Capítulo 3: El cachorro perdido.

709 51 19
                                    


"El cerdito pequeño corrió lo más rápido que pudo y entró en la casa de madera del hermano mediano.

-¡No nos comerá el Lobo Feroz! ¡En casa no puede entrar el Lobo Feroz!, decían los cerditos.

De nuevo el Lobo, más enfurecido que antes al sentirse engañado, se colocó delante de la puerta y comenzó a soplar y soplar gruñendo:

-¡Soplaré y soplaré y la casita derribaré! La madera crujió, y las paredes cayeron y entonces los dos cerditos corrieron a refugiarse en la casa de ladrillo del hermano mayor. " - Los tres cerditos y el lobo.

En retrospectiva aquello fue una locura, un peligro innecesario, pero eras joven y con deseos de probarle a tu padre que podías valerte por ti solo, que no había miedo en tu cabeza y que definitivamente podías enfrentarte al hombre. Escapar tampoco fue buena idea, pero no era como si él te hubiera dejado irte sin detenerte, por eso esperaste, cuando el salió como todas las noches, dejaste la calidez de su cueva para buscar lo que necesitabas.

Realmente no es como si necesitaras esa manta, claro que una extra nunca estaba de mas, podría servirte para muchas cosas, tal vez para vestirte cuando aquellas ropas dejaras de ajustarse a tu cuerpo, eras una cría en crecimiento, por eso cuando luego de tu primera excursión a las frías calles de la isla y viendo una oportunidad la tomaste y saliste corriendo, eras demasiado rápido nadie te alcanzaría y definitivamente mucho más inteligente que aquella gente mala, cazadores los llamo tu padre, aquellos que no dudarían en arrancar tu piel y hacerse un abrigo con él.

O ese era el argumento de tu padre, el siempre insistía en ello, pero bueno tu parecías mas uno de ellos, que un lobo, definitivamente no tenías esas peludas orejas, ni esa cola esponjosa y mucho menos pelaje, eras como tu padre antes de llegar a la isla, eras un hombre por lo que podías pasar desapercibido por las calles para observar, demonios llevabas un año ahí y todo lo que conocías era ese horrible bosque necesitabas más, conocer tu entorno, explorar.

Afortunadamente tus ojos se adaptaban bien a la oscuridad, las calles poco concurridas eran fácilmente caminadas por ti, desde la oscuridad además del hecho de que era casi media noche no creías que hubiera peligro alguno, o al menos lo creíste hasta que un ruido proveniente de un callejón oscuro te hizo saltar sorprendido, no es que tuvieras miedo, por supuesto que no solo estabas sorprendido, ibas a emprender huida cuando aquel aroma te golpeo era dulce y suave, un extraño aroma a canela, te recordaba vagamente a la dulce fragancia que por muchos años te acompaño en tu antiguo hogar, y fue toda una odisea que precisamente pudieras llegar a oler tal acogedor aroma rodeado de la suciedad de la calle.

Con más curiosidad que nunca caminaste hasta encontrar a tu objetivo en una bola cubriéndose, temblando y llenando aquel delicioso aroma con el miedo un pequeño niño sollozaba quedito, realmente no sabías que edad podía tener un niño, los cachorros humanos eran muy diferentes a los de los lobos, pero simplemente no podías dar marcha atrás e irte, bueno si podías pero tu padre te había educado bien y uno jamás debe hacer nada malo o los cazadores vendrán por ti y terminas en una isla mal oliente aislados de los bosques verdes, o espera eso ya había pasado, en fin definitivamente no podía dejar que ese niño sufriera, no señor.

Con algo de precaución olfateaste suavemente más cerca de él, inclinándote totalmente en su espacio personal, fue ahí cuando lo oliste, el aroma cobrizo de la sangre, aquel cachorro estaba herido, tu nariz siguió olfateando cada vez más curioso por aquel aroma llegando a tocar el brazo del niño que instintivamente se volvió a encoger a un más en su lugar, asustándote, un gruñido escapo de tu garganta mostrando los dientes tras haber retrocedido un poco.

LOBO CARMESÍ (JAYLOS)Where stories live. Discover now