Capitulo 12

55 2 0
                                    

Conduje Hawthorne a toda velocidad hasta llegar a mi casa y luego di la vuelta y me dirigí al centro de Coldwater, atajando por Beech y utilicé el marcado rápido de mi movil para llamar a Laura.

- Pasó algo… yo… él… eso salió de la nada… el Neón…

-Te estás entre cortando. ¿Qué?

Me limpié la nariz con la parte trasera de mi mano.

Estaba temblando de la cabeza a los pies.

- Él salió de la nada.

- ¿Quién?

- Él…

Intenté juntar mis pensamientos y formularlos en palabras.

- ¡Él saltó frente al coche!

- Ay, hombre. Ay-dios-ay-dios-ay-dios. ¿Golpeaste a un ciervo? ¿Estás bien? ¿Qué le pasó a Bambi?

Ella mitad gimió y mitad gruñó.

- ¿El Neón?

Yo abrí la boca, pero  me interrumpió.

- Olvídalo. Lo tengo asegurado. Solo dime que no hay pedazos de ciervo sobre mi bebé… no los hay ¿cierto?

Cualquiera que fuera la respuesta que le iba a dar se quedó atrás. Mi mente estaba dos pasos adelantados.

Un ciervo. Quizá podría fingir que impacté a un ciervo.

Quería contarle la verdad a Laura, pero tampoco quería parecer una loca. ¿Cómo iba a explicar que vi al chico que impacté ponerse en pie y arrancar la puerta del coche?

Gire mi cuello hacia un lado de mi hombro. Hasta donde podía ver, no había marcas en dónde él me había agarrado…

De repente reflexioné. ¿De verdad estaba considerando negar lo que había pasado? Yo sé lo que vi. No fue mi imaginación.

- Ay rayos -dijo Laura.- No me estas respondiendo. El ciervo está pegado en los focos del coche ¿cierto? ¿Estás conduciendo por ahí con él atascado en el frente como si fuera una pala para la nieve?

- ¿Puedo dormir en tu casa?

Quería salir de las calles. Fuera de la oscuridad.

Con una súbita inhalación me di cuenta de que para ir a casa de Laura tendría que volver a la intersección en donde lo impacté a él.

- Estoy en mi cuarto -dijo Vee.- Puedes venir. Te veo en un rato.

Con mis manos fuertemente apretadas contra el volante, conduje el Neón a través de la lluvia, rezando para que el semáforo en Hawthorne estuviera verde en mi favor.

Lo estaba y pasé la intersección mirando directamente hacia el frente, pero a la vez mirando con el rabillo del ojo las sombras de los lados de la carretera. No había ninguna señal del chico con la máscara de esquiar. Diez minutos más tarde estaba estacionando el Neón frente a la casa de Laura.

El daño en la puerta fue mucho y tuve que patearla para poder salir.

Luego corrí hasta la puerta de entrada, entré a toda prisa y bajé corriendo las escaleras hasta el sótano. 

Laura estaba sentada en su cama con las piernas cruzadas, tenía un cuaderno sobre sus rodillas, llevaba puesto audífonos y su iPod estaba encendido.

- ¿Quiero ver el daño hoy, o debería esperar a dormir al menos siete horas? Me preguntó a través de la música.

- Quizá deberías escoger la opción número dos.

 Laura cerró su cuaderno y se quitó los audífonos.

- Terminemos con esto de una vez.

Cuando salimos, me quedé mirando al Neón por un largo rato. No era una noche cálida, pero el clima no era la causa del escalofrío que recorrió mis brazos. La ventana del conductor no estaba rota. Tampoco la puerta.

- Algo no está bien -dije pero Laura no me estaba escuchando. Ella estaba ocupada inspeccionando cada pulgada del Neón.

Yo me adelanté para inspeccionar la ventana del lado del conductor. Cristal sólido.

Cerré mis ojos. Cuando los volví a abrir, la ventana seguía intacta.

Caminé hasta la parte de atrás del coche, casi terminaba de rodearlo cuando de repente me paré en seco. Había una pequeña grieta en el parabrisas. Laura lo vio al mismo tiempo.

- ¿Estás segura que no fue una ardilla?

Mi mente volvió a los letales ojos tras la máscara de esquiar. Ellos eran tan azules que era facil distinguirlos en la noche. Eran azules como los de… Niall.

- Mírame, estoy llorando de alegría -dijo Laura, tumbándose de forma poco elegante en el Neón para abrazarlo- Una pequeña grieta. ¡Eso es todo!

Yo fingí que sonreía, pero mi estómago estaba revuelto.

Cinco minutos antes, el cristal de la ventana se había deshecho y la puerta estaba encorvada. Ahora, mirando al coche, todo eso parecía imposible. No, parecía una locura. Pero yo vi como atravesó el cristal con su puño y sentí como sus uñas se clavaban en mi hombro. ¿Verdad?

Mientras más intentaba recordar el accidente, menos podía. Pequeñas lagunas de información perdida llenaban mi memoria.

Los detalles se estaban perdiendo.

¿Era él alto?

¿Bajo?

¿Delgado?

¿Musculoso?

¿Me dijo algo?

No podía recordar. Esa era la parte más aterradora.

El beso del angelWhere stories live. Discover now