Capítulo 3: El cachorro perdido.

Magsimula sa umpisa
                                    

Dos enormes ojos marones se levantaron entonces para observarte con tanto miedo que todo tu cuerpo se relajó al instante, aquel cachorro realmente parecía ser de tu misma edad, y parecía tan perdido, tan asustado, volviste a acercarte suavemente, olfateándole, al principio parecía confundido por eso pero entonces tu lengua limpio de su mejilla una de las lágrimas que caían de sus ojos causándole cosquillas, aquel niño soltó un jadeo que te hizo emocionar, inmediatamente procediste a usar tus manos para tocar sus brazos, inspeccionaste su rostro, su torso, olfateando con tu nariz hasta el último rincón disponible que aquel niño te daba, cuando tu nariz rozo su cuello la risa contenida fue demasiada, pronto aquel te empujo con suavidad, riendo, un sonido mucho más agradable que esos sollozos de hace un momento.

Tan entusiasmado estabas que olvidaste el olor a sangre, además aquel cómodo aroma realmente te encanto, era como volver a tener tus sabanas en casa que querías envolverte en él y nunca más salir, y fue entonces que tu mano apretó con más fuerza de la necesaria un costado de su torso que aquel grito de dolor rompió con las risas a su alrededor, de inmediato te alejaste soltando un lastimero jadeo en disculpa, aquel niño solo sollozo un poco más levantado su camisa donde un enorme moretón se formaba.

La tristeza volvió a invadirte, le habías dañado y arruinado el momento, las lágrimas regresaron nuevamente a su rostro acunado su lado herido, te sentaste entonces frente a él acunado tus piernas con tus brazos mirándole fijamente durante varios minutos en silencio donde los sollozos de dolor eran únicamente su acompañante, tal vez pasaron horas así, no lo sabias pero cuando aquel niño se estremeció de frio sabias que algo estaba mal, tú eras mas cálido, aun sin pelaje un lobo como tu soportaba el frio helado de la noche, pero ese cachorro humano morirá ahí solo, tampoco podías quedarte, tu padre se enojaría muchísimo y vendría a buscarte y entonces los cazadores lo matarían, recordaste entonces la manta, aquella que quedo olvidada en el suelo detrás de ti, era realmente cálida y tu tenías a un enorme lobo que te cubriría en el frio, ese niño al parecer no tenía nada, así que antes de que pudieras arrepentirte dejaste caer la manta sobre el chico y saliste corriendo en dirección al bosque, tu padre te regaño aquella vez y no pudiste dejar la cueva por la próxima semana.

La próxima vez que se vieron, con mucha dificultad seguiste su olor desde el callejón hasta una vieja casa, era de día, solo así pudiste escaparte de tu padre que dormía tras su vigilancia nocturna, por suerte para ti un muchacho sucio fue ignorado por los demás hombres y obviamente los habías evitado todo el tiempo, cuando viste aquella cabeza blanca aparecer tras la puerta saltaste de alegría casi cayendo desde la barda donde le observabas.

Con algo de sorpresa él te invito a entrar, susurro algo de que su madre había dejado y no volvería hasta en mucho tiempo, lo cual te extraño porque entonces no entendidas como es que su madre no había estado cuidándole anoche, tu padre jamás dejaría que nadie te maltratara, tal vez ella había salido a vengar a su cachorro y por eso le dejo en su hogar.

Él se llamaba Carlos, y al parecer le gustaba limpiar la casa, fue curioso como seguía hablando contigo aun cuando solo le dijiste tu nombre, el parecía realmente entusiasmado por tener alguien con quien conversar, las horas pasaron rápido y cuando lo notaste incluso le habías ayudado a limpiar todo, dejarlo fue lo más difícil que hiciste pero debías regresar a casa, esa noche igualmente fuiste regañado por un gran lobo negro.

La siguiente vez él te enseño a robar, tomar comida a escondidas y salir corriendo, descubriste que era muy rápido y sus juegos pronto fueron aquellas carreras por todas las calles donde quien tomara más comida ganara, al final siempre empujabas la mayor parte de alimento a él, ya que lucía muy débil en tu opinión.

Para la sexta vez que le visitabas tu padre ya no se molestaba en absoluto que vagaras por la isla, habías aprendido a tomar cosas y salir corriendo, también tenías que mantenerte alejado de ciertos chicos y nunca intentar robarle a un chico moreno de cabellos largos que aun cuando solo era una cría podía ponerse muy posesivo con sus cosas, además de ser advertido por Carlos de nunca mirar a la chica de cabellos morados o serias maldecido o algo peor, "te enviaran al otro lado de la isla" le explico Carlos con preocupación un día, también aprendió a lavar es máquina de metal llamada bebé, la madre de Carlos la amaba mucho, también aprendió que la madre de Carlos era la causante del dolor de el mismo, y definitivamente no podías rasgar su garganta "ella es mi madre Lowell" había susurrado un día mientras se abrazaban debajo de un enorme árbol en el jardín de la casona.

LOBO CARMESÍ (JAYLOS)Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon