Capitulo 10 - Rosas, guirnaldas y lilas

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 A la mañana siguiente, desperté tan fresca como los tomates del huerto. Ya no sentía ninguna clase de mareos ni dolor estomacal, cosa que realmente me reconfortaba, ya que había vivido experiencias en que hasta después de dormir 8 horas continuas, no se me quitaba el asco y el vértigo.
Me levanté lentamente de la cama, yendo hacia mi escritorio. No tenía nada de ánimos de salir a desayunar, con las preguntas aturdidoras de mis abuelos cuestionándome sobre la razón por la que me había ido antes del carnaval, o la mirada acosadora y molesta de Justin. Esas eran cosas que podía postergar.

Esperé a que el sistema operativo de la portátil que tenía sobre mis piernas se encendiera, para luego entrar directamente a mi correo. Allí, vi un mensaje de Ronny: «Conéctate ya mismo, efecto de condón roto! Skype.» bufé. "Que tierna hermanita tengo..."

El mensaje era de hacía ya más de 12 horas, así que lo más probable es que no la encontrara conectada, pero para mi sorpresa, estaba activa y en verde. Apenas inicie sesión, recibí su invitación para una vídeo llamada.

- ¡Elizabeth Lanteige! - gritó apenas se aclararon los pixeles.

- ¿Que quieres? - pregunté irritada. "Para esta hora, ya debería de estar en la playa escribiendo..." pensé mientras miraba la hora al costado de la pantalla: En Boston, era la una cuarenta de la mañana, mientras que en Nove, eran apenas las 7:40 am... ¡Quiero dormir!

- Dime su nombre, Edad, a que se dedica, de donde lo conoces...

- Para, para. - la interrumpí. Su chillona voz realmente llegaba a irritarme. - ¿De qué estás hablando?

- ¡De Justin! - exclamó emocionada, dejando mis ojos en blanco. "¿Ju...Justin?" - ¿De quién mas hablaría? - la miré confundida. Para empezar, ¿Como conocía a Justin ella? ¿Por qué quiere hablar de él conmigo?

- Da totalmente lo mismo si hablas de un perro a que hables de él, así que son muchas posibilidades...

- Déjate de tonterías Ely, ¡Se ven hermosos juntos!

- ¡¿Qué?! - exclamé en un grito ahogado. ¿Que acababa de decir? - ¿Cuanto has tomado hoy?

- Ja, Ja , Ja. - hizo mala cara. - para tu información, estoy sobria. - sonrió de oreja a oreja. - Ahora, ¿Desde hace cuanto salen?

- ¡¿Por qué asumes que salimos?! - "Si ahora estuvieras aquí Ronny, te ganarías una gran bofetada...da gracias a Dios que estas detrás de una pantalla."

- No te hagas la tonta. Isabella me envió ayer una foto de ustedes dos abrazados en la playa. - Mi quijada calló a la cama... O al menos lo hubiera hecho si no fuera parte de mi estructura ósea. - se ven tan tiernos! Yannin tenía razón, Enamorarte en Italia sería mas fácil de lo que cualquiera se podría imaginar!

No efectué palabra alguna, me había quedado estancada en el 'Isabella Me envió unas fotos', había revivido un poco hasta que volví a estancarme con el 'Abrazados en la playa'. Y ahora Isabella, ¿Porqué habría hecho eso? ¿Para qué? ¿Con qué intensiones?

Ronny seguía hablando animadamente, aunque eran como susurros que el viento dispersaba en partículas, ya que no escuchaba frases completas, solo complementos y muy, muy vagos.

- ¡Elizabeth! - gritó llamando mi atención. "Gracias a Dios que esta detrás de una pantalla, si no, estaría dándome un jalón de cabellos para que le pusiera atención. " comenté para mí misma dentro de mi cabeza. - ¿Me estas si quiera escuchando?

Miré hacia Ronny, o más bien la pantalla, y no dije palabra alguna. "Justin... Idiota" pensé con desprecio.

- Me tengo que ir. - dije sin escuchar una sola palabra más. Cerré la portátil, y apurada salí de la habitación.

Crucé el pasillo con el puño cerrado, con unas tremendas ganas de darle una gran bofetada a ese chico, con el cual ahora me entrelazaban sentimentalmente... ¡Por favor! ¡Yo jamás podría estar con... El!.

Me sorprendí gratamente al ver que no había nadie en la cocina: todo estaba perfectamente ordenado, osea que aun no hacían el desayuno. «Deben de estar en la florería...» pensé yo.

