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Don't Let Me Down de The Chainsmokers ft. Daya retumba en la zona privada del casino. Cuerpos impregnados en sudor bailan, se friccionan, se dejan llevar por todas las sensaciones que genera la producción musical; parece gustarles. Hay otros que, simplemente lo hacen con recelo, un tanto inhibidos. Mis ojos se pasean atentos, entretenido, apenas y observo. Hay una tuene luz rojiza, parpadea cada cierto segundo. Lúgubre, lujuriosa, incentiva. Cada vez, siento que la música suena más fuerte; el público, para nada afectado, sigue disfrutando de las emociones que les envuelve. Hay varios factores que hacen un ambiente excitante, atractivo e impetuoso. Por lo que esta gente suele embriagarse/drogarse, para poder sentir todo lo dicho. Hay megatrón que expulsa cada cierta cantidad. Se aprecia una tarina con pantallas gigantes; el Dj las manipula. Si la gente no se droga/embriaga, entonces esto, más la luz rojiza, refuerza el mismo efecto. Siempre me causa curiosidad las personas ebrias.

Tyrone, mi mejor amigo, plática animadamente con una chica, que, sin inmutarse se sentó en su regazo. El título de meretriz, fue lo primero que me llego a la mente cuando la vi. Alrededor de una hora conseguimos llegar a una de las discotecas más famosas The Strip. Asimismo, el hotel donde nos estamos alojando. El calor es muy preciso y el licor asume una parte de la responsabilidad. Bebo otro trago y relajo la tensión que estaba sintiendo en el cuerpo. Tengo tantas ganas de bailar, moverme libremente. Desde luego, no suelo hacerlo, porque en los clubs, siempre hay paparazzi encubiertos, capturando cada escena y no quería mostrar algo, que luego, me arrepintiera. La opinión que la gente obtenga sobre mí, me da igual. El problema cae sobre lo estresante que se vuelve, las numerosas llamadas y mensajes de mi padre para recriminar sobre mi endeble comportamiento.

Analizo una vez más, el alrededor de la discoteca, trato de encontrar a algún camarero para que me traiga otro Martini. Siento la garganta reseca. Me obligo a ingerir otro líquido, olvidando los rastros del dulce Vodka; esta vez, prefiero una bebida más agridulce. De cierta manera, me siento incomodo estando en lugares abarrotado gente, trato de ocuparme en otros asuntos más significativos que buscar atención o aprobación de otras personas que dicen conocerme por el hecho de asistir por contextos a ciertos sitios.

Tyrone, se levanta del sillón con la fémina, aun, en su regazo. Tensa el cuerpo, mi expresión es alusiva. Sin necesita de descender la vista, se que esta erecto. Retira un poco las abundantes hebras con el dorso de la mano, cerca del oído de la mujer. Tuvo que haberle dicho algo socarrón; la chica se levanta con una torcida sonrisa. Y se retira. No soporto sus acciones idiotas ni mucho menos sus ligues de una noche. Pronto de perder con la mirada a la extraña, se ubica en cuclillas frente a mí. Conserva su sutil fisonomía a duras penas, repaso la escasa iluminación sobre el cabello chocolate. Mi amigo es esa clase de ser humano, que cuida excesivamente su físico y como viste, tiene un buen cuerpo, no por ser bonito se gana la atención; también, está el hecho que, tiene unas pestañas hermosísimas, cejas diagonales, labios encarnados de tono sandía, pómulos cuadrados. De piel un tanto tostada. Le encanta el crossfit. De las pocas veces que le acompañé, solo tuve la oportunidad de casi realizar alguno de los ejercicios. Falle una y otra vez. Me resigné y me di cuenta que no era lo mío.

El curioso embarazo de Joseph ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora