Capítulo veintisiete: "La carta"

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Sam:

No sé que hora es, supongo que es de madrugada. Dicen que a esta hora es donde las personas son más sinceras. Y es justo lo que necesito para poder escribirte.

Si te soy sincero, no he dormido lo suficiente, cuando estoy a punto de conciliar el sueño, de repente lo pierdo. Sam, estoy muy seguro que estos han sido los días más miserables de mi vida. Tal vez sea patético escribir una carta, pero el móvil se me ha descargado y lamentablemente el cargador se descompuso. Pero eso es lo menos que me preocupa.

Estoy en la sala de espera del hospital general. Mi madre ha aparecido y luce terrible, al igual que yo, no ha logrado descansar. Hay varios parientes míos que no he visto en años. Alejandro me ha hecho compañía, se queda lo mejor que puede y siempre me anda trayendo algo de comer. Solo voy a casa a darme una ducha y regreso. Es algo agotador.

Te preguntarás, ¿qué mierda hago aquí? Te lo explicaré.

Cuando discutimos, ese día comencé a caminar a lo pendejo (disculpa la grosería, ya sabes como soy). No tenía ánimos de nada. Me sentía molesto contigo. Te consideré una egoísta, una orgullosa. Me arrojaste los platos rotos cuando yo solo intenté ayudarte. Había ido a tu casa, Sam. Quería hablar contigo desde hace días y me evitabas. Decidiste irte con los gemelos, con los cuales lo pasaste muy bien, ¿verdad? 

Max me contó lo que pasó con Dylan, entendía el enojo de Brandon, pero creo que no era una razón válida para golpearme. 

Regresando a lo anterior, traía un poco de dinero. Tomé el primer autobús que encontré y me fui. Las personas me observaban, murmuraban entre ellas. Supongo que apreciaban mi inexplicable belleza. Porque aunque no lo parezca, el horrible moretón no la me opacaba. Llegué a la ultima parada que haría el autobús, estaba del otro lado de la ciudad. Caminé por las llamativas calles. Nunca antes había estado aquí. Vagué caminando durante algunos minutos. El lugar era tranquilo. Hasta que por fin me decidí, y entré a la primera cafetería que encontré. Tomé 2 cafés y un pastel de zarzamora. Conversé con las meseras y algunos chavos que se encontraban ahí. Por un momento, me olvidé de ti. Me olvidé de lo vulnerable que me habías hecho sentir.

Después de un rato, con el poco dinero que me quedaba, me hospedé en una habitación barata del lugar. Era un asco. Todo olía húmedo y a viejo. Pero los autobuses volverían hasta la mañana del día siguiente y fue mi única opción.

No logré dormir esa noche. Eran demasiados pensamientos, además que la mejilla comenzaba a dolerme el doble. lo que hice fue ver Dr. House en la televisión de mierda de la habitación.

Al otro día, iba a volver a la ciudad y conversar contigo. Pensé que a lo mejor estabas más calmada. Que podríamos dialogar como dos personas sensatas. Pero, mis planes no los pude llevar a cabo. Mamá me marcó. Algo dentro de mí se asustó por la llamada. 

Su voz se escuchaba ahogada. No dejaba de llorar. Sam, te juro que me asusté. Y fue ahí cuando me lo dijo. Bradley y Jordan habían sufrido un accidente. Mi mundo colapsó. Mamá seguía llorando, chillaba, me preguntaba dónde me había metido, me suplicaba que volviera con ella. Que no quería estar sola. Seguro quería asegurarse que estaba bien.

Subí al primer autobús que pasó, dirigiéndome a casa de mi madre. Ella lucía cansada. Cuando me vio entrar por la puerta principal, me rodeó con sus brazos y se rompió. No entendía lo sucedido, hasta que me lo explicaron. 

Sam, mis hermanos habían ido a buscarme. Olvidé mencionar que mi celular estaba en vibrador, lo había puesto así en la cafetería, mientras conservaba con Alicia, la mesera simpática que intentaba llevarme a la cama. 

¿Hacemos un cambio? |Sin editar.Where stories live. Discover now