Capítulo 1: Mi día sobrio (Parte 3)

Start from the beginning
                                    

- ¡Ey, Annie! ¿Cómo estás?

- ¿No tienes miedo de mí?

- No, ¿por qué debería?

- ¡Porque puedo hacer trucos de magia! Y... ¡hacer que te duermas!

- ¿Trucos de magia? ¡No sabía que supieses! ¡Muéstrame!

- ¿Te muestro? ¡Pero dan mucho miedo! ¡Mejor hazlos tú!

- ¡No puedo! ¡No soy una maga!

- ¡Yo puedo darte cosas mágicas!

- ¿En serio? ¡Guau!

- ¡Sí, cosas mágicas que harán que todo se quede dormido!

- ¡Oh! ¡Eso es asombroso, poderoso y grande!

- ¡Toma, como regalo! Cógelo... ¡lentamente!

Me dio una pastilla que era mitad rojo y mitad azul.

- Vale. ¿Cómo funciona?

- ¡No tengo ni idea!

Y entonces se fue... Decidí ir a la otra habitación y allí se encontraba un niño comiendo en una mesa, a su lado había un bastón, quise tomarlo pero el niño me lo impidió.

- ¡No toques mi espada!

- No sabía que fuese tuya.

¡Deberías inclinarte y hablarme de forma clara! ¡Soy tu rey!

- ¡Oh! ¡Me inclino antes vos, mi señor!

- Muy bien, niña. ¿Cuál es el propósito de tu visita?

- Quiero tu bastón.

- ¿Qué bastón? ¿Te refieres a mi espada?

- ¡Sí, majestad, su espada!

- ¿Qué me darías tú a cambio?

- Lo que necesite, su majestad.

- Dame un castillo y un caballo, entonces tendrás mi espada.

No se me ocurrió mejor idea que dibujar lo que me pidió con el lápiz y el papel que me dieron los otros niños, se lo entregué y parecía muy contento.

- ¡Oh, es hermoso! ¡Justo lo que había soñado! Ahora puedes coger mi espada. ¡Es tuya!

Tuve la brillante idea de utilizar ese bastón uniéndolo con el gancho y una cinta que había encontrado antes, de esa manera me sería útil para poder alcanzar la llave con facilidad. Por lo tanto caminé hacia la habitación en donde se encontraba la llave, y una vez quise alcanzarla, el hombre que estaba sentado en el escritorio me pilló y me quitó el objeto.

- ¡Ey, ey, ey! ¡Dame eso! ¡No puedes coger esa llave! – Me advirtió.

- ¡Pero trabajé duro en él! ¡Es mi Gancho-O-Matic! ¡Devuélvamelo!

- ¡Cállate, tu no haces las reglas, sino yo! A partir de ahora tu juguete se queda conmigo.

- ¡Bastardo! ¡Lo recuperaré! ¡Lo haré!

- Haz lo que quieras, nunca dejaré esta silla.

Tenía que encontrar una manera de deshacerme de ese tipo, por lo que se me ocurrió moler la pastilla en un biscocho que había tomado antes del comedor, y se lo ofrecí al hombre.

- No busco problemas, así que traje este pastelito para usted.

- No estoy interesado en coger nada que venga de ti...

- ¡Por favor, cójalo! Hará que su vida sea un poco más dulce...

- No me preocupa tener una vida más dulce. ¡Ahora lárgate!

- ¿Entonces, no lo quiere?

- ¡No! ¡Y ahora déjame en paz!

Esa idea no funcionó, así que decidí ir al comedor otra vez a ver que se me ocurría. Cuando entré ahí vi a la enfermera anciana que antes me buscaba conversando con la otra enfermera que estaba allí.

- Le dije a Marcel lo de la última entrega, pero aún no lo ha mirado. – Le decía la anciana.

- Bueno, pronto se pondrá al día. Él se fue a casa. Oye Gladys, ¿me haces un favor?

- Claro... Cualquier cosa menos llevarle el café al guarda...

- ¿Por qué no? ¡Por favor! Tengo que cuidar de los niños.

- Tengo otras cosas que hacer... Lo siento.

La enfermera se retiró y entonces se me ocurrió la brillante idea de ser yo quien le llevara el café al guarda, así que solo lo cogí y me fui de allí. Una vez en la habitación me acerqué a entregarle el café al guarda.

- ¡Aquí tiene su café muy, muy, muy caliente, señor!

Con furia, le arrojé todo el café caliente encima.

- ¡Mira lo que has hecho, puta huérfana demente! ¡Lo hiciste a propósito! Voy a cambiarme. ¡Esto quema como en el infierno, puta! ¡No te muevas de aquí!

Una vez se fue, recuperé mi bastón y pude alcanzar las llaves que me permitían abrir la puerta de la oficina. Me pregunto qué habrá allí dentro.


Fran BowWhere stories live. Discover now