Prólogo

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ADRIA

Mis párpados se abren de golpe. El techo parece un buen punto al cual mirar por horas, pero sé que ese no será el caso; no con mi corazón latiendo con tal fuerza que pareciera querer escapar de mi pecho. Estoy asustada, estoy sudando frío y por unos segundos tardo en reconocer el lugar en donde estoy. Mi pantaloneta y la blusa de tirantes color rojo que uso para dormir se pegan por el sudor a mi cuerpo como una segunda piel. Parpadeo rápidamente para asegurarme que estoy despierta y la pesadilla quedó atrás, no he tenido alguna pesadilla desde hace semanas. Me siento en la cama dejando caer las sábanas hasta mi cintura. A lo lejos escucho voces que poco a poco van en aumento y mi ya acelerado corazón parece redoblar su ritmo. Se supone que hoy ambos estarían fuera todo el día; ella trabajando y él haciendo lo que sea que hace para pasar el tiempo. No tendrían por qué estar aquí hoy. Me paso una mano por mi frente húmeda, me quito algunos mechones de cabello castaño oscuro que están pegados a mi cara por el sudor mientras veo alrededor del cuarto. Todo está pintado de blanco, hay un pequeño ropero en la esquina izquierda, un espejo de cuerpo completo al lado de la puerta y un closet en la esquina derecha, todo esto es lo que complementa el inmobiliario de mi habitación. Prometí que hoy ordenaría mi ropa antes de que ambos estuvieran en casa, así él no encontraría otra excusa para pelear con nosotras. Salto cuando se escucha su fuerte voz gritando el nombre de mamá. Veo hacia la puerta, la veo hasta que mis ojos comienzan a arder; porque tengo miedo de que si me descuido un segundo alguien entrará.

—Por favor, no está vez —susurro—, no esta vez. No de nuevo —algo se estrella contra la pared. Seguramente una botella de cerveza.

Me levanto, corro hacia la puerta y la abro lo suficiente para poder ver hacia afuera, pero sin que nadie note que estoy husmeando. Observo a través de la rendija que dejé libre lo que es mi infierno personal desde hace once años. Mi mamá está escondiéndose debajo de la mesa del comedor, mientas papá la busca caminando de un lado a otro tambaleante por el alcohol. Sé que todo lo que hará será golpearla, porque es lo mismo que él ha hecho conmigo todo estos años cuando se pone a tomar. Desde que tengo memoria este escenario se repite una y otra vez. Todas las advertencias estuvieron allí brillando intensamente. Primero fue un vaso roto y una rabieta pasada de tono, luego una botella de licor que misteriosamente al amanecer aparecía vacía, las miradas de muerte que enviaba cuando alguien interrumpía sus domingos de fútbol, un golpe al rostro de mamá y las flores al día siguiente con una disculpa digna de aplaudir. El cambio en su actitud duraba una semana si mucho, después los ataques volvían.

No tuve amigos en la escuela, ahora mucho menos, todo mundo se aleja de mí cuando estoy a su alrededor. Al principio pensé que era por mi rostro pues está lleno de pecas. Muchos de los niños se burlaban de ello y yo simplemente ignoraba los comentarios. Cuando se supo el resto de mi historia, todo empeoró. Aparecieron notas en mis cuadernos, cartas en mi mochila. Mi nombre escrito por todas las paredes del baño de niñas y no con buenas referencias... aunque creo que el baño de los chicos no se quedaba atrás. Sé que varios profesores lo notaron, pero nadie se acercó a preguntarme que había pasado, nadie se ha acercado a preguntar mi versión de la historia tampoco. El tema nunca se tocó y todo siguió su rumbo. De hecho, ahora que lo recuerdo, solo tenía un amigo, un mejor amigo, que me abandonó hace un año cuando se mudó a otro lugar sin decirme adiós.

Así fue como papá creó mi propia reputación. Incluso me sorprendí cuando algunos de mis compañeros me llegaron a ver con lástima en el momento que a la escuela llegó el rumor de lo que pasaba en mi casa; no es que papá fuera muy silencioso cuando daba sus espectáculos y nos hacía formar parte de ellos. Sé que las vecinas pueden escuchar el ruido, pero nunca se han quejado cuando él está aquí. Normalmente siempre vienen a armar escándalo cuando ya todo vuelve a la calma, siempre vigilan la casa hasta que papá se ha marchado y entonces vienen sacando pecho con aires de superioridad, pero ellas nunca vienen cuando esto pasa, nadie de la cuadra en realidad.

Una última vez (Reescribiendo)❌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora