Capítulo 28: Anomalía

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-No te van a dejar entrar.
-Soy el hijo de la directora. Me dejarán con o sin disfraz.
-Creo que tu padre lo ha dejado muy claro esta mañana: si no estás disfrazado no se puede entrar en el local.- Ethan puso sus ojos en blanco y por sorpresa de su amigo, él esta vez no le sonrió como solía hacer cuando él le exasperaba.- A veces podrías dejar de ser tan aburrido y divertirte un poco. Disfrazarte no te va a matar.
-Disfrazarse es de gente ridícula. No entiendo que le encuentras de divertido disfrazarse de cavernícola o de pirata. Simplemente me parece una estupidez y no pienso ser un estúpido.
-Pues entonces voy a ser un gran estúpido, porque tengo el disfraz PERFECTO.
-No sé sí quiero preguntarte cuál es.
-No pierdas el tiempo.- Dijo Darío con una de sus burlonas e interesantes sonrisas.- No pienso decírtelo. Será una sorpresa.
-Sí lo que pretendes es que te ruegue que me digas de que te vas a disfrazar ya puedes esperar sentado. Me es indiferente saber la forma en que vas a hacer el idiota.
-Sabía que no me ibas a suplicar que te lo dijera.- Darío colocó sus manos detrás de su cabeza mientras apoyaba su espalda en el respaldo de la silla de la cafetería.- Pero también sé que tienes interés en saber de qué me disfrazaré. Así que ven y lo sabrás.
-Ya me lo contarán.
-¿Y sí te digo que tengo pensado preparar una pequeña venganza para la fiesta a una cierta persona?- Ethan frunció su ceño al momento y en ese instante definitivamente su amigo despertó un gran interés por la conversación.
-¿Vas a intentar joderle la fiesta a mis padres?
-Por supuesto que no.- Darío bajó sus manos a su regazo y se encogió de hombros.- Lo que tengo pensado no perjudicará la fiesta. Solo a mi padre.
-¿Tu padre?- Repitió Ethan sin entender.- ¿Qué tiene que ver tu padre con todo esto?
-Mi padre siempre está ocupado con su trabajo y nunca tiene tiempo para mí. Una vez me dijo que nos iríamos a vivir juntos a Francia y que pasaría más tiempo conmigo. Pero los dos primeros meses me dejó con los criados y me obligó a ir un colegio privado cuando no tenía ni idea de francés. ¡Y por no hablar de Japón! Fuimos a comer a un restaurante y en medio de la comida le llamaron y se pasó media hora hablando por su teléfono.
-Pensé que tenías una buena relación con tu padre.- Dijo finalmente Ethan, después de una pausa en la conversación.- O al menos es lo que dabas a entender cuando hablabas de todos los viajes que has hecho.
-Tú lo has dicho: Que he hecho. Yo solo. Me dejaba tirado al último momento.- Darío volvió a hacer un gesto con sus hombros para quitarle importancia al asunto.- Ya estoy acostumbrado, pero no quiero que el siga actuando así. He hablado con él y me ha prometido que no faltará a la fiesta. Y si no viene, haré lo que haga falta para avergonzarlo públicamente.
Ethan parpadeó ligeramente un par de veces, preguntándose que estará pasando por la cabeza de ese chico de ojos color miel. Él siempre había pensado que Darío era el chico que se creía perfecto (y aunque le cueste reconocerlo sabe que lo es en muchos aspectos) y que tenía a medio internado detrás de él. Tenía dinero, chicas, había viajado por diferentes partes del mundo y era irritantemente polifacético. Ethan podría haberse imaginado que algo en la vida de ese chaval tendría algún hilo descarrilado de su sitio, pero nunca pensó que era por la falta de cariño por su padre. ¿Y su madre? ¿Qué era de ella? 
Cuando Ethan abrió la boca para sacar el tema con el mayor tacto posible, pero sin que pareciese que le interesase mucho el tema aunque no fuera así, dos hombres altos y con energía, se acercaron a ellos.
-Por fin os encontramos.- Félix se colocó en frente de Darío y de Ethan con una sonrisa que ambos sabían que no tenía nada de bueno.- Necesitamos voluntarios jóvenes y fuertes para ayudarnos con las decoraciones del local. ¿Vosotros no sabréis de alguien que lo sea, verdad?
-Últimamente no me siento tan joven como antes.- Anunció Darío haciendo un gesto con su brazo, como sí lo tuviera cargado de tensión y le doliera.- Los diecisiete son unos años duros.
-Y yo no soy tan fuerte como me pensaba.- Dijo Ethan intentando levantar su vaso de chocolate y fingiendo que no era capaz de alzarlo de la mesa.- ¿Ves? Escuchar las charlas me ha dejado exhausto.
-Mira que llegáis a ser payasos.- Adam se acercó a Ethan y a Darío y los cogió a ambos por las orejas.- Id para la furgoneta que nos vais a tener que ayudar a descargar los altavoces cuando lleguemos al local.
Adam les dio un par de tirón más de orejas y después los dos primos se dirigieron hacía el estacionamiento subterráneo del internado. Darío y Ethan se miraron mientras se acariciaban el lóbulo de su oreja dolorida por culpa de Adam. Ambos suspiraron al mismo tiempo y comenzaron a seguir a los dos profesores del centro.



-¿Y por qué no te compras un disfraz de pipi calzas largas o de sirenita?- Inquirió el joven con un aspecto serio de los más divertido.- Pegaría con tu pelo.- Neal cogió un mechón pelirrojo de Alicia y lo enredó entre sus dedos mientras ella iba mirando uno a uno los disfraces del catálogo que le había dado la dependienta de la tienda.
Habían recorrido siete tiendas de Barcelona especializadas solamente en disfraces y accesorios para fiestas. El problema es que carnaval ya había pasado hacía un mes, y la mayoría de disfraces que le habían gustado a Alicia o se habían agotado o le iban demasiado grandes. Y sí además estaba Neal con ella, observando cada movimiento suyo y en esos momentos jugueteando con su pelo, hacía que se pusiera más nerviosa.
-¿Sabes que con tus comentarios sarcásticos no me estás ayudando nada?
-¿Dónde está el sarcasmo?- Preguntó el muchacho, otra vez con su particular sonrisa y con un brillo especial en sus preciosos ojos verdes.- Sería muy interesante verte con un sujetador hecho de conchas.
-Y también sería muy interesante verte disfrazado de pez.
-¿De pez?- El joven frunció su ceño y dejó de acariciar la larga melena de Alicia.- ¿Y eso por qué?
-Porque los peces no hablan y así no tendría que escucharte todo el rato.- La chica, totalmente estresada, cerró el catálogo de mala gana y salió de la tienda sin despedirse de la dependienta, que los estaba mirando disimuladamente des de la otra punta de la tienda.
La joven se detuvo en frente de la salida de la tienda y Neal la alcanzó con las manos en los bolsillos. Alicia estaba comenzando a pensar que no había sido buena idea quedar con este chico. No dejaba de intentarla picar y ella estaba cansada de ponerse a la defensiva y ver como él se reía de ella delante de su cara. Además, se sentía algo culpable por estar con otro chico cuando estaba comenzando una historia con Dante. Y aunque ese chico no había podido (o querido) acompañarla a la fiesta de mañana a la noche, sí que le había dicho que quería verla y que sería un placer hacer de sujeta bolsas esa tarde. Pero ella se había quedado sorprendida por la actitud de ese joven y le había dicho que iría con sus amigas, incluso sabiendo que Alex y Claire no pueden respirar el mismo aire de la misma habitación.
-Bueno ¿Y ahora dónde vamos, Señorita Indecisa?
-Tú, no sé. Yo me voy al internado.
-¿Ya te vas a rendir?- Neal se miró su muñeca dónde descansaba un reloj plateado que parecía tener varios años, y Alicia se preguntó quién narices lleva un reloj muñequero en pleno 2035.- Son solo las cinco de la tarde. Podemos ir a más tiendas.
-Hemos ido a siete tiendas, Neal. Y con esta ya hemos hecho la octava visita.
-Pensé que a las chicas como tú adoraba ir de tienda en tienda.- El joven volvió a mostrar su sonrisa burlona, la misma que le había enviado cuando se conocieron y el joven le dijo que sus adorables pecas eran granos feos.
-Pues sí: adoro ir de tiendas.- Dijo Alicia mientras colocaba sus manos a su cintura con un rostro colérico.- Así que ya puedes imaginarte como de harta tengo que estar de ti para quererme ir al internado sin ningún disfraz para la fiesta de mañana.
-Creo que estás un poquito estresada.
-¿Solo un poquito?- Ironizó la joven con los ojos entrecerrados.- Un poquito estresada voy cuando tengo que estudiarme tres temas de los filósofos griegos de un día para el otro, ir contigo de compras, ESO, es estresante.
-Pensé que te lo estabas pasando bien.- El rostro del joven se sereno, como sí le hubiera dolido que Alicia no estuviera disfrutando de la cita con él. Aunque en seguida el joven se las apañó para sonreír y chocar sus manos, dando a entender que había tenido una idea.- ¡Ya sé! Sí tanto te he estresado en tu cita, ahora me toca a mi estresarme y que disfrutes tú un poco de mí.
-¿Qué?- Neal cogió la mano de Alicia y la joven se las quedó mirando mientras comenzaban a avanzar a toda prisa por una nueva calle de Barcelona.



-¡Tachan! ¿A qué es extraordinario?
Daniela parpadeó un par de veces cuando Félix le quitó sus manos de sus ojos y ellos se adaptaron en pocos segundos. El local era enorme. Perfecto para que pudieran caber todos los alumnos y los padres de ellos sin parecer sardinas embutadas en una lata. Félix observó como su mujer observaba la sala por todas sus esquinas y se percataba que Ethan y Darío estaban colocando unas lámparas de lava mientras Adam instalaba el equipo de música del DJ con la ayuda de otros tres jóvenes más. Había más alumnos de todas las edades llevando mesas de un lado a otro, y colocando sillones blancos que ni él mismo sabía de dónde los habían sacado.
-Es la fiesta que nos perdimos tú y yo a los diecisiete…- Susurró la directora, dejando de mirar todo lo que les rodeaba para centrarse en él. Era como ver a la auténtica Daniela que tanto tiempo tardó en verla escondida de esa apariencia de chica alérgica al amor. A esa Daniela que conocía des de los dieciocho años y que ha amado hasta el último segundo hasta ahora.- Es perfecta, Félix.
-Y nos la perdimos por una buena causa.- Mencionó Félix con una sonrisa pícara dibujada en su rostro.- Fue la primera vez que lo hicimos debajo de tus sábanas rosas.- Daniela desprendió una enorme carcajada mientras él la rodeaba entre sus brazos y ella le pasaba sus manos por su nuca.
-¿Recuerdas hasta el color de mis sábanas?
-Me impacto mucho ver como una chica amante del cuero y los pinchos tuviera braguitas de la Hello Kity y sábanas de florecitas rosas.
-Sí, bueno, supongo que ir a comprar ropa interior con Diana no es una buena idea.- Esta vez, quién rió con energía fue Félix, aunque el hombre no tardó en inclinarse hacia los labios de Daniela y besarla con ternura.
Parecía que Daniela le sorprendió esa muestra de afecto en público por parte de Félix. Él sabía que no era la persona más extrovertida delante de los demás, pero con todo el tema de las charlas y reviviendo los recuerdos de la enfermedad que dos veces había superado, habían sido días complicados, y él necesitaba más que nunca una pequeña muestra de afecto del que Daniela estaba dispuesta a darle a él.
Pero una voz que hizo un sobreesfuerzo para aclararse, interrumpió el beso de la pareja. Daniela parecía haberla reconocido al momento, y se separó con algo de brusquedad de Félix, como sí hubieran vuelto a tener dieciocho y diecisiete años, y a ser pillados por algún profesor a punto de hacerlo otra vez por alguna esquina del internado. Pero ellos ya eran adultos, y solo se estaban dando un simple beso, aunque Leonor, la Presidenta del AMPA, que se había presentado sin aviso alguno junto con tres madres más que la rodeaban con un rostro crispado, los observaban como si tuvieran haciendo alguna perversidad.
-Ya veo que estáis muy ocupados.- Dijo Leonor con un tono cortante y enseñando sus perfectos dientes recién blanqueados. O mejor dijo: todo lo perfecto que los pueda tener una mujer de cincuenta y pico años y más retocada que una foto por un experto del photoshop.- Decorando el local, me refiero, por supuesto.
-Leonor.- Daniela se acercó a la Presidenta y a las demás madres.- Me alegro que hayáis venido a echar una mano ¿no os parece que el local es impresionante?
-¿Es todo lo que habéis encontrado?- Inquirió la mujer de cabello negro-canoso que estaba al lado de Leonor y que llevaba un collar falso de Swarovski.
-El local es del profesor de Arte, Adam Ortiga.- Dijo Félix, muy orgulloso y afortunado por tener a un primo con tan buenos recursos siempre escondidos debajo de la manga.- Creo que esto es mucho por el poco tiempo que nos habéis dado para organizar una fiesta en condiciones.
-¿Y supongo que tendrá todas las instalaciones de seguridad para que no ocurra ninguna desgracia, verdad?- Inquirió otra mujer, la cuál de ella parecía la más joven y la más amargada.
-Claro que sí.- Se espabiló en contestar Daniela con una de sus hermosas sonrisas, aunque Félix sabía que estaba muriéndose por pegarle un puñetazo a cada una de ellas en la zona dónde tenían inyectado el botox y hacerle efecto contrario.- Sí me permitís, os llevaré con Adam y os enseñaremos las instalaciones para que estéis más tranquilas.
Las mujeres asintieron con sus cabezas, y Daniela, con una naturalidad radiante –y como siempre llevándolo todo bajo control- las guío hasta el pequeño Robín Hood, que en cuánto vio que Daniela iba en búsqueda de su ayuda, no vaciló en bajar del escenario y presentarse voluntario para hacer un tour turísticos a esa panda de ama de casas entrometidas y aburridas, y como estaría pensando Daniela: malfolladas.
-Ya veo que tu mujer se cree que está al corriente de todo lo que pasa en su internado, ¿no es cierto, Félix?- El hombre se sorprendió al escuchar la misma voz que había carraspeado cuando él y Daniela se estaban besando. Leonor no había seguido al grupo, sino que se había quedado por ahí cerca disimuladamente. Pero Félix, por la posición que tenía Leonor que le recordó a una serpiente a punto de comerse a su presa, no le dio buena espina esta conversación.
-¿Y por qué no iba a creerlo, Señora Presidenta?- Félix se había percatado de como la mujer parpadeaba tres veces seguidas cada vez que alguien le decía que le desagradaba. Y todos sabían que Leonor no soportaba ver como una mujer más joven que ella la había ganado en la votaciones para emplear el cargo de directora en el centro, y en como ella se había tenido que conformar con el papel de la máxima representante del AMPA.
-No, por nada. Sería absurdo que la directora sospechase que hay algún hilo suelto teniendo a tu primo y a ti controlando todo el tema de la fiesta, mientras ella al mismo tiempo se olvida por completo del tema de las charlas y se centra en buscar dinero dónde no lo hay.
-¿Está insinuando que nuestra directora no es apta para llevar Las Dominicas?- El joven mostró su rostro insípido. Había que reconocer que había perdido la práctica con los años. Des de que estaba con Daniela no le había hecho falta ocultar sus sentimientos, y sobre todo sus miedos.
-No exactamente.- Dijo finalmente Leonor.- Solo pienso que es joven y confiada. Eso es todo.
-¿Y por qué no debería de confiar en nosotros, en su familia?
-Creo que esa pregunta pensando un poco podría contestártela usted solito, Señor Ortiga.- Leonor mostró una de sus sonrisas hipócritas, mientras estaba inyectando parte del veneno en la sala.
-No sé a qué se refiere.
-Entonces le ayudaré a refrescar la memoria.- Leonor se cruzó de brazos y Félix pensó que solamente le hacía falta un micrófono y un cámara a su lado para que ella fuera una entrevistadora del Sálvame Deluxe.- ¿Qué le contestarás a tu directora cuando se enteré que los alumnos del centro no han sido documentados sobre las drogas –tema que tenía que hacer el profesor de Arte- y sobre el cáncer?
-La verdad.- Félix notó como su rostro comenzó a forzar un rostro de irritación, porque podía ver como Leonor sonreía con más intensidad, así que la corrigió con rapidez.
-Te lo plantearé de otra forma: ¿Qué le dirás a tu directora cuando un grupo de padres indignados se presente en su despacho porque sus hijos no han sido documentados sobre tales principios?
-¿Qué es lo que quiere, Leonor?- Inquirió exhausto Félix y maldiciendo de que la Presidenta del AMPA fuera una mujer y no un hombre.
-¿Yo?- La ironía de esa mujer se pudo palpar a kilómetros de distancia.- Nada, querido. Solo espero que no haya ninguna anomalía en vuestra fiesta.
-¡Papá!- Félix escuchó la voz de Ethan llamándolo con urgencia. El hombre se volteó y se percató en cómo su hijo estaba intentando ayudar a sacarle de la cabeza a Darío un cuenco de ponche que se había quedado atascado en él.- ¡No puedo sacarle la ponchera de la cabeza a Darío!
El hombre miró un segundo a Leonor, quién no se había molestado a seguir mirando esa escena tan cómica y que en esos momentos para Félix estaba siendo la chispa necesaria para que los problemas le explotasen en la cara.
-No sé preocupe, Leonor. Me encargaré de que no haya ninguna anomalía a partir de ahora. Con permiso.- Y después de una leve despedida con su cabeza, corrió hacía los jóvenes para socorrer a Darío.

Perdona pero, me he encaprichado de ti (Segunda Temporada de PPTVDM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora