Carlo's

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Capítulo 2: Parte II

Camila, 30 de junio; Miami

Camila vio como Lauren, una vez más, apretaba con fuerza el volante entre sus manos enguantadas y su rostro se convertía en pura tensión; ella podía ver las venas de su cuello marcarse con fuerza por cómo estaba apretando su mandíbula. La latina sentía los nervios mezclarse con la angustia haciendo que para ella el aire escasease allí dentro. Y aquello todo era procedente de Lauren, lo peor era que en un espacio tan pequeño lo sentía demasiado...

Camila lo sentía como si fueran sus propios sentimientos.

Sin tener tiempo para pensar, y olvidándose de la nueva canción que sonaba en la radio, la castaña alargó su mano y buscó la de Lauren para desencajarla del volante y entrelazar sus dedos. Era la segunda vez en menos de dos minutos que hacía aquella acción, pero Camila sabía que aquella vez era diferente a la anterior. Al principio, lo había hecho para darle su confianza ante la incógnita de hacia a donde la llevaba, pero aquella vez lo hacía para recordarle que seguía allí, y no literalmente en su coche, sino que seguía a su lado para todo lo que quisiera.

Ella volvió apretarle la mano, suavemente, sin dejar de mirarla mientras que Lauren seguía condiciendo.

La angustia que sentía, y que le quitaba el aire, en el coche poco a poco fue disminuyendo.

Ella no sabía que era lo que estaba pasando en aquellos momentos por la cabeza de Lauren, pero sabía que era lo suficientemente serio y grave para hacer que todos sus sentimientos se desbordaran dentro del coche, y casi ahogaran a Camila.

Sin embargo, poco a poco el aire volvió a entrar en sus pulmones.

Con sus dedos entrelazados, la latina quiso quitarle el guante y sentir su piel contra la suya, quería tener un contacto más íntimo para transmitirle todo su apoyo, pero ella no lo hizo. Camila sabía que aún no podía hacer aquellas acciones; sabía dónde estaban los límites con Lauren.

Por eso, Camila tan solo se quedó mirando a Lauren, desde la distancia del asiento del copiloto, mientras le apretaba delicadamente su mano. A veces la acariciaba haciendo círculos intentando que se relajara...

Y así, pasaron los minutos dentro del coche de Clara.

Cuando se quiso dar cuenta, ya habían salido de Miami y se encontraban en una zona desconocida para Camila. Al instante miró el reloj y se percató de que habían pasado casi dos horas desde que habían salido de su casa.

Pero, en el momento en el que entraron por un camino de tierra, por el cual Lauren se había desviado, la escuchó hablar:

-Hace dos años, casi un mes después de que me escapara del hospital y cogiese mi coche de casa, llegué aquí de casualidad-empezó a explicar con la mirada aún fija en la carretera, pero con la voz algo inestable-. Yo me había quedado sin dinero hacia días; había robado para comer, la policía casi me había enganchado y tuve que herir a un policía inocente por no llevar guantes... Pero un día, por estos caminos, encontré una construcción. Era un simple taller mecánico con una tienda de herramientas y piezas para coches.

Camila no dejó en ningún momento de mirarla atenta a cualquier detalle, y atenta a todo ese dolor que volvía a nublarla de nuevo:

-Aquel día, yo entré en ese taller con la idea de conseguir algo de dinero-entonces la cubana notó como Lauren se volvió a tensar, pero aquella vez fue por el contacto de su mano-. El dueño me pilló. Creía que estaba perdida, y que iba a ir a la cárcel...yo creí que iba a llamar a la policía, pero no lo hizo. Él me dijo: si quieres dinero, consíguelo trabajando-citó ladeando la cabeza para mirar a Camila-. Y me contrató para que trabajase para él.

-¿De verdad?

-Trabajaba todo el día en la tienda como dependiente y contestando al teléfono-le informó formando una pequeña sonrisa en sus labios, algo contradictorio para Camila por todo lo que estaba sintiendo en el ambiente, sobre todo por el dolor y la angustia-. A veces cuando él tenía muchos coches que arreglar yo le ayudaba con la mecánica, pero no se me daba muy bien... Fue así como durante un mes viví en la parte de atrás de la tienda, en una habitación pequeña, pero suficiente para mí.

-¿Y las comidas?

Habló antes de pensar.

-Su mujer era encantadora... Ella me traía todo lo necesario, salvo el almuerzo que nos hacía ir a mí y a Carlo a comer a su casa y descansar al menos una hora-le contestó sin titubear ni un segundo-. Durante un mes él me dio toda la comodidad que te da una familia... Incluso él me regaló una de mis pertenencias más queridas. Cuando me iba a ir de su taller para seguir con mi vida, me regaló mi Kawasaki; yo a cambio le dejé mi coche para cubrir todos los gastos que les había causado.

Camila quiso hacerle muchas más preguntas, como por ejemplo ¿por qué se había ido de allí? ¿Por qué decidió estar sola durante tanto tiempo? Pero en el momento en el que su boca se iba a abrir, sintió como Lauren iba frenando el coche hasta pararlo del todo. Cuando giró su cabeza para mirar por la ventana se dio cuenta de que ya habían llegado.

O al menos eso supuso.

Delante de ellas se encontraba un almacén blanco, con la pintura muy desgastada, en el que en la parte superior había un cartel donde ponía Carlo's, y con varios coches desguazados por el terreno de arena.

Cuando volvió a mirar a Lauren esta tan solo le regaló una sonrisa nerviosa.

Ninguna de las dos se movió de allí al menos por varios minutos en los que aun la radio seguía sonando de fondo.

-¡Hey, ¿qué puedo hacer por ti?!

Aquella voz masculina hizo que Camila se volviese a girar hacia su ventanilla para mirar a su alrededor. A varios metros del coche había un hombre, delante de la puerta metálica, que se estaba limpiando las manos engrasadas con un trapo ya bastante sucio. Era un hombre de, seguramente, más de 40 años, grande y de cabello negro y rizado. Pero la latina no se fijó en más detalles, porque escuchó como la puerta del piloto se abría.

Camila se bajó también del coche, un segundo después.

Entonces vio como al hombre se le formaba una gran sonrisa en los labios para después acercarse rápidamente a Lauren:

-¡Oh, principessa!-le escuchó decir mientras se pegaba a Lauren; este rápidamente le puso sus dos grandes manos en la cara, apretándole las mejillas con cariño. Camila vio como le manchaba de grasa, pero a la motorista pareció que no le importaba porque la cubana pocas veces la había visto con una sonrisa tan grande en sus labios como en aquellos momentos- ¡Estás hecha toda una mujer!

-Cuanto tiempo, Carlo...

-No me vengas con cuentos, principessa-le medio regañó retirándose un poco de ella-. Sabes que me tienes que contar por qué no has venido antes a vernos, pero bueno, entremos adentro para que me pongas al día... Andiamo!- fue en aquel momento en el que Camila se encontró de frente con los ojos avellanados de aquel mecánico, que hasta aquellos instantes parecía que no la hubiera visto-. Traes contigo una bellísima mujer, ¿tu novia?

-¡Carlo!-gritó Lauren.

Pero el mecánico de cabello azabache la ignoró por completo.

-Carlo Montalbano, piacere di conoscerla.

-Camila Cabello-contestó apretándole la mano con bastante timidez mientras sentía como sus mejillas ardían por lo que acababa de insinuar el mecánico.

Porque aún no somos novias, ¿no?..., Yo... ¿Novias? ¿Lauren y yo?... pero... me encantaría. Lauren es...

El hombre de cabello negro soltó una sonora carcajada después de soltarle la mano haciendo que Camila dejase aquellos pensamientos atrás; él desprendía alegría y tranquilidad, incluso una pizca de diversión.

En aquel momento Camila logró entender porque Lauren había aceptado aquel trabajo, a pesar de no conocer en absoluto a Carlo...

-Che bella cosa!- acabó exclamando-. Allora, entrad conmigo. Tengo que llamar a Isabella para que vea lo bella y lo grande que estás. No se va a creer que por fin hayas regresado... y encima con novia.


Feel Again II: Red (CAMREN)Where stories live. Discover now