Por fin era maldita y jodidamente libre. Mi tratamiento con la doctora Malone llevaba un año. El primer paso que dimos fue dar aviso a todos nuestros conocidos, por suerte para nosotros nuestra familia siempre ha sido de mente muy abierta y me aceptaron de inmediato. Mis padres cambiaron mi nombre de Victoria de Víctor no solamente de manera formal, sino que también lo hicieron legal mente. Con respecto a la escuela, supongo que muchos de mis compañeros ya se lo olían. Comencé a llevar el uniforme para hombre y aunque algunos profesores no estuvieron de acuerdo, era algo que jamás me iba a importar, ni antes, ni ahora, ni nunca. 

Los malditos hicieron hasta lo imposible para sacarme de la escuela, pero simplemente les era imposible. Mis calificaciones eran casi perfectas, cumplía con mis deberes y como ya tenía más confianza en mi persona, me llevaba bien con mis demás compañeros. 

Todo marchaba de maravilla, Ana y Aaron habían comenzado a salir un par de semanas después de empezar  mi tratamiento. En el gimnasio, todos los chicos ya lo veían venir. Abel brinco de la emoción cuando le dije que mis padres me habían aceptado y que había comenzado un tratamiento, la doctora Miriam, se había vuelto intima amiga de la familia. Y por si fuera poca la felicidad que me rodeaba, mis padres vendieron, regalaron, donaron e hicieron todo lo que pudieron con todas las pertenencias que pudieran dejar rastro de que alguna vez fui mujer y cambiaron cuanto antes todas mis cosas a las de un hombre. 

Yo solamente podía pensar ¡Mierda, por fin puedo ser yo mismo! y de lo único que tenía que preocuparme era del colegio. Nada que me quitará el sueño. O eso creí. 

Había comenzado a cursar el cuarto semestre de preparatoria o lo que viene siendo la segunda mitad del segundo año. Tenía 16 años y estaba próximo a cumplir 17, como no me gustaban las fiestas y  no había mucha gente a la que pudiera llamar "amigo" real mente, tenía planeado pasar de largo mi cumpleaños. Pero mis padres no pensaban igual que yo. Invitaron a todos mis compañeros de clase a mi casa a celebrar mi vejez. Aunque faltaba una semana, ellos incluso habían ido hasta mi salón de clases para hacer el anuncio. Me sumí en mi asiento y  sonreí avergonzado ante los aplausos de mis entusiasmados compañeros. 

Recuerdo muy bien que era un lunes, tenía entrenamiento y me había llevado al gimnasio mi toalla roja de los lunes. Al llegar al lugar le conté a Abel la bochornosa situación (un poco para quejarme y otro poco para invitarlo). El por supuesto se río de mí, y ¿cómo iba a ser mi mejor amigo si no se mofaba de todo lo que me pasaba? Y ahí estábamos el imbécil de mi mejor amigo burlándose descaradamente de mí y yo sufriendo por la próxima fiesta de cumpleaños forzada que me harían mis padres, cuando vimos entrar a mi hermano de la mano con Ana y en compañía de una tercera persona que apenas veía y me disparaba el corazón como idiota, Misra. El trío nos saludo como de costumbre y yo aproveche para coquetear un poco con Misra, que cada vez se veía más hermosa. Se había dejado crecer el cabello y comenzaba a utilizar un poco de maquillaje, pero con todo y eso, no dejaba de ser tan lesbiana como cuando la conocí. Y como yo ya era un hombre declarado, eso era más que suficiente para que me bateara descaradamente cada que me le insinuaba. Pero no por eso dejaba de ser buena amiga. 

-Deberías dejar de intentarlo conmigo Víctor. —Me dijo mientras tomaba una cuerda y comenzaba a brincarla.

-Lo haré cuando se me de la gana. —Le respondí, mientras comenzaba a golpear la perilla. 

-Estás jugando con mi integridad como persona. 

-Por cierto, persona integra. Te invito a mi fiesta de cumpleaños.  

-¿Habrá chicas sexys? —Paró de brincar y me sonrió de manera traviesa. 

-Para ti no babosa. 

-Huy pues que mal pedo eres. —Comenzó a reírse. 

-Yo no sé que tanto hablan si se aman pendejas. —Dijo Ana interrumpiendo nuestra discusión .

-Yo no la amo, yo solamente quiero unos besos y ya. —Dije mientras soltaba una carcajada.

-Plañirás este día Víctor. — Misra disimulaba un puchero, Ana y yo comenzamos a reírnos de su rostro. 

Ana que se había vuelto una buena amiga (y parte de la familia) hizo lo que toda buena amiga, contarle a Misra el vergonzoso suceso, mis padres yendo a invitar a mis compañeros y hasta a él profesor, era al parecer un gran chiste para todos ahí. 

La fiesta me preocupaba, no tenía buenos recuerdos de la última que había tenido y por supuesto Aaron tampoco. Era un trauma para todos. 

Me ponía nervioso tan solo pensar en lo que podría pasar. 



Víctor contra Victoria. |La historia de un tránsgenero|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora