Capítulo 1: Mi día sobrio (Parte 2)

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Al bajar las escaleras, vi que el doctor Deern y tía Grace estaban teniendo una charla.

- ¡Rotundamente no! ¡No puedes decirle eso! – Decía el doctor.

- ¡Pero tiene que saberlo! ¡No puedes mantenerme alejada de ella!

- La razón está más que clara, Grace.

- ¡No, no lo está! ¡Quiero llevarla a casa, ahora!

- No puedes. El estado mental de Fran aún no es apropiado.

Después de esa "visión", me encontré tirada en el piso, como si me hubiera desmayado, pero no recuerdo haberlo hecho. Sin embargo, pensé si eso había sido real, me preguntaba qué era lo tenía que contarme tía Grace... Ese doctor no tiene alma, ¡Me voy a casa esta misma noche!

Me levanté del suelo y aquellas escaleras ya no estaban, mi cama había vuelto a su lugar, y sobre ella se encontraba un zorro muerto quien tenía lágrimas de sangre. Decidí volver a la habitación de Phil, el cual tenía al lado una oscura sombra y su cara era perturbadora; allí había una puerta que estaba cerrada, pero esta vez en la pared estaba escrito con sangre: "a la felicidad" y una flecha indicaba aquella puerta. Usé un broche combinado con una aguja para poder abrir la puerta y en efecto esta se abrió.

Ingrese por esa puerta y alcancé a ver a un esqueleto vestido de traje elegante y con un sombrero que se transportaba por un portal en el suelo. En la pared estaba escrito con sangre "Papá no estuvo ahí, a mamá no le importó", y había un dibujo de ellos descuartizados. Noté que en esa sala habían 2 puertas más, así que decidí entrar por la que estaba a mi derecha.

Era la habitación de una niña, ella estaba dibujando algo en el suelo con sus crayones. Me acerqué a hablarle, pero yo ya no estaba con el efecto de las pastillas...

- ¡Hola!

- ¡Tú puedes verlas! ¿Cierto?

- ¿Ver qué?

- ¡Las criaturas que siguen a todo el mundo!

- ¿Te refieres a las sombras?

- Ajá. Yo no puedo verlas, pero sé que están por ahí...

- ¿Sabes lo que son?

- Sí, supongo...

- Bueno... ¡dímelo, por favor!

- ¿Te gusta dibujar? ¡A mí me encanta dibujar!

- ¡Sí! ¡También me encanta! ¡Pero dime más sobre las sombras!

- ¡Lápiz! ¡Un lápiz! ¡Quiero un lápiz! ¡Siempre estoy dibujando!

- ¿Qué estás dibujando?

- ¡Algo!

-¿Qué es eso?

- ¡Mis sueños! ¡Vete ahora!

Mire hacia el suelo y vi sus lápices de colores, quise tomar uno...

- ¡Esos son míos! ¡Mis lápices!

- ¡Me encanta este lápiz verde! ¿Puedes dármelo?

- ¡No! Entonces no podré pintar con verde. ¡Eso es ridículo!

- ¡Oh, es cierto! ¡Pero tienes muchos más colorines!

- ¡Sí, muchos colores! Pero, ¿sabes? ¡A ellos no les gusta que yo pinte!

- ¿A quién?

- ¡Las enfermeras! ¡Ellas me atan! ¡Y cuando quiero dibujar, no puedo!

- ¡Las enfermeras están locas!

- Cuando no puedo dibujar me hago daño... Y viene la leche roja. ¡Mira!

Me mostró ambas manos y sus muñecas estaban con cortes y llenas de sangre...

- ¡Por favor, cúrame! ¡Y haz que pare la leche roja!

- ¡Veré lo que puedo hacer!

Entonces recordé que tenía unas tiritas guardadas en el monedero de mi madre y así le puse una en sus muñecas.

- ¡Gracias! El lápiz es tuyo. ¡Ahora vete! ¡Tengo que dibujar!

Salí de esa habitación y decidí tomar otra pastilla. En el pasillo, se encontraba un peluche del Sr. Medianoche, el cual estaba en un monociclo y decía: "Eres mi querida amiga. ¡Bip, bip! ¡Brrm! ¡Si quieres abrazarme, primero intenta capturarme! ¡Brrmmm, bip! Si no puedes atraparme es porque no has podido encontrarme. ¡Bip, bip!"

Me asomé por la ventanilla de una puerta que estaba frente mío y vi una sombra que se paseaba y desaparecía por el baño, en la ventanilla estaba escrito con sangre: "Al rey le gustan los dibujos".

Cuando dejé de asomarme, el efecto de las pastillas se me había pasado otra vez. Había unas escaleras que antes con el efecto de ellas no podía bajar, así que decidí ir a ver, pero justo venía la enfermera subiéndolas y me encontró allí.

- Oh, ahí estás. ¡Deberías estar en tu habitación! La puerta estaba cerrada.

- Pero usted la dejó abierta...

- ¡Estoy segura de que no estaba abierta! Lo sé, porque yo la cerré.

- ¿Está segura? ¡Usted me dijo que fuese a comer!

- ¿Eso dije? Mmm... Muy bien, entonces continúa.

Luego de haberla convencido, ella se fue por las escaleras y yo baje detrás de ella. Al final de las escaleras, había un pasillo en el cual se encontraba una verja que estaba cerrada, seguí caminando y me dirigí a la siguiente habitación, en la cual estaba la oficina de un señor. Había una puerta así que me acerqué a ella, pero aquel señor me llamo la atención.

- ¡Ey! ¡Aparta tus manos de la puerta de la oficina!

Me acerqué a él y le dije:

- ¿Señor? La llave que cuelga ahí, ¿me la da?

- Claro... podría darte la llave, si me dieses un beso.

- ¡Menudo bastardo! ¡Puedes besar tu propio culo!

Supongo que mi siguiente misión era encontrar una manera de conseguir esa llave.


Fran BowWhere stories live. Discover now