18.- Capitulo dieciocho

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Dos segundos después escuchó un ruido extraño, era alguien olfateando. Era un perro, siguió enterrada en la tierra, dudando que el dueño del perro estuviera cerca, nadie más se acercó, desenterró la cabeza y se encontró con un perro salvaje, lo sabía por la apariencia que tenía. Las costillas se le marcaban en los costados, estaba muy sucio y mantenía una rata muerta en el hocico.

El perro notó la presencia de Alina, pero no le dio la menor importancia, el comenzó a comerse la rata sin importarle quien estuviera a su alrededor. Alina veía con un poco de envidia al perro, el tenía comida, el estómago se le revolvió cuando el olor de la rata muerta llegó hasta su nariz. El animal se encontraba a tres pasos de donde se mantenía medio oculta, si se estiraba un poco podía tocarlo. Quiso hacerlo, necesitaba el contacto con algún ser vivo, pero recordó a Billy un pequeño perro que tuvo en su infancia. Algún día ella quiso jugar con el mientras Billy jugaba, su madre le había dicho: Los perros muerden si los molestan mientras comen. Dejó que él perro terminara su almuerzo.

Su madre volvió a su cabeza, recordó el último día que la vio en esa estación de tren, la cara de desesperación que tenía al tratar de acercarse a su hija. Ahora que ella estaba embarazada entendía más el sufrimiento de su madre. Tener que ver a tu hijo partir sin saber que pasara con él, eso es dolor, nada de lo que ella había vivido hasta ese día se comparaba con el dolor que debió sentir su madre al dejarla partir sin estar segura de su futuro. En ese momento de dolor llegó otro recuerdo aún más cruel a su mente: La muerte de su madre.

Viktor le había contado la cruel muerte de su progenitora, nunca supo si ya estaba muerta cuando le hicieron eso, o si había tenido que sufrir esa tortura viva. Aunque la muerte de su madre le dolía como nada en el mundo, no podía dejar de comprender a esas personas, y menos aún en esos momentos en el cual su cuerpo suplicaba comida. El hambre te hace hacer cosas horribles: como comerte a personas.

Volvió a mirar al perro comer, ya no le quedaba casi nada de la rata. Alina volvió a recordar la muerte de su madre, ¿Ella podría ser capaz de hacer algo parecido a lo que le hicieron? No, no podía.

Recostó de nuevo la cabeza en un tronco, decidió dejar al perro marchar. Mientras esperaba que el sueño llegara a ella, sintió algo, algo se movía dentro de ella, por un momento pensó que era de nuevo su estómago reclamando alimento, pero no, este movimiento era diferente, movió sus manos hasta su abultada panza y cayó en la cuenta: era su hijo, su pequeño se estaba moviendo.

Las lágrimas volvieron a derramarse, pero ahora no eran de tristeza, eran lágrimas de felicidad, su hijo aún seguía con vida, él seguía luchando. Si su bebé podía luchar por su vida, ella lo ayudaría.

—Perdón. —susurró

Tomó una gran roca que se encontraba a su lado y con las pocas fuerzas que le quedaban, se acercó solo un poco al perro y de un solo golpe lo mató.

***

Alfred Lenz y Michael Lippert, fueron los encargados de llevar a cabo el interrogatorio. Viktor se movía nervioso de un lado para otro, dentro de la sala, hacia cinco minutos que sus interrogadores habían salido y las pocas uñas de Viktor ya habían desaparecido.

Le costaba respirar a causa del nerviosismo mezclado con el miedo. No tenía ni idea de cómo había resultado la investigación de Frederick, para rematar le daba terror que fallaran en su contra y tener que dejar a Alina sola con un niño suyo en el vientre.

La puerta se abrió, Viktor bajó en un segundo la mano, dejando que la máscara nazi se apoderara de su rostro, con el dedo gordo desprendió la uña que colgaba de su dedo corazón.

Alfred Lenz se adentró en la sala, con su sonrisa desquiciante siempre en su lugar, aun se encontraba convaleciente del incidente que lo llevó al hogar de Otto.

—El Standartenführer Gibbs, acaba de regresar de su encomienda, le tengo muy buenas noticias, su casa fue registrada —su corazón se detuvo. ¿Traerían a Alina con ellos? ¿Estaría viva? Su cabeza le parecía demasiado pequeña para albergar tantas preguntas. Lenz esperó un segundo analizando sus reacciones. — No se encontró nada en su vivienda. Pero alégrese hombre nuestro cateo sirvió de algo, al parecer uno de sus vecinos si escondían a alguien, un soldado vio a una mujer adentrarse al bosque a toda velocidad después de salir de una de las casas de los alrededores.

—¿Un vecino? —preguntó Viktor.

Se encontraba confundido, no sabía si alegrarse de que no hubieran encontrado a Alina, o temer por la misma razona. Ahora le soltaban esta noticia, él sabía que ningún vecino escondía a nadie, él mismo había revisado todas las casas de la zona.

—Sí, ya hemos arrestado a ese traidor.

—Y a la fugitiva ¿La encontraron? — Preguntó Viktor. Rezando que su temor no se notara en su voz.

—Aún no. Sólo es cuestión de tiempo.

Viktor trazó un plan en su cabeza en un solo segundo.

—Pido permiso para participar en la búsqueda. —la mirada acusadora de Lenz se posó en él. Viktor pensó rápido en una excusa. —Quiero ser yo quien encuentre a esa persona, sería mi forma de pedir disculpas, por no haber revisado bien las casas de mi propia cuadra.

Por un momento Viktor pensó que Lenz se negaría y comenzó a pensar en otra manera de buscar a esa persona, pero antes de que trazara un nuevo plan, la sonrisa de Lenz volvió.

—Claro que puedes ir, si encuentras a esa rata de alcantarilla puedes ser tú quien la mate, sería mi forma de pedir disculpas, por haber dudado de ti y de tú lealtad para con Hitler. 

 

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En el corazón de un AlemánWhere stories live. Discover now