Me siento confundido. Así que me descuero la cabeza tratando de poner en orden las cosas que prácticamente vomité la noche anterior:

1) Le he dicho que Johnny no es para ella.
2) Le he dado las gracias por salvarme.
3) Le dije que necesitaba un hombre como... Bueno, como yo.
4) Además, le dije que la... que la quiero.
5) Como amiga.

¿Tengo algo por lo cual arrepentirme?

—No, Adela—murmuro finalmente—. Creo que de lo único que me arrepiento es de haber bebido demasiado alcohol. No debí haberte dicho todas esas cosas en ese estado—murmuro, con nerviosismo y ansiedad.

Yo... No se preocupe, Pablo. Está todo bien.

—¿Quieres q-que nos reunamos hoy? Digo, para conversar sobre los amigos de Lucía, y para... Bueno, creo que debería decirte todo lo de ayer sin todo ese vodka en el cuerpo.

Mi voz sale prácticamente trémula, nerviosa. No sé por qué me pone tan nervioso. Ni por qué me enoja tanto el haberle hablado borracho. Sin embargo, al segundo me doy cuenta de por qué me odio tanto ahora mismo: no quiero que piense mal de mí. No quiero que justamente ella, que es mi amiga, piense que soy cualquier cosa. El solo pensamiento de ella alejándose me hace sentir triste. Adela es una buena amiga, no puedo perderla por ser un idiota incapaz de controlarse.

Ella tarda en responder y cuando lo hace, me habla en el mismo tono avergonzado que yo uso:

Yo... Usted sabe que me encantaría, es solo que... Ya sabe, hoy es viernes y yo... Saldré con Johnny.

—Oh.

Me quedo en silencio un momento. Solo escucho su respiración.

Johnny. Paso vertiginosamente de estar sorprendido a enfadado, y con la misma velocidad vertiginosa, me siento triste y un poco herido.

—¿Pablo, sigue ahí?

—¿Saldrás con él de todos modos?

Ahm—murmura, vagamente indecisa—. No veo por qué no tenga que hacerlo. Johnny es una buena persona.

Es una buena persona, repito en mi mente. Probablemente mucho mejor persona que yo. Pienso en mí la noche anterior, en mi borrachera, en todos los errores que cometo diariamente en la vida y que vuelvo a cometer a cada instante. Pienso en cuántas veces la he cagado, en cuántas veces me he arrepentido por las cosas que he hecho y por las que no. Siento rabia de mí mismo por todas las veces en que Adela ha tenido que sentirse mal por mí, en quizá cuántas veces la he decepcionado. No sé si es el dolor de cabeza es el que me hace sentir tan mal, pero decido que, en realidad, Adela no se merece a un hombre como yo. Ella merece muchísimo más de lo que alguien como yo puede ofrecer.

Así que finalmente, animo un poco mi tono de voz, a pesar de que por dentro me siento pésimo, y le digo, con una sonrisa triste, que ella no pude ver:

—Es cierto. Aprovecha de divertirte. Te mereces mil helados y pasarla muy bien.

Ella hace un sonidito de confusión antes de hablar:

Gracias, Pablo.

—No hay de qué. Somos amigos..., ¿no?

El tono de ambos se vuelve extrañamente íntimo y magnético.

...—murmura, y junto a eso, escucho su respiración lenta—. ¿Entonces, puedo llamarle... más tarde? ¿O tal vez mañana?

Sonrío, mirando el suelo.

—Cada vez que quieras, Adela.

Cuando cortamos en lo único que pienso es en lo equivocado que he estado.

Pablo y Adela [EN EDICIÓN]Where stories live. Discover now