Capitulo veinte: "Jordan y Bradley"

891 96 10
                                    

Hace 5 años atrás.

La mañana del domingo es calurosa. Max llega de su entrenamiento de baloncesto y comienza a despojarse su uniforme. Con esa altura que tiene no parece un chico de casi 14 años de edad. Hago mi tarea de matemáticas en la mesa del comedor, pasa a mi lado sin saludar ni decir nada. No nos llevamos tan bien. Se quita la camisa y la arroja al suelo, quedándose con una camisa sin mangas color blanco. Arrugo la nariz sin decir nada.

Se deja caer en el sofá, tomando su celular y marca un número. Considero que es su nueva conquista o alguna chica que le atrae. Le lanzo una mirada esperando que recoja su uniforme. No me regresa la mirada. Es más, la evade.

Vuelvo arrugar el ceño.

—Recoge eso, Max —digo con voz autoritaria.

Él me ignora sin mover un musculo.

—¡Max! —grito su nombre. Por fin alza la mirada, una enojada. No me sorprende. Le señalo el uniforme, pero nuevamente me ignora.

Aprieto los dientes y me levanto a levantar su uniforme, lanzándoselo en la cara. Él me mira más enojado que antes.

—¡Deja de arrojarme ropa sucia, Sam! —exclama.

—Si la levantaras y la dejaras en el cesto no lo hiciera —respondo.

Max se levanta del lugar, colgando la llamada sin despedirse, dispuesto a responderme cuando se escucha un fuerte portazo en la planta de arriba. Ambos levantamos la mirada, sorprendidos.

La escena es terrible. Papá baja con un montón de maletas, unas 3. Mamá le sigue de cerca, con los ojos hinchados y rogándole con palabras. Papá luce enojado y cansado y trata de alejarse de ella. Se detiene a media sala, ignorándonos completamente.

—¡Basta Lucero! —Grita enfurecido—Deja de rogarme, no voy a quedarme.

Mamá sigue sollozando.

—No puedes abandonarme, —finalmente, nos nota. Los labios me tiemblan y Max esta pálido—¡Piensa en tus hijos! Ellos necesitan a su padre a su lado.

Papá también nos mira, pero sin arrepentimiento en su rostro. Siempre ha sido un hombre simple.

—Ellos se las arreglarán —contesta. Siento que algo en mi estómago se me retuerce.

Mamá suelta respiraciones agitadas.

—¡Yo te amo Alonzo! No debes dejarme, no puedes...

Papá suaviza la mirada pero sigue en la misma posición rígida.

—Yo ya no siento amor...

Seguimos presenciando la escena sin poder creerlo.

Papá nos mira, pero no dice nada. En cambio, toma sus maletas y comienza a subirlas al auto. Nadie lo detiene. Quiero gritarle, llorar, pegarle en el rostro pero mi cuerpo no reacciona. Estoy en shock. Max por fin lo hace y se acerca a mi padre, tratando de razonar con él. Mamá se deja caer de rodillas en el suelo, llorando. Está sufriendo y yo no hago nada. Papá discute con Max. Ambos tienen el mismo temperamento. Max no duda en responderle de vuelta, usando agresividad en sus palabras y señalándome. Lagrimas calientes bajan por mis mejillas. Me siento sola, sin saber qué hacer. Se escuchan gritos, insultos, sollozos en todos lados y mi cuerpo sigue sin reaccionar. Tengo ganas de vomitar. Es horrible este sentimiento, no quiero sentirme así. Max vuelve a gritar y escucho mi nombre. Papá no responde, solo se limita a rodear a Max y regresa a la casa, tomando las últimas cosas que le resta. No me mira, mamá se levanta y le sigue nuevamente, recitando:

¿Hacemos un cambio? |Sin editar.Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum