Acaba con la traición

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Le miré directamente a los ojos en cuanto el Dios Shinto acabó de pronunciar su descabellada oferta. Sabía que era falsa, pero no sabía hasta qué punto la desesperación había hecho mella en Todd. Sus ojos me dieron la respuesta inmediatamente. Su mirada era como la de un niño a punto de llevar a su perro a que lo sacrifiquen, a causa de una enfermedad que de no darle un final rápido, alargaría su muerte en una agonía que se perpetraría durante meses. Estaba clara su decisión, y estaba claro que no era la correcta.

Si él iba a pelear por salvar a Ahryelle a su manera, yo lucharía por salvarla a la mía.

Sin darme tiempo a moverme se abalanzó sobre mí, haciéndonos caer sobre una de las tantas mesas que llenaban el gran comedor en el que nos encontrábamos. De alguna forma aquellos rayos de sol nos habían traído a un lugar, a su manera, precioso, y a la vez tétrico. Las cortinas, el suelo, las paredes, las sillas y las mesas de madera talladas con bellísimos adornos con motivos florales, los manteles... todo de un color blanco tan puro y brillante que el mismo sol se vería obligado a esconderse si uno de sus rayos se reflejase en cualquier esquina del gran comedor.

En cuanto caímos al suelo sobre la mesa partida esta se rompió en mil pedazos, casi como si el derribo hubiese sido solo con ese fin. En un segundo Todd cogió uno de los pequeños trozos que aún flotaban en el aire e intentó degollarme con él, pero yo fui más rápida. Le agarré de sus partes y antes de que llegase a tocarme le di una patada en la espalda, quitándole de encima. No me sentía orgullosa de mi "maniobra" de distracción, pero en tiempos de guerra, todo vale. Me levanté y cogí una de las patas de la mesa. Las tallas de la pata aún estaban intactas y una rosa con un largo tallo de espinas ascendía por ella. Sería una pena romper algo tan bonito...

PAFF

El primero, en la cara. pensé que le había dejado medio tonto de lo fuerte que le arreé, pero se lo tenía merecido por dejarse engañar tan fácilmente. Uno de los ángeles que nos había traído hasta aquí, el mismo que había tenido una "batalla de gallos" (lo que se suele decir a las peleas de haber quién es el más gallito y subnormal de los dos) con Todd minutos antes, comenzó a desenvainar su espada y así me desveló sus intenciones. Antes de que su reluciente espada saliese por completo de su vaina, el muy imbécil ya tenía la pata de la mesa incrustada en la cara. Había sido muy fácil incrustarla debido a lo astillada que estaba.

Me encaré al Dios Shinto y sin poder contenerme, le dije:

-Que guardias más entrenados y eficientes. Te valdría más poner un cascabel en la puerta para escuchar cuando el enemigo viene, así tendrías tiempo de esconderte.

-¿Crees que me hace falta esconderme?

-Bueno, creo que si pudieses hacer algo por ti mismo no tendrías a tantos sabuesos para que te lamiesen los pies.

-Eres muy osada para ser una simple zorra...

-Una simple zorra que se ha colado en tu casa.

-Oh, dulzura... si estás aquí es expresamente producto de mis deseos, nada más.

-No deberías desear cosas que no puedes controlar.

-¿No puedo controlarte? –Una risilla salió de su boca. Pensé que solo era para burlarse de mí, pero en realidad era que realmente disfrutaba de la situación- ¿Por qué no miras a tu izquierda una vez más? –El ángel al que le acaba de incrustar la pata de una mesa totalmente astillada y que podría atravesar su carne sin problemas, estaba de pie, con la pata en la mano y la cara totalmente desfigurada y ensangrentada, pero había algo más... sus tejidos, su piel, su carne... toda su cara se movía como si fuese una sopa de tendones y nervios que se juntaban y se retorcían entre sí- Los ángeles tienen un aguante y una capacidad de regeneración de lo más sublime, ¿no crees?

Vaya si disfrutaba de la situación...

El ángel desfigurado, y ahora furioso, se abalanzó sobre mí con la espada en frente a su cuerpo, manteniendo la empuñadora firmemente sobre su pecho, listo para empalarme en una estocada que me arrancaría parte los huesos de mi caja torácica si me llegaba a dar. Esa estocada buscaba arrancarme el corazón en un solo movimiento. Tenía que moverme, tenía que escapar, pero me habían pillado con la guardia baja, nunca pensé que podría seguir vivo después lo que le había hecho. Ese había sido mi error... un error que costaría mi vida y la de Ahryelle...

De repente Todd se interpuso con una velocidad vertiginosa, mucho más veloz que la de un rayo, deteniendo la estocada del ángel mutilado con la punta de su katana. Alzó la vista para mirarle a donde normalmente tendría los ojos y por primera vez, vi temor en lo que quedaba del rostro de aquel ángel ensangrentado.

-Si alguien va a matarla, ese voy a ser yo.

En un instante se agachó y en un movimiento de muñeca de lo más sencillo, ejecutó un corte de lo más complejo. Uno suficientemente fuerte para partir al ángel en dos, de arriba abajo.

De alguna forma, el deforme ángel todavía podía hablar.

-Da igual el daño que me hagas, resurgiré en la gracia de nuestro Dios y te destrozaré.

-Yo creo que no.

Antes de que el ángel comenzase a regenerarse Todd saltó por encima de él y en una voltereta asestó dos tajos en la espalda del ángel. Sus alas cayeron al suelo sin hacer ni un ruido.

-¿Qué hay de gracia en un ser tan repugnante como tú?

El ángel profirió un alarido más propio de un ser acabado de salir de lo más profundo del inframundo, que de un ser celestial, y acto seguido se disolvió en un haz de luz dejando atrás un gran charco de sangre, un ojo y parte de sus intestinos y órganos que se le habían caído cuando Todd lo partió por la mitad.

Shinto se quedó mirando a Todd estupefacto. No podía creer lo que acababa de pasar, y yo tampoco.

Todd comenzó a hablar.

-Ese imbécil se regeneraba porque era un ser divino, pero lo único que tenía de divino ese charlatán eran sus alas. Una vez descartadas solo era un ser repugnante un orgullo mucho más grande que su espada.

Shinto, que seguía con los ojos abiertos como platos, también comenzó a hablar.

-¡Magnífico!

-¿Qué? –Todd no entendía la reacción de Shinto.

-Jamás había visto una habilidad así sin antes haber pasado por un entrenamiento de, al menos, cien años. Eres magnífico.

La situación parecía haberse tornado más favorable para nosotros, o al menos para Todd.

-¿Y?

-Si tú quieres podrías pasar de ser un simple mensajero. Si lo deseas, puedo darte un cargo mucho más alto, quedarte aquí, en mi casa, como uno más de mis guardias personales. ¿Qué me dices?

-Solo mi interesa devolver a la vida a mi hermana, nada más.

-Ya veo... bueno, en ese caso esa será tu recompensa... si matas a la zorra.

Todd vaciló por un instante, pero solo por uno. Se abalanzó sobre mí sin pensarlo dos veces, atravesándome el hombro con su katana.

-AHHH!!!!

Mis gritos de dolor no le echaron atrás, solo hicieron que hundiese aún más la espada, moviéndola en círculos dentro de la herida para destrozarme aún más los huesos. La sacó en un momento, sin esfuerzo alguno. Me agarró del pelo y me arrastró hasta enfrente del Dios Shinto. Me levantó y agarrándome de nuevo del pelo mantuvo mi cabeza alta, mostrando mi cuello a su Amo. A su Señor.

Colocó la hoja de la katana en mi garganta, la clavó lo justo para que empezase a sangrar un poco, lo justo para que empezase a doler.

-¿Me juras que si la mato traerás de vuelta a mi hermana?

-Por supuesto... ahora, dególlala.


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