Gracias al gran ventanal al fondo de la cocina, vi el torso desnudo de Justin, arreglando su motocicleta. Estaba limpiando sus manos con la que se supone era su camiseta azul. «Su ultimo día de existencia, Sr. Bieber»

Caminé hacia la entrada, girando la manija y saliendo de la casa. Caminé por el camino pavimentado evitando así pisar los arbustos de flores de mi abuela, los cuales cuidaba con su existencia. Rosas, guirnalda y lilias. Caminé por el estrecho camino a un costado de la casa, hasta llegar al patio trasero, donde se encontraba Justin, Justin Bieber, el patán mas cínico que alguna vez hubiera conocido. Me detuve junto a la palmera de mi abuela.

- ¡Ey tu! - grité, pero él no se inmutó. Aun mas enojada, me acerqué hacia él, mientras que me daba la espalda. Pero de la nada, el dio media vuelta, provocando que quedáramos mas cerca de lo que prevenía, tanto, que ambos nos precipitamos... Y en la siguiente escena, estábamos los dos tirados en el suelo, el sobre mí. «¡Perfecto!» pensé con sarcasmo.

- ¡Idiota!

- ¡¿Por qué tan violenta?! - preguntó mientras se acomodaba sobre mi sosteniéndose por sus brazos a mis costados. Lo miré con desprecio. Estábamos tan cerca el uno del otro, que yo alcanzaba a oler su esencia de gasolina y aceite quemado.

- ¡Por tu culpa mi hermana cree que tenemos algo! ¡Y ella está en Boston! - levanté mi mano con la intensión de darle una bofetada, pero él fue mas rápido, y tomó mi muñeca pegándola al suelo al descubrir mi intensión, utilizando su mano como candado. Hizo lo mismo con la otra mano.

- Pensé que teníamos una tregua, y que no te pondrías así conmigo otra vez.

- Eso fue hasta antes de descubrir que no falta mucho para que todo el mundo piense que ¡Tu y yo salimos!

- ¡Basta! - gritó enojado. Yo callé: aunque nunca lo fuera a admitir, me asustaba un poco el momento en que Justin gritaba. «Idiota, Idiota, Idiota». - ¿Qué más da que piensen que somos algo más? - preguntó sereno, en su tono de voz natural. Yo lo miré atónita. ¿Cómo que qué importa?

- ¡Tu sabes muy bien que...!

- ¡Dije que basta! - gritó otra vez, y yo guardé silencio. El me miró unos cuantos segundos, y yo hacía lo mismo. Estar en esa posición era un tanto... Incomoda, aunque por el enojo de ambos, parecíamos no percatarnos de que si alguien nos llegaba a ver en aquel instante, mal pensaría todo, y esta vez más seriamente que la cargada en la playa. - ¿No te molesta que sepan que eres una solterona que jamás se ha enamorado, pero si te molesta que la gente piense que sales conmigo? - preguntó encorvando una ceja.

Las palabras de Justin habían sido claras y concisas, y tenían toda la verdad... Ese era el problema. A mis diecinueve años, jamás me había enamorado, ¿Eso es normal? Yo era la única persona que conozco de mi generación que nunca de los nunca había sentido algo por otra persona... Y eso no era normal.

Me puse seria. Algo dentro de mí había hecho que las palabras de Justin fueran como una clase de herida, como un sellador de carbón, que deja marca. Lo miré, sintiendo como mis ojos se empezaban a hacer agua cada vez más. «¡No Ely! ¡No puedes llorar con Justin!» pensaba y pensaba, pero ninguna clase de palabra parecía surgir efecto en mi.

- Ely... - Justin me vio consternado; esa sería la primera vez que me vería llorar, si es que lo permitía.

- ¿Elizabeth? - una ronca voz se escuchó, alterna a la de Justin y a la mía. Levanté la mirada con temor, encontrándome con un viejo hombre, cabello y barba de espuma de mar, y unos pantalones jean. - ¡Justin! - dijo casi perplejo. «¡Perfecto! ¡Qué idiota eres Elizabeth!»

- ¡Sr. Bartolinni! - gritó Justin, levantándose apresuradamente del suelo. Yo solo lo miré, y me levanté del suelo con mis propias fuerzas. Mi abuelo nos veía, confundido. Justin comenzó a hablar, aunque yo no escuché absolutamente nada. Acto seguido, corrí hacia la playa.

Una Escritora Sin Amor | JBWhere stories live. Discover now