Capítulo 4

2.4K 192 33
                                    

Caminé por los pasillos de la biblioteca con el enorme libro viejo en mis manos y un dedo colocado en la página que tanto me había costado encontrar.
Había chicos y chicas de las diferentes casas esparcidos por las mesas de la enorme sala, estudiando o buscando información para las distintas asignaturas que cursaban. Era un lugar tranquilo, perfecto para evadirte de los ruidos de la sala común y encontrar cualquier tipo de ayuda académica.

-Me ha costado dos horas encontrarlo, pero aquí lo tengo -dije soltando el libro en la mesa en la que estaban Dinah y Ally, creándose un ruido seco en los alrededores. -Mortífagos desde la I Guerra Mágica, hasta hoy.

Ally atrajo el libro hasta en frente suya, leyendo la página por la que había soltado aquella especie de enciclopedia.

-¿Has averiguado algo? -preguntó Dinah soltando su pluma en la mesa.

-Arytom Bergsson siempre fue el ojo derecho del señor oscuro -confesé mientras arrastraba una silla y me sentaba al lado de la rubia -, siempre. Se creó un vínculo tan especial entre ellos, que Voldemort nunca dejó que participara en la guerra.

-¿Voldemort tenía sentimientos? -preguntó la más alta confudida.

-Lo dudo -dijo Ally levantando la vista del papel. -Tengo una teoría, es un poco disparatada, pero quizás queréis escucharla.

-Somos todo oídos -dije apoyando mis codos en la mesa.

-Arytom asegura que el señor oscuro le sigue dando órdenes, ¿no es así? -nosotras asentimos con la cabeza, expectantes. -¿Y si nunca quiso que participara en las guerras porque lo necesitaba para resucitarlo de nuevo si el moría a manos de Potter?

Yo procesé la información que Ally había soltado. Era una locura, pero nosotras vivíamos en el mundo mágico. ¿Qué teoría llega a ser tan disparatada como para ser imposible?

-¿Estás diciendo que el señor tenebroso puede seguir vivo en algún lugar? -preguntó Dinah con el ceño fruncido.

-Sólo es una teoría -susurró devolviendo sus ojos al libro.

En la parte de arriba de la página aparecía una foto suya en movimiento. Era un hombre quizás un poco más joven que su señor, delgado y demacrado, con una barba rizada y oscura. Pero bien le caracterizaba una profunda cicatriz que atravesaba su rostro desde la frente, hasta el labio superior.

-Sospecho que no están buscando información para la exposición de los animagos que le mandé a hacer para la semana que viene, ¿me equivoco? -preguntó Macmillan, nuestro profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras. -Señorita Cabello, la directora quiere verle en su despacho. Ahora.

Yo miré a ambas chicas con preocupación. ¿Por qué querría McGonagall que me presentara allí? Podría preguntarme qué había hecho mal, pero en las últimas horas había incumplido alguna que otra norma.

Ally cerró el libro y lo guardó en su mochila cuando Ernest Macmillan se marchó conmigo de la biblioteca y, juntos, recorrimos los pasillos hasta llegar al enorme fénix que presidía la entrada al despacho de la directora. Él no dijo ni una sola palabra. No se le conocía por ser especialmente simpático, aunque siempre fue uno de mis profesores preferidos.

-La dejo aquí, señorita Cabello -dijo elevando con dificultad las comisuras de sus labios.

-Gracias, profesor -susurré.

-Unicornios y duendes -dijo Macmillan antes de marcharse, haciendo que del fénix apareciera una escalera en la que me subí para ascender al despacho.

No era la primera vez que entraba a aquel lugar. De hecho, la profesora McGonagall y yo siempre tuvimos muy buena relación y, cuando necesitaba ayuda con algo, solía llamarme a mí antes que a cualquier otro alumno o prefecto.

-¿Profesora McGonagall? -pregunté, escuchando el sonido de mi voz resonar por aquellas huecas paredes.

-Llegas pronto, Camila -dijo la mujer, bajando la escalera para llegar al escritorio que estaba en frente de mí. -Toma asiento, por favor.

-El profesor Macmillan dijo que me estaba buscando -dije sentándome frente al enorme escritorio de madera que presidía la directora de la escuela.

-En efecto -dijo quitándose el sombrero puntiagudo de su cabeza para dejarlo a su lado. -Supongo que ya sabes lo de Azkaban.

-Lo de... ¿Azkaban?

Mi corazón comenzó a palpitar con fuerza. La profesora alzó sus cejas y me miró con detenimiento por encima de sus gafas, buscando con sospecha algo en mi expresión.

-¿A qué se refiere? -pregunté con un hilo de voz.

-Sé que Ally, Dinah y tú robásteis la carta que había en la cabaña de Hagrid -yo tragué saliva con dificultad. -¿Miento?

-No, pero...

-No obstante -continuó, levantándose de la silla -, dado su perspicacia, agilidad e interés por el tema, no me queda más remedio que...

-Por favor, profesora no me expulse -supliqué. -Hágame un Obliviate y olvidaré todo lo que sé o déjeme una semana fregando las mesas del comedor, ¡mándeme a ayudar a los de primero de Slytherin con sus tareas!

-Cabello -dijo ella ablandando su expresión -, no voy a expulsarla.

-¡Incluso ayudando al señor Filch por las no...! ¿No va a expulsarme?

-Por supuesto que no -dijo volviéndose a sentar. -Como bien decía el sabio Albus Dumbledore: "la curiosidad no es un pecado, aunque debemos ser cautelosos con ella".

-¿Qué me está pidiendo, directora? -pregunté confundida, relajando mi abdomen.

-Verás, Camila, vosotras tres no sois las únicas que sabéis lo de Arytom y la huída de Azkaban -dijo y yo me quedé expectante, esperando su continuación. -Hay alguien más dentro de la escuela que lo hace.

-¿Quiere decir que esta noticia no saldrá a la luz? ¿El Ministerio no lo comunicará a la comunidad mágica? -pregunté con un tono un poco indignado. -Si yo no hubiese encontrado esa carta, ¿jamás me habría enterado?

-Jamás es una palabra que ninguno de nosotros los vivos conoce, señorita Cabello -dijo con acierto. -Dejémoslo en un "por ahora".

-Entonces, ¿es cierto? -pregunté con un tono algo más calmado. -El señor oscuro... ¿es posible que haga su retorno? Después de que su secuaz más importante dice tener las claves para volverlo a resucitar.

-Te veo muy puesta en el tema, ¿no es así? -yo me encogí de hombros, frunciendo mis labios. -Eso nadie lo sabe. Nadie sabe si Arytom es su secuaz más importante, ni si quiera si lo único que sufre es un poco de locura.

-No cualquier persona escapa de Azkabán -dije.

-No te quito ni una pizca de razón, Camila. Sólo digo que no sabremos si el señor tenebroso volverá o no, hasta que lo haga.

-¿Qué necesita que haga, profesora? -pregunté con decisión. -Estoy dispuesta a todo.

-Quiero que Jane, Hernández y tú ayudéis a las otras dos chicas. Ellas son resolutivas, avispadas. Y lo más importante, tienen información que sólo un mortífago o la familia de uno de ellos, puede tener.

-¿Y qué tenemos nosotras? -pregunté.

-Vosotras tenéis la valentía del Gryffindor. Tenéis la mente de Brooke, ¿qué más se puede pedir? -se preguntó la mujer. -Estoy segura de que podéis trabajar juntas. No quiero que os pongáis en peligro, ni mucho menos. Sólo confío en que, de alguna forma, siempre sois vosotros, los alumnos, los que halláis la forma de acabar con estos berenjenales.

Yo fruncí el ceño confundida. ¿La valentía de un Gryffindor? ¿Es que las otras dos chicas no eran de nuestra misma casa?

-¿Y quiénes son esas chicas?

-Jauregui; Lauren Jauregui y Normani Kordei.

Aresto Momentum (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora