17. Un regalo sorpresa

43 9 1
                                    

No había dejado de nevar desde el partido en el que Ravenclaw había ganado a Slytherin, por lo que todo Hogwarts se veía cubierto de una espesa y gruesa capa de nieve allí donde se mirara. El Castillo expresaba una gran tranquilidad y armonía debido al blanco impecable que la nieve reflejaba. Algunos copos caían lentamente, creando un paisaje bello y entrañable.

Pasadas dos semanas y en vísperas de Navidad, Jake Blake fue el primero en sentir aquellos helados copos de nieve en su rostro. Acababa de  volver de su retiro. La directora McGonagall había insistido en que necesitaba descansar lejos de la Escuela para que pudiera despejar su mente por completo. Sin embargo, a pesar del tiempo que el profesor de Alquimia había tenido, en ningún momento se había sentido relajado, todo lo contrario. Se había vuelto aún más inquieto. Él era el único que sabía que aquella mujer de cabello rojo estaba allí, sobre todo después de haberla descubierto escondida entre las gradas.

Al pisar de nuevo el Colegio sintió un alivio mayor que el que no había conseguido fuera, pero no por ello perdió la inseguridad. Que regresara a Hogwarts no significaba nada. Él solo no podría con ella.

Se dijo así mismo que tenía que mantener la calma y aparentar serenidad. Le había prometido a McGonagall que no volvería a actuar de forma imprudente, aunque la inquietud le estuviera revolviendo las entrañas.

A punto de llegar a su despacho en lo más alto de la Torre Principal, se cruzó con la profesora Arundell de Pociones que parecía dirigirse hacia las Mazmorras. A pesar de que la saludó cordialmente, esta le miró con desconfianza y le devolvió el saludo en voz muy baja.

Era lo que le faltaba. Ahora no solo tenía a medio Ministerio en su contra – estaba seguro de ello por las miradas y palabras que Bennet le había dedicado la última vez que se habían encontrado -, sino que tendría también a casi todo el profesorado en su contra por aquel altercado que tuvo con la profesora de Pociones.

"No se imaginan de lo que es capaz" – pensó tratando de justificar su comportamiento.

Cuando pasó tras las enormes puertas de roble de su despacho, lo encontró vacío y frío. Había olvidado cerrar las ventanas y parte de la nieve se había colado en la gran habitación.

Con un rápido movimiento de varita hizo que la nieve volviera por donde había entrado.

****

Sam maldijo en voz alta cuando una gran cantidad de nieve le cayó encima. Parecía haber sido arrojada por una de las ventanas de la Torre Principal. 

- ¡Me acabo de lavar el pelo! – exclamó sacudiéndose la nieve de su espesa melena. - Como descubra al imbécil que ha hecho esto soy capaz de quedarme aquí todas las Navidades para devolvérsela...

Megan tomó las maletas de su amiga mientras se alejaban de la Torre y se acercaban a las puertas de entrada, no fuera a ser que cayera algo más. Resultaba muy difícil caminar por los exteriores de Hogwarts debido a la espesura de la nieve.

Sam no era la única que abandonaba Hogwarts en vísperas de Navidad, otros muchos alumnos de la Escuela se dirigían con su equipaje a la estación de Hogsmeade para tomar el Expresso de Hogwarts y reunirse con sus familiares para las vacaciones de invierno.

Normalmente Megan también se iba a celebrar la Navidad con su abuelo y hermanos. Era una de las pocas épocas del año en la que se encontraba con sus padres que volvían de sus trabajos en América. Sin embargo, aquel año sus padres no les visitarían, y asimismo, el abuelo también había asegurado que tenía que hacer muchas cosas en el Ministerio con lo que ni a ella ni a John les merecía la pena volver a la mansión. Ni siquiera para ver a Peter, el hermano más mayor de Megan, el cual se había iniciado en el Ministerio como becario. Por eso aquel año pasaría las Navidades en Hogwarts con Ian, que, como cada año se quedaba allí.

Historias de Hogwarts I: la DécimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora