Píldoras

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Fran... sigue mi voz. Cuando cuente hasta tres, despertarás... uno, dos, tres.

-¿Fran, cómo te sientes? -Me preguntó aquel hombre sentado en una silla.

-Siento como si muriese. ¡No entiendo por qué me obligas a hacer esto! -Dije con desesperación.

-Intenta tranquilizarte... Esto es parte de tu recuperación.

-¿Recuperación? ¿No lo entiende? ¡Mis padres están muertos!

-Oh, pobrecilla... Todo se solucionará. Te lo prometo.

-¿Sí? ¡Entonces déjeme ir! Así me pondré mejor.

-No deberías decirme cómo hacer mi trabajo. Pero ahora, tengo algo para ti, Fran.

-¿Qué es?

-¿Ves la mesa? Hay un paquetito para ti.

Me levanté de la camilla y me dirigí hacia la mesa, allí había una pequeña bolsita.

-Este era el monedero de mi madre... -Dije entristecida.

-Ábrelo. Hay algo dentro. –Dijo aquel hombre.

Lo abrí y me encontré una pequeña nota que decía:

"Querida Fran:

Aquí está el monedero que tanto te gustaba. Pensé que te gustaría tenerlo. Mientras pensaba en ti, recordé que te gustaba examinar objetos y combinarlos con otras cosas.

Así que, espero que lleves siempre este monedero, y que le des a él y a cualquier cosa que encuentres un buen uso. No olvides nunca que la creatividad es absolutamente el don más grande que tienes.

Con cariño, tía Grace."

-Ella está preocupada por ti... -Me dijo el psiquiatra.

-¡Yo también estoy preocupada, porque no estoy loca y sigo aquí! –Contesté agresivamente.

-¡Para! Estas fuera de control, mujercita.

-¿Puedo irme ya?

-Sí, puedes irte. Pero antes, es la hora de tu nueva medicina.

-No quiero probar más medicinas.

-Se llama Duotín, y te dejará muy relajada... ¡Enfermera!

Luego de ese llamado entró una enfermera con una bandeja que tenía algo encima.

-¿Alguna novedad hoy, doctor Deern? –Habló aquella mujer.

-Nada en realidad, las mismas visiones de antes.

-Oh, ya veo... Vamos Fran, tómate tu medicina...

Titubeé un momento, pero el doctor me apresuró.

-¡No tenemos todo el día, Fran! Coge las pastillas ¡Ahora!

Entones me acerqué a la bandeja y me tomé una.

-No me encuentro bien...

Luego de decir esas palabras, tuve una especie de visión. La habitación se tornó un tanto tétrica, con las paredes llenas de sangre. Pero lo más tenebroso fue ver varias cabezas de una mujer cayendo del cielo junto con pedazos de carne, y detrás de mí una sombra misteriosa. Al ver todo eso, caí desmayada.

-¡Oh no! ¡Llévala de vuelta a su habitación! Y enfermera, no dejes que vuelva a tomar esto nunca más.


Fran BowWhere stories live. Discover now