Capitulo 1: Guadalupe Velasco.

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Toda mi vida está encerrada dentro de mí; las palabras están grabadas en tablas de piedra alrededor de mi corazón y los recuerdos son crueles como una espada afilada.
—Elizabeth Adler.

Guadalupe Velasco, había estado en el mismo curso que yo desde que ambas habíamos iniciado la primaria.
Lupe, a diferencia mía era una niña sensible y delicada, disfrutaba mucho jugar con sus muñecas y utilizar mallas con estampados adorablemente llamativos para despertar así la envidia en nuestras compañeras, le encantaba ser el centro de atención y eso se debía únicamente a que en realidad siempre lo era. Gozaba de una excelente facilidad para interactuar con cualquier niña que se le acercara y convertirla en su amiga en el acto. No obstante, no toleraba a los niños, porque ellos siempre la molestaban intentando levantar su falda o haciéndole preguntas real mente incómodas, que de seguro ni ellos mismos entendían, tomando en cuenta nuestra escasa experiencia y muy corta edad.
Lupe nunca se interesó en mi — una niña a la que le importaban una mierda sus muñecas y sus mallitas con florecitas— simplemente no le interesaba ser amiga de alguien que no le prestara la atención que se merecía.

Pero cuando el profesor decidió colocarme en el mismo equipo que Lupe para la clase de deportes, ella decidió que sería algo así como "su guardaespaldas" considerando lo bien que yo me llevaba con los niños, Guadalupe concluyó que no sería tarea difícil para mí ¡Error!
— Oye, Victoria... — Me dijo con su petulante vocecita y una amigable pero hipócrita sonrisa. Esa niña había aprendió desde muy pequeña a ser una controladora y se sabía a la perfección todas las artimañas necesarias para hacer ceder a cualquiera ante sus estúpidos caprichos. Lamentablemente yo no fui una excepción. — Nunca hemos platicado ni un poquito, no había notado lo bonito que es tu cabello, además me gustan tus zapatos. — Me dijo al tiempo que tocaba las puntas de mí ya larga cabellera castaña con una mano, mientras que con la otra señalaba mis sucios zapatos ortopédicos que obviamente carecían de absoluta belleza.
Yo no pude evitar un leve cosquilleo en la barriga, nunca ninguna niña me había dicho cosas tan lindas. Pensándolo bien, desde que entré en la primaria nunca hablé con ninguna niña .
— G...gracias. — Alcance a decir un poco nerviosa temiendo que la pequeña interlocutora enfrente mío no me hubiera escuchado, pues mi voz fue apenas audible.
— De nada. — Me respondió con un tono de voz seguro y una sonrisa que dejaba al descubierto sus pequeños pero perfectos dientes de leche sobrantes. — ¿Quieres jugar con nosotras? El día de hoy jugaremos a que yo soy la reina y todos hacían lo que yo decía.
— Lo siento, no creo que a las demás les guste mucho la idea. — Le dije haciendo caso omiso a las miradas molestas y desaprobatorias de las demás niñas presentes.
— Claro que quieren ¿Verdad niñas? — Dijo despectiva dejando claro que no aceptaría un no por respuesta.
— Claro que si Viki. — Corearon las demás niñas al unísono como si hubieran ensayado el numerito. Y yo no estaba segura si me hacía feliz el hecho de ser aceptada por las demás niñas. Pero estaba segura de que Lupe causaba una sensación extraña pero confortable en mí. Así que dejé mis juegos de niño por un tiempo y me concentré en atender los caprichos que la niña me dictaba como si estos fueran la ley.
— ¡Victoria, Raúl me está molestando de nuevo! ¡Dile algo! — Me decía apuntando al culpable con el dedo esperando a que yo me levantara para poder encargarme del mocoso.
— Raúl, deberías dejarla en paz. — Yo simplemente dejaba de hacer lo que sea que estuviera haciendo para ponerme a corretear, discutir o hasta pelear con los que antes eran mis amigos.
— Víctor ya no es divertido. — Me respondían ellos rompiéndome en pedazos, haciéndome sentir más fuera de mí misma.
Pero toda esa inseguridad se iba en el mismo instante en el que Lupe se acercaba a mí y me abrazaba como agradecimiento por haberla salvado.
— Gracias Viki, eres mi mejor amiga. — Me decía de una manera aparentemente sincera y eso era suficiente para ceder.

Víctor contra Victoria. |La historia de un tránsgenero|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora