CAPÍTULO TREINTA Y SIETE

2.1K 199 63
                                    

LA SANGRE NO SE DERRAMA

Allí nos encontrábamos, Vanessa y yo, en una discusión sin llegar a los gritos. Le estaba contando lo que realmente había ocurrido, sin mal poner a nadie, y sin dármela de víctima. Ella me escuchaba con total atención, mientras le cambiaba el pañal a André.

―Entonces... ―Lucía agotada, se le notaba en su cara, así que yo terminé lo que ella estaba haciendo. Recordaba cambiarle los pañales a Rudy, eso no se me podía haber olvidado―. ¿Ella dejó de intentar para que tu lograras pasar? ―Suspiró fuerte y se lanzó boca arriba a la cama―. Me refiero a que...

―Todo fue muy rápido. ―La detuve para poder tomar la palabra―. Teníamos a muchos Contemporáneos respirándonos en el cuello... Lo menos que utilizamos fue el cerebro, el sentido común. Hice que ella se metiera primero bajo esa red y al notar que ya estaba casi dentro me lancé a hacer lo mismo.

André lloraba, quizá por la alarma que no había parado de sonar.

―Esa cosa era demasiado pesada. ―Traté de decir sin que se me quebrara la voz al recordar esa noche―. No entendí nunca cómo yo pude entrar y ella no, ¡si ella casi ya estaba dentro!

Aparté mi rostro, porque las lágrimas empezaron a caer y no quería que Vanessa me viera llorar, odiaba que la gente me viera llorar... Me sentí indefenso, y eso no me gustaba.

―Ethan, te creo. ―La mano de Vanessa se posó en mi hombro y luego lo acarició―. No te mortifiques más, las cosas tarde o temprano van a mejorar...

―Dime Vanessa ―Limpié mis lágrimas y la encaré con un poco de molestia―. ¡¿Cuándo es ese tarde o temprano?! ―Cargué a André para calmarlo un poco mientras lo mecía en mis brazos―. Al parecer nunca...

―Si te vas a poner pesimista, obviamente jamás sucederá. ―Regañó la chica―. Tenemos una oportunidad en nuestras manos y vamos a pelear por ella. El mundo nos necesita.

―El mundo está en nuestra contra ―respondí a la defensiva.

Ella guardó silencio por unos segundos y luego dijo:

―Sonaré muy egoísta y quizá hasta vanidosa, pero: ―Se sentó y se arrimó hacia mí―. El único mundo que importa es uno mismo. Y tú mismo no puede estar en tu contra.

Ella tenía toda la razón, aunque mi mundo estaba rodeado de gente que lo quería invadir, apresar, y hasta matar.

La puerta se abrió de golpe y vi a un Frank asustado.

―Estás bien. ―Sonó como si un peso se le bajaba de encima. Él pasó a esa pequeña habitación y detrás de él pude ver que había entrado Daniel, el hombre que me había ayudado a salir del comedor industrial―. ¿Qué ocurrió, por qué te estabas exponiendo? ¡¿Acaso no te dije que no te relacionaras con personas que no éramos nosotros?!

Típico regaño que le hacía el hermano mayor al hermano menor.

―En el baño... ―No me dejó terminar, porque agarró un control remoto y encendió una pequeña pantalla incrustada en la pared de esa habitación.

―De las veinticuatro horas que tiene el día, doce de ellas son noticias sobre nosotros.

En esa pantalla pude ver como pasaban imágenes de todos nosotros. Hayan sido grabadas cuando nos llamaban en el anfiteatro de la ECC, o mientras nos presentábamos en el laboratorio. En otras diferentes, se observaban imágenes de como mi padre estaba sentado en la sala de vigilancia de la ECC, mientras corríamos por los pasillos y nos adentrábamos a las alcantarillas.

Z-Elección©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora