Capitulo 86 - Expresión glacial

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- ¡Ely! -sus manos detro de los bolsillos del pantalón. Se inclinó hacia el frente para saludarme de beso en la mejilla, de una manera cordial-. ¿Cómo estás?

- Ey... Perfecta. ¿Y tú? ¿Qué haces aquí?

No podía evitarlo; sabía a ciencia cierta que mi voz en ese momento debería de sonar como un patito asustado. Siempre que algún Bieber (o derivados) aparecía, era sinónimo de problemas. Nicholas pareció notarlo, y dio un paso en falso en reversa.

- He venido para ayudar a Justin con unos negocios; yo se más de esos asuntos que él -sonreí para mis adentros; los hermanos Bieber siempre serían iguales: continuarían con esa lucha de poderes, hasta el último de sus días.

- Es bueno que estés ayudándolo, en ese caso -mantuve mis manos firmes a la puerta, y me recargué sobre una pierna-. En fin, ¿quieres un vaso de agua? -aunque iba en contra de mis morales o mis deseos, sabía que mi abuela me hubiera colgado en el caso de no ofrecerle nada-. ¿Quieres pasar?

- De hecho, te quería pedir de guía -el pelo de Nicholas se vio azotado por una fuerte ráfaga de viento que llegó desde el sur, y entrecerró los ojos-. ¿Podrías acompañarme a buscar a Lucy? -su rostro pareció retomar vida (y cierto rubor) al mencionar su nombre. Sonreí abiertamente para mis adentros, y un poco de esa sonrisa interna se reflejó en la curvatura derecha de mis labios-. No estoy seguro de en donde vive, y mi italiano no es el más entendible.

Solté una carcajada moderada, y asentí con una sonrisa cerrada.

- Vámos, yo te guío.





...






El sol comenzaba a asomarse entre ciertas nubes en aquel atardecer. Los locales del centro estaban, en su mayoría, cerrados. Tan solo la cafetería del Sr. Carlos y una tienda de abarrotes de una vecina llamada Eva continuaban en servicio; aparte de eso, muchas de las personas tenían los locales de sus micronegocios cerrados.

Nicholas y yo caminamos en silencio la mayoría del trayecto. No fue un silencio incómodo, si no uno de esos que sientes llenos de tranquilidad. No era necesario decir nada ni pensar nada, tanto él como yo teníamos bastas cosas en la cabeza como para arriesgarnos a que la lengua se retorciera y dijéramos alguna estupidez.

Cuando Nicholas carraspó su garganta, elevé la vista para mirarlo. El sol anaranjado estaba detrás de mi, y su reflejo contra los rizos del hermano Bieber creaban un efecto que hacía que se vieran casi sedosos. Defintivamente su cabello se veía mejor que el mio.

- No sabía que tu tío estuviera poniendo en venta el viñedo; se ve muy... -entrecerró los ojos para después mirarme- ameno.

- Lorenzo es definitívamente un ser libre -contesté con naturalidad; la verdad era que aquello ya lo había estado pensando yo también, y prefería meditar sobre ese tema que sobre Justin, mi abuelo o cualquier cosa que se cruzara con mis problemas personales-. No le gustan las ataduras, o más bien, creo que no puede con ellas. El viñedo representaba una, así que supongo que pensó que al venderla se liberaría de aquella responsabilidad.

Nicholas asintió de manera ajena, y yo sonreí volteando a mirar hacia mis pies, que aventaban algunas rocas.
El viento parecía estar muy violento aquél día; habían momentos en que pensaba en cómo iba a acabar mi cabello después de aquella caminata. Nicholas en cambio parecía promotor de una marca de acondicionadores capilares; aún con la maraña en su cabeza, se seguía viendo guapísimo.

Todos los Bieber son guapos, Ely. Supéralo.

- ¿Haz hablado con Justin? -me arriesgué a preguntar. El silencio de Nicholas después de mi pregunta me dio el tiempo suficiente como para percatarme de lo estúpida que me veía preguntando por él.

- Soy su hermano, y su modelo a seguir -una sonrisilla llena de superioridad cruzó su rostro. Yo reí-; claro que me habla muy seguido.

Se hizo el silencio.

- Y me ha hablado de ti.

Algo me decía que iba a decir eso.

