Capítulo 22

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ADRIA

Para ser inicio de semana Marisol está rebosando de energía. En el desayuno a penas me habló pues estaba demasiada ocupada leyendo algo en su celular. De camino al colegio prácticamente rebotaba en el asiento y sonreía con malicia hacia la nada. Pregunté tres veces si estaba bien y las tres veces encontré la misma respuesta diciendo que todo marchaba en las mejores condiciones. Está tan distraída que no me ha preguntado nada más sobre lo que sucedió sábado. Hablé con ella esa noche y escuchó en total silencio, pero en sus ojos pude ver el atisbo de felicidad en su mirada por dejar al fin claro la posición de Elliot en mi vida. De verdad quise molestarme por eso, pero no pude porque estaba muy ocupada dándome una paliza mental porque en realidad no quiero que Elliot piense en mí como una amiga, pero es lo correcto por hacer. Estúpido sentido de la moral.

—¿Nos vemos a la hora del almuerzo? —Marisol y sus rizos ya van por un metro delante de mí y acabamos de bajar del autobús.

—Seguro. Eso ni se pregunta —le sonrío.

—¿A dónde va con tanta prisa? —Gabriel me saluda con un beso abrupto en la frente y luego sonríe por mi cara de asombro mientras nos dirigimos a la puerta. Esos ojos bajo la luz de la mañana se ven tan claros que solo puedo parpadear hacia ellos con un poco de asombro—. Parece que la va siguiendo el diablo.

—Está actuando raro. Demasiado... —muevo mis manos sin saber cómo explicarlo—, todo. Muy feliz. ¿Tendrá algo que ver Santiago?

—Hasta donde sé todo se mantiene normal entre ellos —choca su hombro con el mío—. Es el efecto del amor —sus ojos son demasiado directos, debe ser la luz.

Sonrío incomoda. —Supongo que sí —veo hacia otro lado.

Parte de mí está feliz de que Marisol esté así de contenta con Santiago y que su relación vaya viento en popa, pero una pequeña parte de mí siente envidia y de la buena por la suerte de esos dos. Ayer domingo, pase escribiendo mensajes tontos para hacer que Elliot hablara conmigo, aunque no envíe ninguno de ellos.

Las cosas de las que hablamos el sábado fueron bien. Él escuchó, yo hice lo mismo; ambos regresamos a casa a salvo y no hubo momentos incómodos. Pero en mi corazón sé que algo no es correcto. Pasé el resto de la velada contándole historias tontas que junto a Marisol protagonizamos en el orfanato y el escuchó cada una de ellas y agregó una que otra broma, pero cuando nos despedimos sentí que dejaba algo más detrás de esos ojos tormentosos. Pero no es mi problema el tratar de resolver lo que lastima a Elliot. Al menos como amiga solo puedo escucharlo y tratar de comprender, pero el sábado no dijo algo más sobre su vida.

Gabriel nota que algo raro está pasando pero no dice nada más. Me despido de él y me dice que nos encontremos a la hora del almuerzo en la cafetería.

Cuando llega la hora solo somos Gabriel y yo en la mesa y Marisol parece haber olvidado de nuestra cita. Marco su número, pero desvía las llamadas. Solo me queda esperar.

 Solo me queda esperar

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Una última vez (Reescribiendo)❌Where stories live. Discover now