CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO

2.2K 216 75
                                    

BOCANADA DE AMOR

         No ponía en duda que mi vida se había vuelto una total mierda con el paso de los años. Primero, el descontrol de los Contemporáneos en Canadá hizo que viviera como un prisionero en mi casa, alejándome de todo aquel que alguna vez llamé "amigo" y de familiares que apenas recuerdo sus rostros. Yo me aferraba a lo más sagrado que tenía, nada de cosas materiales, eso ya no importaba en el nuevo mundo que un capricho había creado. Lo que me mantenía cuerdo y con vida eran tres personas: mi madre, mi padre y mi hermana.

          Dos de ellos murieron.

          Y no sabía dónde podía encontrar la faltante.

          La corriente eléctrica la sentía en las venas, mis músculos estaban tan tensos y duros como concreto, apostaría a que un bisturí de punta de diamante no podría traspasarlos. Mis ojos se movían con frenesí, podía ver como estaba cayendo desde ese buque de guerra donde nos tenían prisioneros a mi compañero y a mí. Traté de girarme, lo conseguí, pero sólo fue a causa de las volteretas que la gravedad me provocaba.

          En ocasiones mis ojos se encontraban con el agua, que desde la altura a la que estaba cayendo se iba a sentir como caer desde un avión hacia una pista de aterrizaje pavimentada, en otras me encontraba con un muelle lleno de personas tratando de entrar al crucero que estaba al lado del buque... No podía diferenciar si corrían, caminaban o saltaban, pero de lo que si me pude dar cuenta es que no estaban tranquilas.

          Otras me estaban imitando y se estaban lanzando al agua, quizá ellas si sabían nadar.

          Pero no fueron una o dos ¡fueron muchas! Las personas que se arrojaban al vacío esperando caer al agua.

          En una de mis piruetas aéreas, quise volver a mirar más de lo que ocurría a mi alrededor, pero un fuerte golpe en el hombro que tenía herido, esparciéndose por todo mi cuerpo y otro más doloroso en el lado derecho de mi rostro me hizo estremecer, aun estando inmovilizado por el Prectic.

          Juraría que si no estuviera paralizado, estaría dando patadas a lo loco para poder salir a la superficie, y eso llevaría a que me hundiría más y más. El Prectic, de un modo perverso, me había hecho un favor... Me había puesto a dormir con los ojos abiertos y con los pulmones con buen funcionamiento.

«Ya es momento de morir» pensé en mi cabeza.

          No me culpaba por echarme a morir por enésima vez, ya lo había perdido todo, ya no tenía ganas de nada... Ni siquiera de buscar el oxígeno que mis pulmones exigían debajo del agua, nada.

«Por lo menos aquí mis lágrimas pueden confundirse con el agua»

          Mi madre me decía que luego de la tormenta venía la calma. Ella no estaba de acuerdo con La Milagrosa, aquella mujer me contó que se lo decía a mi padre cada vez que tenía tiempo de verlo. La creación de dicha vacuna absorbió tanto la vida de mi padre que hasta mi madre tuvo su embarazo, de mí, en un pequeño departamento en las cercanías del laboratorio en el que mi padre vivía y moría. Se lo creía porque yo mismo había vivido su ausencia, pero ésta vez, en busca de reparar el error más grande de la historia del que se tenga registro: La Milagrosa.

          Me preguntaba, si ella hubiese tenido más carácter, ¿la vacuna habría tenido éxito?

          Sí que se lo pregunté, a lo que me respondió "Creo que él lo hace porque se siente culpable." Pero nunca me dijo de qué.

****

          Mis brazos y piernas estaban rígidos, estaba flotando boca abajo en el agua y poco a poco sentía como mis pulmones se estaban llenando de agua salada. Morir ahogado estaba entre las últimas causas de muertes en mi lista, porque siempre pensé que un Contemporáneo sería la opción ganadora. Tenía los ojos abiertos, aunque no podía ver nada, el agua estaba turbia y llena de desechos que despedían los barcos a su alrededor.

Z-Elección©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora