—Exacto—responde y pone sus codos sobre la barandilla, para recostar su mentón entre sus manos—. Las hormiguitas deberíamos ser felices de otra forma. No acumulando por acumular. No quitándole al otro para tener más. ¿Usted entiende a qué me refiero, Pablo?

Asiento. Lucía debería ser feliz de otra forma. Yo debería ser feliz sin tener la necesidad de querer lo que tienen otros.

—Disculpe que le esté hablando de estas cosas—dice ella cuando me quedo en silencio.

Rápidamente niego con la cabeza.

—Estaba pensando en lo que has dicho, Adela. La verdad es que esto me lleva a una de las cosas de las que quería hablarte hoy.

Ella se gira hacia mí, confundida. Le pido un segundo con mi dedo índice y me agacho para buscar el paquete que he conseguido por la tarde. Sus ojos brillan cuando nota que está envuelto en papel de regalo.

—Lucía me ha invitado a conocer a sus amigos—digo cuando me levanto. Le doy el regalo y ella lo recibe con timidez—. Anda, ábrelo.

—¿Está seguro de que es para mí?

Sonrío y asiento con la cabeza.

—Es tuyo—aseguro y mientras lo abre, continúo hablando—. Lucía dice que su banda de amigos llegará a la ciudad en dos semanas y quiere que los conozca. Además dice que ellos me quieren conocer a mí, lo cual es extrañísimo, ¿sabes? No tiene buena pinta. O sea, sé que podríamos estar equivocados con respecto a Lucía, pero no lo sé. Es raro...

—¿Es un reloj?—pregunta ella, cuando desenvuelve el regalo.

Mi sonrisa se hace más grande y estoy seguro de que mis ojos brillan como los de un niño pequeño. Siempre me ha emocionado dar regalos y ver la expresión de las personas al recibirlos. No es que no me guste recibir regalos, pero supongo que me emociona mucho más darlos.

—¡Lo es! Pero no es uno cualquiera, Adela. Si lo abrimos te darás cuenta de que... —le ayudo a abrir la caja y de adentro sacamos una pantalla pequeña, junto al reloj— ¡Es un reloj con cámara oculta! Tuve que investigar en internet sobre accesorios que realmente sirvan para la investigación. La cámara de este reloj tiene los pixeles suficientes para hacer que la imagen se vea más o menos nítida.

Adela se queda observando el reloj maravillada y asiente a todas mis palabras.

—Pero, ¿sabes qué es lo mejor?—le pregunto.

Ella niega con la cabeza, examinando el regalo tratando de controlar su alegría.

—¿¡Hay algo incluso mejor que esto!?—pregunta y su voz se agudiza con la emoción.

—¡Lo hay! Y es que tiene visión nocturna. ¿Entiendes? Esta cámara te servirá siempre, en muchas ocasiones. Solo tienes que presionar el botón de aquí y se ajustará automáticamente llevando la imagen hasta esta pantalla. Tiene algunos gb de memoria para grabar y el micrófono incluido no es excelente, pero funcionará—pongo un dedo sobre mi labio inferior, pensativo, y añado:—. O tal vez deberíamos comprar uno mejor.

De pronto, Adela se queda mirándome y sus ojitos soñadores me hacen la noche.

—Pablo, esto debe haberle costado una millonada. No sé si debo aceptarlo.

Yo quito las manos del reloj enseguida y niego con la cabeza.

—Debes aceptarlo. Es un regalo de cumpleaños, así que como mínimo debes quedártelo.

—Es que... Esto es muchísimo, Pablo. Yo... Gracias, de verdad, gracias—dice y la sonrisa no se le va del rostro.

El pecho se me siente cálido. Ni siquiera sé por qué le he comprado un regalo, solo sentí que debía hacerlo.

Pablo y Adela [EN EDICIÓN]Where stories live. Discover now