Las calles iban quedando atrás; la casa de Lucy estaba a solo dos cuadras en linea recta, y una cuadra más hacia el norte. Tenía solo tres cuadras, por lo que necesitaba darme prisa.

- Te extraña.

- Ayer pareció ignorarme -miré el rostro ceñudo de Nicholas, y aclaré-. Ayer fui al viñedo con mis primos.

- Creo que no quiere hostigarte, Ely. Creo que piensa que ya te quedó claro lo que siente, y quiere que regreses cuando tú estés lista.

¡¿Qué pasaba si yo quería que el no me dejara opción?! Era una idea tonta, y totalmente fuera de lo habitual entre el rango de mis pensamientos, pero... Algo dentro de mi solo quería que el llegara, me besara y no me dejara ir nunca más.

Estás totalmente jodida de la cabeza, Ely. El romanticísmo te jodio, pensé. Y para mi sorpresa, me importó poco.

Agradecía la consideración de Justin, o al menos una parte de mi lo hacía. La otra parte seguía pendiente con el asunto de Alice, cómo dejó todo tan fácil, cómo... Me detuve. Mi mente dejó de calibrar imágenes inexadas como recuerdos. Yo había hecho lo mismo que él: había dado por sentadas muchas cosas, había acabado con nuestras posibilidades.

Yo había sido la primera en querer acabarlo...y el lo había terminado definitivamente.

- Si tienes duda, siendo su hermano mayor, puedo decirte que si te quiere, y mucho -aseguró Nicholas; yo no lo volteé a ver en ningún instante-. No tengas miedo. Ya están jodidos los dos, mínimo terminen de joderse... Pero juntos.






...






Al llegar a la esquina de la calle donde Lucy vivía, le indiqué a él cual de las pequeñas casas era la de Lucille. Después de eso, solamente tenía animos de tirarme al mar y ahogarme.

Así era como se sentía todo; ¿sería que aún era, entre comillas, adolescente? Tenía diescinueve años, y la edad donde se termina la adolescencia era esa. No me hubiera sorprendido su hubiera no terminado todavía, ya que no sería la primera cosa en la que era diferente a las estadísticas. ¿Serían problemas hormonales? ¿Tal vez rebeldía? ¿Aquella sensación de que me faltaba el aire sería un sindrome típico de la adolescencia? ¿Algo químico en mi cuerpo? Por que se sentía muy real; se sentía cómo el aire iba faltando cada vez más, y como los nervios aumentaban.

Por un momento, sentía que de solo pensar en Justin me ahogaba.

Entre aquellos espeluznantes pensamientos, volví a casa cuando ni un solo rayo de sol se vislumbraba, y el oscurecer era una verdad proxima.
En la casa se veía más movimiento; las luces de la sala y el comedor se veían encendidas desde el exterior, y las voces hablando animadamente se escuchaban cada vez más fuerte conforme me acercaba. Sin determe a pensar, abrí la puerta y entré a la casa. Cuando el pasillo de un metro se abría en la sala, toda aquella necesidad de aire se vio abastecida: Justin se encontraba de pie en medio de la habitacion, frente a mi abuela, sosteniendole las manos. Justin me miro, aunque no supe decir el modo: se notaba tenso, pero estaba claramente inexpresivo del rostro. Me sostuvo la mirada, y ni él ni mi abuela dijeron palabra hasta que yo la aparté y miré al suelo.

- Gracias por todo, Nina. Volveré pronto para volver a ver a Ulises.
Cuando Justin habló con mi abuela, recuperaba esa sonrisa inocente que a mi tanto me gustaba. Un pánico treméndo se incrementaba en el pecho con la idea de que hubiera perdido la posibilidad de conseguir esa sonrisa frente a mi otra vez.

- Oh, mi niño. Vuelve cuando quieras, ésta es tu casa.

Mi abuela besó su mejilla de manera cariñosa, haciendola sonreír. Apretó sus manos antes de soltarlas, y antes de volverse ante mi. Para cuando estuvo frente a frente conmigo, su expresión había recobrado calibre; su inexpresión facial me heló el alma.
Sin dedicarme ni siquiera una mirada cómplice, y manteniendo su estado glacial, Justin caminó hacia la puerta, evadiendome. Yo no volteé a ver como cerraba la puerta, pero cuandi lo hizo, sentí ganas de echarme a llorar.

Una Escritora Sin Amor | JBWhere stories live. Discover now